Crítica: Proceso de selección
Carla Pereira concibe con enorme destreza cuatro minutos que son tan eternos como fascinantes.
12 de febrero de 2022Por Luis Miguel Cruz
Carla Pereira se ha convertido en muy poco tiempo en una cineasta a la que vale la pena seguir de cerca. Ya sorprendió en 2019 con Metamorphosis, su debut que codirigido por Juan Fran Jacinto, fue acreedor a una nominación al Goya en la categoría de Mejor cortometraje de animación. Ahora vuelve a demostrar su maestría con su primer proyecto en solitario, Proceso de selección.
Aunque la historia es precisamente lo que anticipa en título, para nada nos prepara para lo que vemos en pantalla. Un felino en una entrevista de trabajo donde sus aptitudes son valoradas por tres ratones cuya actitud hacen que todo se vuelva cada vez más molesto y desgastante. Suena como una historia sencilla, cuando lo cierto es que su adecuada ejecución requiere una enorme destreza narrativa y técnica.
En el caso de la primera, la escritora y directora se debe completamente a una trama que no debe extenderse más de lo necesario. Asentada sobre un humor ácido e irónico, son cuatro minutos que se sienten eternos, algo que para nada debe ser visto como un fallo, pues es una enorme y arriesgadísima fortaleza al ser de algo deliberado con lo que se contribuye a la sensación de incomodidad del personaje central. La identificación es tal que resulta casi imposible no desesperar con la última muestra de desinterés por parte de los entrevistadores.
Esto no significa que Proceso de selección se decante por la ruta de la monotonía ni que renuncie a los momentos asombrosos. Como prueba un inolvidable monólogo a cargo del entrevistado con el que Pereira refleja el desencanto que aqueja a la sociedad contemporánea y que va del aislacionismo a la automedicación. Una introspección que se potencia con una técnica sobresaliente dotada de transiciones fascinantes que conducen de lo surrealista a lo trágico.
Técnicamente es la secuencia más ambiciosa de todo el corto, que sin embargo está plagado de pequeños detalles que contribuyen a la causa narrativa con sutileza y sin necesidad de opacarla. Esto puede apreciarse desde los primeros instantes con un diseño de producción plagado de opuestos como son los mensajes motivacionales en muros virtualmente abandonados, el posicionamiento de la cámara que empodera a los roedores y encajona al felino, una simetría apenas quebrada que genera una sensación de malestar y una paleta de colores estridente que dispara la incomodidad visual y cuyo contraste con el protagonista lo deja completamente fuera de lugar.
A esto sumemos el modelado y el posicionamiento de los personajes. El primero resalta con una tercia ratonil que parece extraída de la obra de Picasso. El segundo se manifiesta en la elegancia wesandersoniana con la que el entrevistado demuestra su pesar aun cuando queda claro que está a punto de estallar.
Tampoco nos olvidemos del sonido, o como en este caso, la ausencia del mismo. Y es que el uso del silencio es un arte poco aprovechado que Proceso de selección explota con gran efectividad para enfatizar aún más la tortuosa experiencia del gato. Esto reforzado además con diálogos que exaltan todavía más la monotonía e indiferencia de los entrevistadores
Resulta increíble que se pueda lograr tal despliegue de talento en tan solo cuatro minutos. Ya lo dijimos al inicio: hay que seguir muy de cerca la obra de Carla Pereira, ya que podríamos estar ante una de las carreras animadas más fascinantes de los próximos años.