¿Qué necesita Iberoamérica para ganar el Oscar a Mejor película animada?
A pesar de los avances cosechados en los últimos años, la animación iberoamericana ha batallado por hacerse con la credibilidad que brinda el Premio de la Academia.
7 de septiembre de 2022Por Luis Miguel Cruz
El Oscar es una carrera compleja. Son centenares de títulos los que cada año ponen su mira en las distintas categorías de la Academia. En el caso de la animación, la competencia podría parecer un reto menor por el número limitado de películas que cumplen con los requisitos de elegibilidad, pero la disparidad en el potencial económico de las distintas industrias hacen que la estatuilla parezca inalcanzable para algunas industrias. Tal es el caso de las iberoamericanas, que en veinte años de historia de la terna apenas han cosechado tres nominaciones, dos para España con Chico & Rita (2010) y Klaus (2019), y una para Brasil con O Menino e o Mundo (2013). Bajo esta premisa es imposible dejar de preguntarse ¿qué necesitan las producciones iberoamericanas para hacerse con el Oscar a Mejor película animada?
De inicio, no está de más recordar que el Oscar es una fiesta sumamente exclusiva a la que no todos están invitados. Con esto no nos referimos precisamente a la calidad de los proyectos, sino al hecho de que se trata de un certamen netamente estadounidense y que como tal es sumamente proteccionista con su industria. Como prueba basta echar un vistazo a la categoría de Mejor película, que en 93 ediciones sólo ha nominado a diez cintas de producción no estadounidense, siendo Parasite (2019) la única ganadora.
El caso de Mejor película animada es muy parecido, pero con la peculiaridad de que la terna fue incorporada a la ceremonia en un 2001 con muy poca competencia. Tanto así, que la Academia condicionó su presencia anual al estreno de cierta cantidad de títulos que cumplieran con los requisitos de elegibilidad. Esto contribuyó a que títulos internacionales como Les Triplettes de Belleville (2003) o Howl’s Moving Castle (2005), ambos favorecidos por su gran calidad, fueran nominados y lucieran como serios aspirantes. Mención aparte para Spirited Away (2002), primer y único film de una industria foránea y de habla no inglesa galardonado con la estatuilla.
Todo cambió con el boom de la animación a mediados de los 2000. La técnica empezó a gozar de una enorme popularidad entre las audiencias, lo que desembocó en el surgimiento de cada vez más estudios. Sobra decir que muchos fueron estadounidenses, lo que invariablemente redujo las posibilidades de proyectos concebidos en otros países del mundo. Porque reiteramos, el Oscar es exclusivo y proteccionista. Esto no ha impedido las nominaciones de películas creadas en otras latitudes, pero con la peculiaridad de que casi todas ellas fueron concebidas en industrias bien establecidas como Japón o Francia, o respaldadas por el inglés como sería el caso de Irlanda con su Cartoon Saloon.
Hacerse con el Oscar no será sencillo, pero luego de un franco crecimiento en los últimos años, Iberoamérica levanta la mano y se dice lista para dar el paso.
Opciones a futuro
Hay buenas posibilidades de que la maldición se rompa dentro de poco. La primera alternativa es Pinocchio que contará con prácticamente todos los requisitos no oficiales con los que la Academia elige a sus ganadores. La dirección de Guillermo del Toro, consolidado de tiempo atrás Hollywood y condecorado por la propia Academia con dos estatuillas, Mejor director y película, por The Shape of Water (2017). A esto sumemos el respaldo de Netflix que, contra todos los pronósticos, fue el único sitio que brindó apoyo al mexicano para sacar adelante su singular adaptación a la obra de Carlo Collodi a desarrollarse en la Italia fascista. Una fórmula similar a la empleada por el también mexicano Alfonso Cuarón con Roma (2018) que le valió el Oscar a Mejor director. Algunos medios internacionales creen que es la rival a vencer del Oscar 2023.
La otra en Luck, cinta debut de Skydance Animation y que cuentan con todo el respaldo creativo del extinto Ilion Animation Studios, adquirido en 2020 por el grupo estadounidense. El novel estudio aspira a convertirse en toda una potencia de la técnica y para ello ha recurrido a la figura de un especialista como John Lasseter como su jefe de animación. Un arma de doble filo que podría ser determinante para alcanzar la gloria por el comprobado talento del creativo, pero también para caer en el rechazo del público, la crítica y la propia industria tras las acusaciones de acoso que nunca fueron plenamente esclarecidas. Las posibilidades se reducen todavía más si consideramos que la película no ha tenido un buen paso por la temporada de premios.
Sobra decir que, en caso de concretarse, serían victorias controvertidas para la animación iberoamericana: coproducciones con estadounidenses, historias ajenas a nuestra cultura y estrenadas en idioma inglés. Pinocchio es dirigida por un iberoamericano, Luck no. Ni siquiera esto debería quitarles mérito, pues ambas cuentan con numerosos artistas de la región en sus filas, muchos de los cuales se ubican en posiciones de mando al interior de las respectivas producciones. Por esto, sus potenciales victorias serían un paso decisivo para la industria de todo el bloque, no sólo en cuestión de premios, sino del reconocimiento global que implicaría. Una prueba sólida de que nuestras industrias han alcanzado la madurez necesaria para brillar en todo el mundo.
