Radix

Desde la raíz

¿Cómo se hace stop motion con polvo metálico? Con Carlos Gómez Salamanca

El director de Yugo nos revela cuáles fueron algunas de las mayores adversidades que enfrentó para la realización de su ambicioso cortometraje.

23 de agosto de 2022
Por Luis Miguel Cruz
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¿En qué piensas cuando escuchas el término stop motion? Seguramente en producciones, ya sean cortometrajes, series o películas, realizadas con distintas masas o en su defecto con figuras. En ambos casos, la ilusión de movimiento se logra con cambios sutiles en la posición de los objetos fotografiados. Esta modalidad es la más común, pero para nada es la única, ya que hay muchas otras variantes que incluyen todo tipo de materiales. Pocas tan inusuales como la técnica usada por Carlos Gómez Salamanca para la realización de Yugo, cortometraje colombiano que se decantó por el polvo metálico con el fin de dar una apariencia más industrial a su obra.

Radix habló en exclusiva con el cineasta colombiano, quien nos compartió todos los detalles del proceso. Una apuesta compleja en varios aspectos, empezando por el hecho de que el polvo metálico no es un elemento común para hacer animación. Por eso, el cineasta se respaldó en lo más cercano, la arena. “Hay toda una tradición, fue lo primero que pensé. Hay varias experiencias de animación con arena”. Sin embargo, los retos para lograr la ilusión de movimiento eran distintos. “La arena deja algunas huellas de las cosas manuales, como algunas montañitas que generan algunas sombras y tienen como un ruido, como acumulativo que no iba con la línea y la historia”.

El material también implicó la construcción de máquinas manuales que permiten “fotografiar este polvo y eliminar los excesos, una serie de sistemas para luego lograr que cada fotograma fuera fotografiado en unas condiciones óptimas”. Casi suena sencillo, pero no lo es, al grado que llegar a este punto bien podría considerarse una victoria.

Las adversidades del material elegido

La obtención del material base tampoco fue sencilla. La producción se apoyó de lleno en las historias relatadas que se ubican en zonas muy concretas de Bogotá (Colombia) para la realización de un mapeo industrial. “Allí empezamos a recoger este polvo”, nos explica el cineasta, “que es un polvo que a veces venden o regalan en función de lo sucio que esté, porque es un polvo que sobra de los procesos de pulimento”.

Esto mismo añadió un nuevo elemento simbólico a Yugo, ya que “toda esta historia también tiene que ver un poco con eso, con brillar, con pulir algo, un poco como la idea del progreso, ya que uno tiene que pulir y trabajar mucho para que quede reluciente al final. Siglos de pulimento”.

El problema fue que, al tratarse de un material sumamente fino, este cambiaba rápidamente con el entorno. “Había unos polvos que eran muy amarillos, se oxida fácilmente, nos pasó con las primeras [pruebas]”.

Lejos de desecharlo, la producción lo aprovechó de lleno para su narrativa. “Era un poco más negro, más terroso. Empezamos a hacer la parte del campo [que] tiene un colorcito diferente. Después, en el auge del proceso de colonización, tratábamos de equilibrar los diferentes tonos. Rápidamente había que tomar decisiones sobre el comportamiento químico, había comportamientos inesperados, pero en general se mantenía poco”.

Ejemplo de ello es que “las sombras debían ser con un polvo más pequeño y más oscuro que tuviera, digamos, oxidación, y las luces con un polvo especialmente [brillante] como de aluminio”.

El uso de polvo metálico también implicó una serie de precauciones importantes que no son necesarias en el stop motion convencional. El cortometraje se refiere de manera importante a los problemas de salud provocados por la industrialización y para evitarlos, la producción fue especialmente cuidadosa con el trato a los materiales empleados, lo que incluyó el sellado de las máquinas.

Minimizando errores

Finalmente, el stop motion tiene fama de ser una técnica compleja y meticulosa en la que el más mínimo error puede afectar una escena entera. En el caso de Yugo, Carlos Gómez Salamanca enfatiza que se trata de una animación “costosa, esa cantidad de procesos manuales en cada fotograma, hacen de la producción un proceso que si bien es muy particular, también es… digamos que no nos podíamos dar el lujo de perder demasiadas secuencias”.

Fue por esto que la producción debió ser especialmente cuidadosa y estableció un estricto proceso de controles que “hacían que detectara más errores en la fase inicial y muy pocos ya casi llegaban a la fotografía. Revisábamos a diario lo que se fotografiaba, estábamos dos o tres ahí, y preferíamos devolverlos en el momento para hacer las correcciones para tratar de llegar lo más limpios posibles al final”.

Al final, todos estos esfuerzos valieron la pena. En lo narrativo, Yugo es una potente crítica al capitalismo y la industrialización (puedes leer nuestra crítica aquí). En lo técnico, es una apuesta única, tan peculiar que por momentos incluso es difícil darle la etiqueta de stop motion. Algo que poco importa al cineasta quien, si bien la cataloga dentro de esta técnica, prefiere considerar que su proyecto es más bien “una obra de documental, de animación y de cine”.