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De dos a tres caídas: La popularidad de la lucha libre en la animación

Un recuento por algunos de los grandes exponentes animados de la lucha libre: desde el Santo hasta Rey Mysterio y pasando por el Tigre.

3 de junio de 2022
Por Luis Miguel Cruz
De dos a tres caídas: La popularidad de la lucha libre en la animación
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La lucha libre es un fenómeno curioso. Hablamos de un deporte que mezcla el combate con el performance; que es protagonizado por hombres y mujeres que suelen portar toda clase de exóticos atuendos que en muchas ocasiones son engalanados con las más coloridas máscaras; y cuyos practicantes suelen dividirse en técnicos y rudos, siendo los primeros una especie de héroes y los segundos los supuestos villanos a vencer.

Es un espectáculo masivo, pero también es un evento que está dotado de una simbología increíblemente poderosa. Tanto que ésta no ha podido ser contenida por el ring y ha terminado extendiéndose por muchas otras arenas. La más conocida es la del cine, pero también hay muchas otras como la moda, los juguetes e incluso la música. No nos olvidemos de la animación, donde se ha popularizado de un modo muy importante en los últimos años. ¿Cómo explicar esta última conexión?

 

Luchas animadas

Empecemos por la naturaleza del medio. El cine de acción real ha dejado muchos clásicos, lo que no evita que las películas de luchadores suelan asociarse con lo exagerado y lo pulp, consecuencia directa de unas historias sobre sujetos eternamente enmascarados que luchan contra los más exóticos adversarios. Este mismo tratamiento es más sencillo en la animación que da mayor credibilidad a estos personajes sin afectar su esencia en lo más mínimo. Buen ejemplo de ello es El Santo contra los clones (2004), miniserie animada que muestra al enmascarado de plata luchando contra un científico loco con planes de dominación mundial. Una premisa muy parecida a la vista en muchas de sus cintas más icónicas, pero favorecida por la fantasía propia de la técnica.

Caso similar al de ¡Mucha Lucha! (2005), protagonizada por tres pequeños aspirantes a luchadores que viven en una ciudad donde todo está relacionado con la lucha libre. Su creador Eddie Mort confesó en su momento que buena parte de su afición a este deporte viene del propio Santo y que “luego de ver las máscaras, los disfraces y la emoción de la lucha libre, [la cocreadora Lili Chin y yo] teníamos que tratar de plasmar esto en una caricatura” [vía].

Hablando de máscaras, éstas se han tornado decisivas para establecer el rol del luchador en el imaginario colectivo. Primero como la representación de un legado que se hereda de generación en generación. Ya sea la pasión por el deporte o el compromiso con una causa. En la vida real son muchos los luchadores que batallan por preservar la grandeza de sus antecesores; no es el caso de la animación que coquetea con la eternidad. Como El Tigre: The Adventures of Manny Rivera (2007) que adopta muchos aspectos del deporte, incluyendo una identidad que se transmite de padres a hijos, que en este caso es plasmada en un cinturón que dota a su portador con toda clase de increíbles poderes que deben ser usados para seguir el camino del bien o del mal.

También son un espejo de la genialidad, la locura y la picardía que caracteriza al iberoamericano. Pocos ejemplos tan perfectos como El Santo contra la Tetona Mendoza (2012), que inspirada en las tiras cómicas de Trino que bromea sin tapujos con temas como el alcohol, las drogas y la sexualidad.

Son finalmente representaciones de responsabilidad y esperanza. El escritor mexicano Octavio Paz asocia fuertemente los rostros ocultos con la idiosincrasia de sus connacionales: “se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro, máscara la sonrisa […]. Entre la realidad y su persona se establece una muralla, no por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía”. Tal es el caso de los luchadores, tan lejanos y cercanos al mismo tiempo. Y siempre combatiendo por una causa que para la audiencia podría parecer justa: ya sea contra los rudos que no entienden de reglas o contra toda clase de seres fantásticos como los hombres lobo, las momias o las mujeres vampiro. Como si de auténticos superhéroes se tratara.

La diferencia es que mientras la existencia de estos últimos se limita al papel y la pantalla, el luchador es una figura real y tangible. “Somos personajes reales”, asegura el luchador mexicano Chessman [vía], quien tuviera participación en la película AAA: Sin límite en el tiempo (2010). “Somos personajes que la gente conoce, que la gente nos identifica. Que los niños somos como sus ídolos en la vida real porque sí existimos”.

Una afición que, curiosamente, va más allá de los bandos, pues como el mismo deportista explica, “ser rudo es muy fuerte y hay niños de cuatro o cinco años que me siguen. Por qué, no sé. Les llama la atención el personaje, a lo mejor cómo lucho. No sé, pero en vez de darles miedo les da gusto verme. Dependiendo del personaje es la fanaticada que te sigue”.

 

La evolución del luchador animado

Cada vez son más los luchadores que recurren al audiovisual para acercarse a su público. Muchos lo han hecho desde la acción real, una práctica que va del Santo y Blue Demon a los más recientes Dwayne Johnson, John Cena y Dave Bautista. Otros se decantan por las libertades que brinda la animación, siendo Rey Mysterio el más reciente exponente con la serie Rey Misterio vs La Oscuridad realizada por Viva Calavera Studios.

“Después de 35 años de carrera y múltiples logros, todavía me faltaba algo”, asegura el luchador [vía]. “Siempre quise una serie animada con el personaje de Rey Mysterio y cuando los Hermanos Calavera me presentaron su idea, inmediatamente me cautivó”. No es para menos, pues el show mostrará al deportista combatiendo ante leyendas mexicanas y un temible villano central. Todo esto, en beneficio de los suyos, como un héroe a la vieja usanza.

Si de proteger al prójimo se trata, ahí está La Espectacular Saga of the Mask de Alfredo Espinosa. Una historia de héroes improbables sobre cómo el hijo de un increíble y legendario luchador emprende un viaje en busca de redención tras decepcionar a su padre y a su ciudad natal por no poder ascender como su protector.

En esta misma línea, sólo que dotada de un tinte más caricaturizado, pero no por ello menos trascendente, está I, Chihuahua de Jorge Gutiérrez. El creativo vuelve a apoyarse en su amor por México para una película de un perro chihuahua que recurre a la lucha para tratar de proteger a su pueblo de una amenaza que se cierne. A pesar de la marcada simpatía del personaje central, el realizador asegura que su proyecto realmente “se trata del sojuzgado que es América Latina compitiendo con el mundo”.

Estas narrativas no son casualidad. La animación también permite facilita el mostrar a estos personajes como parte del pueblo que los idolatra. “Estuvimos con ellos trabajando cerca de tres meses en la preproducción”, rememora Alberto Rodríguez, director de  la ya mencionada AAA: Sin límite en el tiempo. “Nos dimos cuenta que era gente muy humilde, muy honesta, muy sincera y quisimos llevar esa misma postal hacia la película”.

Si la animación se ha convertido en el cuadrilátero perfecto es porque se trata de un espacio perfecto para plasmar la esencia de un deporte que combina realidad, sueños y fantasías de un modo único. Una arena que, por irónico que parezca, es capaz de despojar parcialmente a estos héroes y villanos del mundo real de sus máscaras. No las que ocultan el rostro, sino la esencia, permitiendo así la exhibición de sus caras más humanas. Esas que les han convertido en auténticos ídolos de la afición.