Irene Iborra: «La vida es un rodaje continuo»
La directora española comparte su sentir tras la cálida recepción en Annecy.
17 de junio de 2025Por Viridiana Torres

La animación española continúa enamorando al mundo, esta vez desde el stop motion, con Olivia y el terremoto invisible. Irene Iborra se estrena en el largometraje con una obra honesta y entrañable que señala la crisis de vivienda que ha aumentado de manera alarmante, y que apuesta por el diálogo y la comunidad como una solución para enfrentar el conflicto. El filme celebró su estreno mundial en Annecy 2025 con una ovación de pie que marca el inicio de una nueva historia de éxito para nuestras industrias.
Radix habló con Irene Iborra en el marco del Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy. La cineasta compartió su proceso de transformación durante la producción, los aprendizajes obtenidos y el modelo de trabajo que combinó artistas consolidados con nuevos talentos del stop motion. Todo esto mientras deja ver que Olivia es solo el principio.
El largometraje animado español ha florecido en este siglo XXI, pero el stop motion se mantenía como una cuenta pendiente. ¿A qué lo atribuyes?
Son proyectos, digamos que complejos, porque necesitan mucho tiempo, mucho dinero, mucha gente. No es no es porque no haya el talento, es más una cuestión de producción, de encontrar los socios adecuados. Por ejemplo, en Olivia y el terremoto invisible hay muchas productoras, somos siete u ocho productoras, ahora he perdido hasta la cuenta. Es decir, son cinco países involucrados, con lo cual, juntar a toda esta gente y encontrar el dinero necesario, pues no es una cosa fácil.
¿Crees que Olivia y el terremoto invisible cambiará esta situación?
Espero que sí. Espero que de alguna manera se quede demostrado que se puede hacer, que si nos asociamos y nos ponemos de acuerdo, se puede hacer. Sí, sí, porque el talento está.
La película combina talentos experimentados como Cesar Díaz y Tim Allen, pero también cuenta con gente joven que está empezando. ¿Cuál crees que sea la importancia de este modelo de trabajo?
A mí me parece la forma ideal porque es combinar un poco la experiencia y el saber hacer de profesionales con mucha trayectoria, con mucho talento. Y trabajando juntos con jóvenes se hace una transmisión de esta experiencia, lo cual encuentro muy interesante. Yo soy profe en un máster en Barcelona, en un máster de stop motion de BAU y de ahí ha salido también mucha gente que ha trabajado en la película. Entonces de alguna manera, entre la educación, la gente experimentada, estos talentos jóvenes que salen ahora tienen ahora un caldo buenísimo para aprender y para empezar a rodar y para de alguna manera, expandir el tejido del stop motion.
Siempre has dicho lo mucho que Ma vie de Courgette impactó en la creación de esta obra, ¿también hay influencia del stop motion latinoamericano?
Empecé a hacer stop motion por un corto ruso de Garri Bardin y todo lo que es los cortos de Europa del Este, de [Jan] Švankmajer. Es verdad que luego si empiezas a investigar, hay como un reflejo de esto mismo en en Latinoamérica. Entonces, realmente las influencias creo que han ido viniendo de todo el mundo porque es verdad que en Latinoamérica hay un imaginario en stop motion muy fuerte también, muy interesante. Entonces todo esto se ha ido juntando. La vida de Calabacín, digamos que fue porque es un proyecto muy similar a al mío, entonces fue lo que de alguna manera hizo que yo pensara que era posible hacerse.
Actualmente se vive una crisis de vivienda muy fuerte en España y en otros países del mundo. ¿Cómo crees que Olivia y el terremoto invisible pueda potenciar el diálogo en torno al tema?
Espero que sobre todo sirva para, de alguna manera, hacer conscientes a tanto a los niños como a los padres, pero sobre todo a los niños cuando se encuentran con compañeros en esta situación. Es decir, que se pueda hablar, que no haya esta lacra, minimizar la vergüenza que uno siente cuando está en situación así. Poder hablarla y que eso no sea un estigma entre los niños. Entonces, si la película sirve para esto, para mí sería fantástico.
