Radix

Figuras

Quirino Cristiani: Un pilar fundamental en la historia de la animación

Responsable del primer largometraje animado, la industria como la conocemos hoy día no habría sido la misma sin él.

9 de noviembre de 2022
Por Viridiana Torres
Quirino Cristiani: Un pilar fundamental en la historia de la animación
Compartir

Cuando se habla de pioneros animados, siempre salen a relucir nombres como Émile Cohl, Winsor McCay, Willis O’Brien y por supuesto Walt Disney. Afortunadamente cada vez son más los esfuerzos por reivindicar la figura de Quirino Cristiani, cuyas aportaciones desde territorio iberoamericana fueron decisivas para sentar las bases de la industria que conocemos hoy en día.

De nacionalidad italiana, pero de corazón argentino, nació el 2 de julio de 1896 en el pueblo de Santa Giuletta, pero su familia se mudó a Buenos Aires cuando él contaba con tan sólo cuatro años. La razón: la búsqueda de mejores oportunidades en América.

Quizá por esto sus padres se empeñaron tanto en que estudiara medicina, convencidos de que esta profesión le garantizaría una vida cómoda y sin necesidades. De poco sirvieron sus esfuerzos, pues desde muy joven mostró una gran afición por el dibujo, una pasión que definiría su vida y cambiaría el rumbo de la historia para siempre. Para saciarla tomó numerosos cursos, incluyendo algunos en la Academia de Bellas Artes que le ayudaron a pulir su talento. Fue así como empezó a realizar historietas y sátiras en diversos diarios, para finalmente en 1916 incursionar en el noticiero Actualidades Valle a cargo de Federico Valle, donde realizaba animaciones de humor político. Todo un logro para alguien que no paraba de soñar, pero que en ese entonces ignoraba que lo mejor estaba por venir.

Quirino Cristiani aprovechó este lapso para ganar experiencia en todos los sentidos, lo que incluyó el perfeccionamiento de su técnica e incluso el desarrollo de tecnología animada. Unos meses después pondría a prueba estas cualidades con su primer cortometraje, Intervención en la Provincia de Buenos Aires. Fue la antesala del que sería su paso a la historia: El apóstol.

Estrenado un 9 de noviembre de 1917, se trata del primer largometraje animado de todos los tiempos. Fiel al estilo narrativo exhibido en sus primeros años, es una sátira política centrada en el entonces presidente argentino Hipólito Yrigoyen y sus esfuerzos por erradicar la corrupción bonaerense. Su lucha le lleva al cielo donde cruza camino con los dioses romanos, aprovechando sus poderes para destruir la ciudad con el fin de reconstruirla desde cero. Aquí viene la vuelta de tuerca: el mandamás despierta de su sueño y no tiene más opción que resignarse a la realidad.

Producida por Federico Valle, con un guion de Alfonso de Laferrere y con gráficos de Diógenes Taborda, fue una genialidad técnica compuesta por 58.000 dibujos proyectados a 14 cuadros por segundo. También fue un éxito entre las audiencias, con casi un año de proyecciones. Un logro absoluto del que desafortunadamente no quedan registros. Ya llegaremos ahí.

Sólo pasó un año para que el cineasta regresara al largometraje con Sin dejar rastros. La historia aborda un suceso ocurrido durante la Gran Guerra, aún en curso por ese entonces, y que exploraba un conflicto entre Alemania y Argentina. Temerosas de las secuelas diplomáticas, las autoridades argentinas optaron por confiscarla, lo que evitó su popularización a pesar de su claro valor histórico.

La evolución narrativa continuó en los años siguientes con la realización de cortometrajes enfocadas en temas de actualidad, lo que incluía boxeo y futbol, pero también ciencia y medicina. Incursionó también en la publicidad, pero sin descuidar sus intereses particulares.

No fue sino hasta 1928 cuando la situación política en Argentina, marcada por la reelección de Hipólito Yrigoyen, le motivó a regresar a sus orígenes para su tercer largometraje. Y con ello, a dar un nuevo salto a la historia. Fue en ese año cuando comenzó la producción de Peludópolis, otra sátira que estrenada en 1931, fue el primer largometraje animado sonoro. Su hazaña que se vio opacada por un golpe de estado que interrumpió la realización del proyecto, por el pobre estado de ánimo de la población local y por la Gran Depresión. Irónicamente, también por el deceso de Yrigoyen en 1933, que motivó al realizador a retirar todas las copias de circulación.

El fracaso del filme y la dura competencia suscitada de Walt Disney hizo que Quirino Cristiani concentrara sus esfuerzos en los cortometrajes, realizados más a modo de pasatiempo que como un trabajo. A pesar de esto, regresó al terreno del largometraje por cuarta ocasión en 1938, un año después de Snow White and the Seven Dwarfs, con El mono relojero que debía marcar el inicio de una serie. La cinta emula al estudio estadounidense en el uso de acetato mas no en el color al ser realizada completamente en blanco y negro. Fue bien recibida, pero el proyecto no continuó. En 1941, realizó el corto futbolístico Entre pitos y flautas que ha cobrado gran importancia en la actualidad, mientras que su carrera animada concluyó con Carbonada estrenado en 1943.

Con altas y bajas, dos de los momentos más duros en la vida de Quirino Cristiani se dieron en 1957 y 1961, cuando un par de incendios destruyeron la mayor parte de su obra incluyendo El apóstol y dejando sólo algunos cuadros aislados que hoy son la clave para los que sueñan con hallar una copia. El único proyecto que se salvó de esta suerte fue El mono relojero tras haber sido conservada en los archivos de su productor, no del director. Esto, aunado a su distanciamiento cinematográfico, contribuyó a que el nombre del cineasta se difuminara con el tiempo. Falleció el 2 de agosto de 1984 en Buenos Aires, Argentina, con 88 años.

Pero la historia no termina aquí. En los últimos años han surgido numerosos esfuerzos por reivindicar la figura de Quirino Cristiani. Tal es el caso de los Premios Quirino de la Animación Iberoamericana, que nacidos en 2018, obtienen su nombre del pionero animado. A esto se suma la labor investigadora de numerosos historiadores cinematográficos, entre los que sobresalen el italiano Giannalberto Bendazzi y el argentino Raúl Manrupe. Este último es responsable de uno de los grandes hallazgos animados de los últimos tiempos, cuando una búsqueda en internet resultó en la localización de una copia de Entre pitos y flautas. Una suerte que ha renovado la esperanza de que El apóstol pueda ser reencontrado en un futuro no muy lejano.

Hoy día, el nombre de Quirino Cristiani resuena con más fuerza. ¡Pero todavía queda mucho por hacer! Desde Radix nos sumamos a la causa, orgullosos de que uno de los pilares más importantes de la animación mundial provenga del bloque iberoamericano.