Hay otras opciones a futuro. En este caso, la gran candidata es neta y exclusivamente iberoamericana, concretamente de Brasil: Perlimps. Su director Alê Abreu no es una figura hollywoodense como tal, pero sí que cuenta con un estatus importante entre la comunidad animada internacional por sus cualidades, así como por sus casi diez años fuera de la dirección desde O Menino e o Mundo (2013). No menos significativo es que este último film le valió la nominación al Oscar en su momento y si hay algo que le encanta a la Academia son las segundas oportunidades a los artistas de talento.
No nos olvidemos de títulos de grandísima calidad y que han tenido un recorrido sólido por algunos de los certámenes más importantes del mundo, como serían Nayola de José Miguel Ribeiro y Unicorn Wars de Alberto Vázquez. Sin embargo, estos no cumplen con ciertas reglas no escritas de la categoría y por ende aspiran principalmente a convertirse en caballos negros dentro de la carrera. Podrían sorprender, pero sus posibilidades se reducen en un certamen que muchas veces se decanta más popularidad y las jerarquías que por la valía narrativa y artística. El propio historial del evento así lo demuestra.
El camino a la gloria
Si Chico & Rita y Klaus alcanzaron la nominación no fue sólo por su calidad técnica y narrativa. Bajo esta premisa, es muy probable que en 2018 un título como Buñuel en el laberinto de las tortugas (2018) también hubiera sido considerado, reforzado además por el homenaje cinematográfico a la figura de Luis Buñuel. El problema es que esto habría implicado dejar fuera a titanes como Disney y Pixar con Ralph Breaks the Internet y The Incredibles 2, a un cineasta de renombre como Wes Anderson con su Isle of Dogs, o al siempre popular anime representado por Mirai. Ni qué decir de la presuntamente imbatible Spider-Man: Into the Spider-Verse que, apoyada por la genialidad de Phil Lord y Christopher Miller, lo ganó prácticamente todo.
Aunque ambas películas españolas fueron merecidamente consideradas por la Academia, su nominación se debió en buena parte al respaldo recibido desde otros territorios, lo que va más allá de sus respectivas coproducciones británicas. Chico & Rita llegó a Estados Unidos gracias a que Disney se hizo con sus derechos de distribución, una estrategia empleada casi diez años antes con Studio Ghibli y que comenzó con Spirited Away. Caso similar al de Klaus, respaldada por un gigante como Netflix y que además se vio favorecida por su estreno en inglés.
A esto sumemos el factor del renombre. Hayao Miyazaki goza de un enorme talento, pero también es un cineasta con un enorme potencial mercadológico. Hablamos de alguien que en los últimos 20 años ha sido vendido en occidente como el Walt Disney nipón. Fuera de él, el prestigioso animé ha batallado enormemente por triunfar ante la Academia.
En el caso iberoamericano, puede que Belle Epoque (1992) de Fernando Trueba fuera galardonada con el Oscar a Mejor película extranjera, pero no contó con el renombre suficiente para que su Chico & Rita superara a una cinta como Rango, dirigida por una figura hollywoodense como Gore Verbinski. Ni qué decir de un novel Sergio Pablos, tan debutante en la dirección con Klaus como Josh Cooley con Toy Story 4, pero con la diferencia de que este último se vio beneficiado por formar parte de la mayor franquicia de un gigante como Pixar y cuya cuarta entrega parecía destinada a ganar a como diera lugar.
No está de más decir que estos problemas no son exclusivos para nuestra industria. Como muestra Flee (2021), que a pesar de su éxito en distintos certámenes, nunca alcanzó el impulso necesario para superar a The Mitchells vs the Machines de Netflix ni a Encanto de Disney. Menos si consideramos que la primera es producida por los ya mencionados Lord y Miller, mientras que la segunda es secundada por la figura de Lin-Manuel Miranda.
Finalmente está la extrema dependencia de factores externos. Tal sería el caso de O Menino e o Mundo, una genialidad en toda la extensión de la palabra, pero cuya nominación se vio favorecida por un 2015 irregular por parte de los gigantes estadounidenses que dieron proyectos poco oscareables: The Good Dinosaur de Pixar, Home de DreamWorks, The Peanuts Movie de Blue Sky, Hotel Transylvania 2 de Sony… Una eventualidad que propició que la Academia tomara en cuenta de apuestas inusuales como Anomalisa, Shaun the Sheep Movie, When Marnie Was There y la ya mencionada cinta carioca.
En una industria iberoamericana en la que conseguir apoyos económicos y hacerse con la confianza de su público no es fácil, son muchos los que consideran que el estreno de una película es una victoria en sí. En parte tienen razón, pero con el paso de los años la industria del bloque ha adquirido cada vez más madurez ante los ojos de todo el mundo. Es por esto que, más que vanidad o glamour, el Oscar representaría la anhelada consolidación de un bloque que ha batallado por años por hacerse escuchar y que ahora más que nunca está listo para alzar la voz por todo el mundo.