¿Cómo viviste la ovación de pie en Annecy?
La verdad es que no me la esperaba en absoluto. Entonces fue una sorpresa. Me sobrepasó un poco porque no me lo esperaba. No me esperaba esta conexión con el público y me pareció preciosa. También como el proceso ha sido muy duro y muy largo fue una manera de una manera de sanar poco a poco estas heridas vitales del proceso con lo cual fue realmente sanador, precioso. Recibir todo este amor es maravilloso.
Cada vez hay más mujeres que se incorporan al largo animado. ¿Qué le dirías a las directoras sobre la importancia de seguir adelante en estos proyectos?
No soy muy partidaria de dar consejos, pero a nivel de experiencia, sí que es verdad que ayer mismo hablaba con una de las animadoras de mi película que ahora está dirigiendo un cortometraje y me decía “me estoy encontrando con esto, con lo otro” y yo le decía “pues mi experiencia es esta”.
Una de las cosas para mí más importantes es amar tus errores porque son tuyos. Amar tus errores en el sentido de no darle a los demás el poder sobre sobre tus procesos a través de tus errores. Es decir, que no se apropien de tus errores para atacarte. Cómo te equivocas no es para estar orgulloso, pero sí amar los errores porque son tuyos, son parte de ti y son parte de tu proceso de aprendizaje. A ser posible no entrar en culpabilidades, en fustigamientos, en auto boicots. Esto es una de las cosas más difíciles y es una cosa que es con una misma, porque luego al entorno no lo puedes controlar. Para mí sería una de las cosas más importantes, quererse mucho durante todo el proceso a pesar de que sabes que te vas a equivocar porque forma parte del aprendizaje. Y que te van a salir cosas no exactamente como tú las querías, que no vas a estar complaciendo a todo el mundo, que no vas a estar en buenos términos con todo el mundo porque no es posible. Y entonces con esto ir adelante con los mínimos complejos posibles y si hay si hay que meterse una torta con la peli que hagas, te la metes y te la metes contenta y consciente de que estás aprendiendo y que todo esto es la vida, un rodaje continuo.
¿Qué sigue para Irene Iborra?
¡Uf! La verdad ahora mismo es que estoy, estoy que no puedo más [ríe]. Estoy muy desbordada, muy cansada, muy exhausta. Entonces ahora voy a acompañar la película a festivales. Que esto es un placer, además después de este recibimiento, todavía más. Entonces, los planes futuros de momento son acompañar la película en festivales, tomar unas vacaciones merecidas y luego veré un poco qué hago. Sí que es verdad que ya empiezan a surgirme pequeñas ideas, que digo ¡espérate, espérate! [Ríe] A mí misma me digo, no me estreses, no me estreses, pero bueno, de momento necesito un poco respirar porque ha sido muy complejo y muy largo. Entonces necesito un poco respirar.
Da un poco de miedo también lo de decir que no tengo nada a continuación. De hecho, lo hablábamos en Les Femmes s’Animent, los encuentros de mujeres aquí en Annecy, que la rueda te fuerza, que estás promocionando una cosa y ya estás metida en la siguiente. Da un poco de miedo cuando esto no es así, pero bueno, en mi caso no es así. Me da miedo igual, pero al mismo tiempo me doy cuenta de que necesito un poco de descanso.
¿Volverás al largo?
A mitad de este proceso, un poco más de la mitad, yo decía que esto era el primero y el último, pero además lo tenía clarísimo [ríe]. Ahora poco a poco es esto, que se van un poco sanando las heridas, y entonces digo “¿por qué no?” [ríe] No te digo “sí, ya, venga”. Pero, ¿por qué no? Ahora que tengo toda esta experiencia y todo este saber hacer, ¿por qué no utilizarlo? Pero vamos, ya te digo que entre medio tiene que haber unas vacaciones buenas.