¿Cómo se hace una película híbrida? Con Abraham López Guerrero
El director de Blue & Malone: Casos imposibles revela cuáles son los retos y las oportunidades detrás de las películas que combinan animación y acción real.
1 de junio de 2022Por Luis Miguel Cruz
Películas como Who Framed Roger Rabbit? y Cool World crearon la falsa idea de que los títulos que combinan personajes animados y de acción real, comúnmente referidos como híbridos, eran algo novedoso. Puede que lo fueran en muchos aspectos, pero lo cierto es que se trata de una técnica tan añeja como la animación misma. Tanto, que hay quienes consideran que sus bases se remontan a 1914 con Gertie the Dinosaur que reaccionaba ante las audiencias en un vodevil interactivo.
Han sido muchos los híbridos a través del tiempo, que van de Saludos Amigos (1943) a Chip n’ Dale: Rescue Rangers (2022) y pasando por propuestas tan variadas como Mary Poppins (1964), Scooby-Doo (2002), Ted (2012) y Paddington (2014). Incluso hay debates sobre si cintas como Avatar (2009) deberían ser dotadas con la etiqueta por su alta carga animada.
Iberoamérica nunca ha sido una excepción a esta tendencia. Pioneros como el mexicano Fernando Ruiz y el colombiano Fernando Laverde recurrieron a ella de manera recurrente en los 60 para la elaboración de comerciales. El primero además la aprovechó para la película El duende y yo (1961) que fuera protagonizada por Germán Valdés ‘Tin Tan’.
Sin embargo, esto para nada significa que sea la práctica más común, lo que suele generar dudas en torno a los procesos necesarios para su realización. Para resolverlas hablamos con uno de los mayores especialistas de la región, Abraham López Guerrero, ganador del Goya a Mejor cortometraje de animación por el híbrido Blue & Malone: Casos imposibles (2019) sobre una periodista en crisis que se reencuentra con los amigos imaginarios de su infancia. El cineasta es tajante al asegurar que el mayor reto de estos proyectos es el hecho de que “te tienes que enfrentar a todas las dificultades técnicas de la animación y todas las dificultades técnicas de la imagen real”.
Por esto mismo hablamos de cintas para cuya realización “necesitas tener un equipo de producción de imagen real muy potente, que también entienda a la animación y necesitas tener un equipo de animación muy potente que también entienda las necesidades de imagen real. Es como una especie de historia de amor entre los dos equipos. Eso es complejo”.
Vaya que sí. Especialmente cuando consideramos que este primer paso va más allá de lo técnico e implica superar incontables prejuicios que se extienden desde el interior de la industria hasta el grueso de las audiencias: la falsa premisa de que la animación no es cine. Es necesario que “la gente de imagen real empiece a mirar a la animación de tú a tú, al mismo nivel. Son procesos que se tienen que dar”.
Una doble producción de este tipo es casi como hacer dos películas. No sólo en términos técnicos y creativos, sino también en los económicos. Para reducirlos lo más posible es necesaria una planeación sumamente meticulosa que garantice la mayor organización. No hay margen para la improvisación: “sólo hay un orden posible para hacer las cosas, no se pueden de manera distinta. Tienes que primero tener la planificación, después tienes que rodar y luego animar”.
Todo esto hace que el propio Abraham López Guerrero regrese a su punto de inicio para aclarar que “son dos películas, pero en realidad es un sólo mundo y tiene que tener continuidad”.
Aunque eso sí, el cineasta asegura que los híbridos también tienen ciertas ventajas económicas en comparación con las producciones completamente animadas, las cuales contribuyen a que los presupuestos resulten más o menos similares al final del día. Esto porque “lo que en un lado te estás ahorrando en un montón de render, en un montón de modelado, en un montón de animación, lo estás aumentando en rodaje con más postproducción […] Dependiendo de las calidades y de las ambiciones no tiene por qué ser más caro una técnica que la otra. Lo que ganas por ahí lo pierdes”.
Apoyos, financiación y distribución
Las dificultades económicas de un híbrido iberoamericano no se limitan a la producción, sino que incluyen toda la búsqueda de financiación. A diferencia de los grandes estudios norteamericanos, muchas de las producciones animadas del bloque obtienen su presupuesto de diversos estímulos y apoyos públicos que no suelen contemplar proyectos de esta naturaleza, sino que suelen enfocarse en películas animadas o de acción real. En otras palabras, la burocracia puede ser un importante obstáculo.
“Esto es un impedimento”, asegura el director de Blue & Malone: Casos imposibles. “Lo que hay que hacer es intentar negociar, intentar que entiendan”.
