Crítica: One-Way Cycle
Alicia Núñez Puerto demuestra las razones por las que la animación es arte, al tiempo que se posiciona como una de las voces más poderosas en la animación iberoamericana contemporánea.
14 de julio de 2025Por Viridiana Torres
El debut realizador de Alicia Núñez Puerto con La primavera siempre vuelve dejó ver un excelso tratamiento en la exploración de temas como las relaciones familiares, los amores marcados por las distancias y los dolores que habitan en nosotros, esos que no desgarran, sino que se manifiestan continuamente con pequeños pellizcos en el corazón. En su retorno a la dirección con One-Way Cycle, la española retoma estos intereses desde enfoques distintos, aunque igual de entrañables, para luego combinarlos con una serie de elementos que dejan ver su madurez como artista.
Al igual que el primero de los cortos, One-Way Cycle muestra a su protagonista lidiando con el adiós de un ser querido, pero con la diferencia de que esta última separación no se da durante el desarrollo de las acciones, sino en los primeros minutos. Más curioso es que el pesar se convierte en franca agonía porque la partida coincide con una serie de dolores menstruales que acompañan la despedida.
Es importante enfatizar que la cineasta nunca pretende equiparar los dolores del alma y del cuerpo, sino unirlos para dejar a la joven desprotegida ante el sufrimiento. Uno que se manifiesta de distintas maneras y, sobre todo, de un modo tan paulatino que envuelve al personaje casi sin darnos cuenta. Las imágenes la muestran retorciéndose y perdiendo los colores ante las punzadas que golpean como rayos, mientras que los escenarios se tornan cada vez más oscuros, ensombrecidos ante la amenaza de nuevas tormentas.
El aura de desesperanza aumenta con las miradas acusadoras que rodean a la protagonista cuando la sangre mancha su ropa y los caminos por donde pasa. Y por supuesto, la soledad que aumenta las penas al no tener apoyos con los que enfrentar este paso a la madurez, lo que invariablemente hermana el dolor menstrual con el de la ausencia, al tiempo que la motiva a emprender un viaje en busca de un nuevo hogar. Es aquí donde la historia alcanza un segundo nivel de lectura que eleva aún más sus virtudes.
El arte ha sido clave para erradicar los estigmas en torno a la menstruación, con la animación jugando un rol decisivo en la tendencia desde hace más de medio siglo. Basta recordar que Walt Disney produjo en 1946 el corto The Story of Menstruation, que en 2015 fue seleccionado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por su “significancia cultural, histórica o estética”. Iberoamérica también ha contribuido de manera importante en estos esfuerzos con títulos como Carne, de Camila Kater, y Sex Symbols, de Paloma Mora, que han abordado el tema desde distintos frentes.
Ahora Alicia Núñez Puerto hace lo propio desde una doble vía, ambas valientes y originales. La primera es con la representación directa a partir de la sangre que emana, pero sobre todo, que permanece. Así se aprecia en las prendas de la protagonista, con manchas que no pueden ser eliminadas y otras que crecen cada vez más. A pesar de la vergüenza que manifiesta por momentos ante la situación, la joven termina por aceptar e incluso abrazar el ciclo, en una aceptación de su naturaleza femenina.
La segunda, más arriesgada aún, se da con el uso de sangre menstrual real como herramienta de trabajo. Las artes pictóricas han empleado distintos fluidos corporales a través del tiempo como forma de expresión, y ahora la realizadora aprovecha esta misma práctica como “una declaración de intenciones” que contrasta los viejos tabúes con la belleza de un líquido que representa la vida misma, aun cuando sus valores simbólicos hayan sido usurpados. Un tratamiento que sale a relucir en una escena de tintes poéticos en que la protagonista nada rodeada por el plasma que se mueve libremente a su alrededor, en una especie de danza acuática que aprovecha el Ave María de Franz Schubert como telón de fondo.
One-Way Cycle se alza como una de esas obras que demuestran con creces las razones por las que la animación es arte. Un corto regido por la belleza narrativa y artística, pero también por su carácter provocador en un esfuerzo por hacer del mundo un lugar mejor. Es, asimismo, un paso decisivo en la carrera de Alicia Núñez Puerto, quien con apenas dos cortos dirigidos se posiciona como una de las voces más poderosas en la animación iberoamericana contemporánea. Una que es capaz de señalar los distintos dilemas que han aquejado a la sociedad por generaciones, aunque sin perder el toque reconfortante con el que captura la complejidad de un mundo en el que el dolor es capaz de coexistir con la esperanza.