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Entrevistas

Mesa redonda: El impacto del corto estudiantil

Keila Cepeda, Fabián Molinaro e Ita Romero comparten parte de sus primeras experiencias en la industria animada.

28 de junio de 2023
Por Staff
Mesa redonda: El impacto del corto estudiantil
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Por Viridiana Torres y Luis Miguel Cruz

El camino de la animación iberoamericana nunca ha sido sencillo, pero así como el presente ha demostrado que todo es posible, el futuro nos invita a soñar en todos los aspectos. Con industrias consolidadas, mayores apoyos y un abrazo total de las audiencias. Hay razones para creer y más al disfrutar del trabajo de jóvenes talentos como Keila Cepeda, Fabián Molinaro e Ita Romero, respectivos directores de Chimborazo, Papirola y Carlos Montaña.

A lo largo de los últimos meses, las obras realizadas por la tercia han pasado con gran éxito por algunos de los mejores festivales de nuestra región y del resto del mundo, cautivando en todo momento a las audiencias con historias sumamente poderosas. Producciones maduras, dotadas de identidad y con mensajes sumamente poderosos en torno al hogar perdido. Un recorrido que eventualmente les llevó a convertirse en finalistas a Mejor cortometraje de escuela en los Premios Quirino 2023.

Radix tuvo la oportunidad de hablar con la tercia en el marco del magno evento iberoamericano. Los cineastas compartieron con nosotros su entusiasmo por la animación, los retos enfrentados en el camino, así como algunas de las experiencias obtenidas en sus primeras inmersiones en esta industria.

 

¿Cómo es estudiar animación en Iberoamérica?

Keila Cepeda (KC): Yo creo que en cualquier sitio es igual de difícil, es al final algo que tienes que ponerte a aprender a base de práctica, práctica y práctica. Es algo que si no te apasiona del todo, pues no tira para adelante. Creo que es demandante pero es a la vez gratificante, así que es muy bonito eso.

Fabián Molinaro (FM): De Iberoamérica en general no puedo hablar, pero de España en particular sí. Creo que tuvimos muchísima suerte de estudiar donde estudiamos que fue el Máster de Animación de la UPV, donde hay muy buenos profesores. Pero sobre todo, que es la parte donde más se aprende, es de los compañeros. Es decir, de los profesores puedes aprender la técnica y tal, pero la facilidad que te dan todos los compañeros con ganas de aprender, con ganas de hacer cosas y que de repente encuentran soluciones, creo que es más fácil por ese tipo de vías que al final por las propias clases. Pero creo que es accesible poder estudiar animación y creo que se aprende bastante en clase.

Ita Romero (IR): Por suerte en Argentina hay varias escuelas de cine, pero tienen una formación muy general. En mi caso hice una licenciatura en cine y televisión con una sola materia anual de animación. Lo cual en porcentaje es muy poco. La formación se vuelve más de colaborar en proyectos de otros o en participar en algunas actividades o festivales. Uno va aprendiendo más en el hacer. Hay escuelas en Argentina, pero son muy poquitas, por suerte está habiendo más, pero en mi caso particular fue mucho autodidacta. Tuve la suerte de ir a una secundaria donde la orientación me dio una especialidad en animación y eso fue un gran disparador. Después en la universidad, lo que hice fue aprender el lenguaje de cine.

 

¿Cómo visualizan los apoyos a la animación iberoamericana?

IR: Es un mapa complejo. No me animo a hablar más allá de Argentina. Hay una cuestión de la demanda de la audiencia, hay que formar las audiencias y creo que ahí si tiene que estar el Estado. Hay que tener la posibilidad de poder estar en pantallas de cine. A la animación nos cuesta muchísimo. Tenemos como formato ejemplar el corto en Argentina y no tiene casi espacio de exhibición. [Se necesitan] políticas múltiples, como decir delante de cada largo va un corto y estaría buenísimo para el sector. Hay varios eventos [y] el público tiene muchas ganas. Lo que pasa es que a veces hay que saber hacerles llegar la información. Creo que hay mucho interés, sólo que es difícil competir en temas de comunicación con los pesos pesados que obviamente tienen otro capital. Creo que ahí es elemental el Estado. Por un lado es elemental que haya financiamiento para producir, pero también otro para difundir. Porque si no se producen un montón de cosas, en Argentina tenemos un montón de creaciones que son buenísimas, pero no se conocen y es una lástima.