Para ello es importante tener bien definidos los porcentajes, lo que puede ser de gran ayuda para definir la modalidad. “En mi caso más del 75% es animación. Entonces intentamos tratarla como películas de animación. Pero es verdad que es complicado. No hay una ayuda para películas híbridas, no existe. Nosotros vamos por animación, pero es verdad que tenemos necesidades de localización, rodaje, que no están contempladas”.
Esta situación también puede entorpecer la distribución en festivales, así como los reconocimientos durante la temporada de premios. Dilemas poco recurrentes en el bloque iberoamericano por el número tan limitado de producciones, pero cada vez más recurrentes en certámenes de carácter internacional. Si no nos creen pregunten a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos que cada año recibe más presión de un público que insiste en el reconocimiento de los personajes digitales.
De la acción real a la animación y viceversa
En una industria que se ha empeñado en segmentar a los directores especializados en animación y en acción real, es imposible dejar de preguntarse cuál es la mejor vía para incursionar en el híbrido. ¿Puede un cineasta animado incursionar con la realidad y viceversa? ¿O es que el híbrido es una especialización en sí misma? La pregunta se torna todavía más compleja tras lo sucedido en Who Framed Roger Rabbit?, cuyos procesos animados eran tan elaborados que debieron contar con el respaldo de un especialista como Richard Williams. Más de un crítico cultural ha asegurado que el éxito de la cinta se debe a él y no al director general Robert Zemeckis.
Abraham López Guerrero no coincide con nada de esto y piensa que cualquier cineasta puede incursionar en el híbrido sin importar sus antecedentes. Aunque eso sí, advierte que realizadores invariablemente se toparán con adversidades de la modalidad con la que estén menos familiarizados. “Creo que requiere adaptación, conocimiento y humildad. Todos los directores de imagen real que saltan a animación se han topado con una frontera importante a la hora de ver lo que pueden y lo que no pueden hacer. No puedes improvisar, no es tan espontáneo, no puedes tirar dos minutos de un plano porque no te ha gustado y volver a hacerlo entero. Tu capacidad de improvisación es muy limitada o tiene que estar muy, muy acordada con producción. Lo que les vuelve loca a la gente de imagen real son nuestros tiempos”.
En el caso de los directores de animación está el reto de dirigir a los actores. Muchos de enorme talento han admitido abiertamente lo difícil que les resulta actuar con algo que no está ahí. Tal fue el caso de Natalie Portman con Star Wars donde casi todo era pantalla verde o Emilia Clarke en Game of Thrones cuyos dragones no eran sino calcetines antes de pasar a posproducción. Por eso el responsable de Blue & Malone: Casos imposibles insiste en que uno como director tiene que facilitar hasta donde sea posible la labor de sus intérpretes. En su caso, lo hizo con modelos a escala de Mortando y Gato que orientaban la mirada de Aura Garrido y le permitían visualizar mejor su interacción con ambas criaturas. “En el momento en que entró en el set y vio a las criaturas iluminadas se le saltaron las lágrimas. Y yo justo dije: Ahora, ahora hay que rodar”.
No fue la única beneficiada de una decisión que, si bien aumentó los costos, contribuyó enormemente a los buenos resultados del cortometraje. “Construí esas criaturas para mi actriz, pero también para mis técnicos de iluminación, de foto… También para mis animadores, para que vieran cómo estaban los personajes en el set. Yo creo que hay que construir. Pasamos un momento en el que pensábamos que el 3D lo iba a sustituir todo y creo que estamos volviendo de esa ola”.
Tomando en cuenta que las películas híbridas tienen algunos desafíos adicionales en comparación con las puramente animadas o de acción real, pero que están muy lejos de ser proyectos imposibles, ¿qué posibilidades hay de que su realización sea cada vez más recurrente en nuestra región? El director no se aventura a dar una respuesta concreta, pero confía en que “todo irá poco a poco”, potenciado además por la riqueza narrativa y cultural que siempre ha caracterizado al bloque.
“Una cosa que me parece alucinante de Iberoamérica es la creatividad tan alucinante que hay, la mitología tan enorme que tiene. Sólo pensando lo que podría hacerse con su propio imaginario, ya dan ganas de decir ‘¡despertad y haced productos híbridos!’, porque serían maravillosos, ¿no? Y serían totalmente distintos. El imaginario que tiene Iberoamérica cuando se aleja totalmente del norte y de Hollywood es increíble”, concluye, “es alucinante. Entonces, claro que se puede, claro que es posible. Estoy seguro de que lo veremos”.