KC: Creo que el asunto es que cuesta despegar. Que al final, muchas de las ayudas están orientadas para gente que ya tiene mucho nivel. Entonces, aparte de arrancar, creo que para los estudiantes es un poco más difícil. Creo que somos básicamente un caso de que vemos que se nos están dando oportunidades y estamos tanteando en este mundo por primera vez.

FM: Exacto, pero ese es el problema, que no siempre es el caso y hay gente que le cuesta mucho. Gente que no logra entrar definitivamente, porque encontrar trabajo y este tipo de cosas, suele ser complicado. Entonces lo que falta a nivel Iberoamérica quizá sea una infraestructura mayor de animación.

KC: O también creo que las leyes favorezcan un poco más para que se mejore. Porque todo tiene que ser una red, entonces si las leyes favorecen a que se incentive la distribución o se incentive a la creación, si todo va en la misma línea probablemente la cosa fluya mejor.

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Sus cortos tienen una simbología muy poderosa que apela al hogar y la pérdida, ¿cómo las concibieron y a qué atribuyen este punto en común?

FM: Lo mío es una anécdota más de carácter personal. Soy inmigrante, vine [a España] hace exactamente 16 años y cuando estábamos en el máster nos propusieron contar una anécdota traumática o que nos chocara en algún momento de nuestra vida. Y me tocó salir a explicar algo y expliqué un poco el proceso de la inmigración, un poco cómo había sido, las cosas que sentía… Pero claro, me di cuenta de que era una cosa que no tenía superada del todo. Fue como una terapia exprés y en el tren me puse a pensar un poco en el proceso y me acuerdo lo mucho que me dolió. Recuerdo que una vez, en el proceso de tirar las cosas, de venderlas, habían dejado mis juguetes en el suelo del pasto del patio y me habían dicho que agarrara dos o tres, pero que el resto los íbamos a tirar o donar. Pensé ‘y no podemos hacer una maleta sólo de juguetes’. Pero claro, la pregunta era tan tonta, tan estúpida y tan básica que ni siquiera alguien de diez años… o sea, me dio vergüenza hacerla. Y claro, esa pregunta se quedó conmigo, la olvidé, pero al estar en clase e intentar recordar el proceso, me acordé de la pregunta y dije cómo se podría hacer una maleta de las cosas de la casa, pues doblándolo como si fuera ropa y a partir de ahí pensé que era un buen concepto. Se me vino enseguida una imagen del corto, que creo que es la más potente del corto, que es cuando se abre la puerta y se ve la realidad a la que se tiene que enfrentar. Fue lo primero que se me vino a la cabeza y pensé esto es algo que puede llegar a más. Quería contarlo por eso. Porque últimamente hay un renacer lamentable de la xenofobia y del miedo al extranjero. Políticos que hacen un discurso sobre el tema y que denota falta de empatía. Nos propusimos hacer el corto con el objetivo de que un niño lo pudiera entender y pudiera empatizar con el personaje para intentar hacer entender a la gente que la inmigración no es un cuento.

IR: No lo había pensado en esos términos, pero creo que es algo que a nuestra generación nos atraviesa. Somos una generación, hay un libro por ejemplo que se llama Creo que nunca me voy a poder comprar una casa, quizá no es sólo un problema de Latinoamérica. La vivienda propia es una cuestión, pero no sólo la vivienda, sino la estabilidad. La estabilidad que tenían otras generaciones de pensar un trabajo para toda la vida, de pensar en un lugar en el que te asentás para vivir para siempre. Nuestra generación está atravesada por otros problemas y creo que por eso reflexionamos en algún punto sobre qué denominamos hogar, dónde está la casa por así decirlo.

KC: Yo sentía que la historia de los hieleros de Chimborazo, la historia de esa tradición, al estar tan al borde de la extinción porque ya es algo que no se hace, merecía ser inmortalizado de alguna forma, entonces creo que la animación es un arte que honra las cosas de muchas formas y nos da tantas libertades de expresar las formas, entonces para mí era muy importante contar esta historia del sitio de donde soy.

 

¿En qué se basaron para la construcción de sus personajes?

KC: Por mi lado, creo que Chimborazo, por más que sea la historia de un sitio en específico, termina siendo un caso común. Mucha gente me ha dicho ‘mi abuelo tenía esta tradición y ya no puede hacerla’. Es esta persona mayor que se siente un poco frustrada, que no puede alcanzar el ritmo de la modernidad. Mucha gente lo ha sentido como su abuelo. Es Baltazar, que está inspirado en el último hielero del Chimborazo que es un personaje real que a día de hoy, creo que tiene 78 años y sigue subiendo por hielo. Por otro lado, hicimos un análisis intensivo de la fauna y la flora, para representar esto fue el personaje secundario de Candela, la llama. Queríamos un elemento que representara el escenario.

FM: Son tres arquetipos muy diferenciados. El niño que representa lo que tuve que vivir, lo que vivieron mis hermanos. La madre representa la figura paterna. Había que resumir bastante los personajes, entonces la figura de responsabilidad terminó siendo la madre. Y Papirola que es una casita representa el hogar. Un poco partiendo de los arquetipos fue de donde sacamos nosotros los personajes.

IR: En el caso de mi corto, está basado en una historia de mi viejo, pero para él siempre es un lugar muy importante su Tucumán donde él se exilia y se transforma en su casa durante ocho años, y es una casa que no tiene límites, digamos, porque es el monte. Lo que hicimos fue un proceso de entrevista e investigación, y después decidimos algunas cosas sostenernos y otras desapegarnos porque entendimos que la historia tenía que ir un poco más allá de lo personal. Es más, me ha llevado a discusiones con mi propio papá porque no se veía reflejado en algunas cosas. Pero bueno, me parece que interesante cuando uno puede proponer una mirada sobre el otro, aunque al otro por ahí no le guste tanto.

 

¿Qué recomendaciones darían a todos aquellos que quieren estudiar o dan sus primeros pasos en la animación y que hoy los ven como referencia?

IR: Número uno para mí es ver cine, ver mucho cine. No quedarse en lo que veo, la prenoción o el miedo de ‘no voy a entender’. Para mí es importante entrenar el ojo. No te das cuenta, pero lo terminas trasladando a tu proyecto y a tu gusto, digamos porque no vas a poder ver todo, pero sí vas afinando lo que te gusta ver. Lo otro es pertenecer a la comunidad. Vincularte con otras personas que hagan animación, ilustración… que te ayuden a crear en colectivo, porque al menos en Latinoamérica las condiciones siempre son un poco hostiles.

FM: Ser una persona abierta con las ideas de los demás. Creo que pasa en varias partes del arte, que cada artista puede tener su ego, puede tener su manera de hacer las cosas y dentro de eso todos podemos ser un poquito orgullosos. Hay veces que [lo nuestro] está bien realmente, pero que hay otras personas que también lo hacen bien y que lo hacen de maneras diferentes. Parte del proceso y parte de la gracia del asunto es encontrar las ideas de los demás y encontrar el punto común. El consejo que les doy es no estar tan orgullosos de lo propio y abrirse a los demás.

KC: Además darse cuenta de que es un proceso donde estamos aprendiendo. Muchas de las cosas que vamos a hacer no van a ser las definitivas y vamos a tener que volver a intentar y volver a intentar. No pelearse con esta situación porque es algo que es inevitable.

FM: Claro. Y dar la oportunidad a uno mismo y a los demás de equivocarse. Porque en el proceso de aprender no hay un camino perfecto. Hay veces que hay planos que no sabemos cómo hacer, hay cosas que no sabemos cómo evitar. Y hay veces que por miedo, por alguna situación diferente, no nos queremos hacer responsables de los errores o no queremos admitirlos. Pero es proceso natural el equivocarse y creo que dejarse equivocar también es una cosa que hay que aprender en el proceso y que es muy importante tener en cuenta.