Radix

Críticas

Crítica: Águila y Jaguar: Los guerreros legendarios

Aunque tiene algunas flaquezas, cumple su objetivo de integrarse a la revolución animada de México y todo el bloque iberoamericano.

27 de septiembre de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Águila y Jaguar: Los guerreros legendarios
Compartir

La consolidación de una industria animada es más que un alto número de producciones. Implica estudios sólidos que funcionen como semilleros de artistas, historias dotadas de una esencia propia y la capacidad de realizar proyectos en todo tipo de técnicas. Águila y jaguar: Los guerreros legendarios contribuye a que la animación mexicana lo haga posible de muchas maneras, empezando por los altos riesgos que toma.

La película debut de KoolToon y ópera prima de Mike R. Ortiz se une a la cada vez más larga lista de proyectos iberoamericanos centrados en culturas originarias. Destaca que no lo hace desde el tradicionalismo, sino desde la innovación, con una historia que toma numerosos elementos prehispánicos y los empapa con tintes de acción y ciencia ficción con el fin de dar un filme emocionante para las audiencias, aunque sin dejar de lado una serie de importantes mensajes culturales y medioambientales.

Sus esfuerzos inician con una historia que involucra pasado, presente y futuro, entrelazándolos en todo momento con los aztecas y los mayas, cuyo legado oculta la clave para salvar a la humanidad de un trágico destino. Además de las posibilidades narrativas que esto implica, la decisión contribuye a generar un vínculo con nuestros pueblos ancestrales al tratar de demostrar que estos siempre formarán una parte imborrable de nosotros.

Para esto hace falta mostrar un enorme respeto por las culturas anteriormente mencionadas. El objetivo se cumple con un proyecto que no se conforma con meros guiños, sino que hace todo lo posible por rendirles un merecido tributo y por acercarlas al público desde un enfoque distinto, pero manteniendo siempre una concepción profundamente orgánica. Viajes temporales desde antiguos rituales, templos que albergan curiosos seres dotados de increíbles poderes místicos, vestuarios futuristas complementados por simbología prehispánica y un par de armaduras ancestrales que bien podrían tener cabida en el universo de Saint Seiya, algo que nos conecta directamente con la estética.

Las innovaciones de Águila y Jaguar: Los guerreros legendarios, no se quedan en lo narrativo, sino que trascienden de lleno a lo visual. No estamos ante una película 3D cualquiera, sino ante una cinta que intenta implementar elementos propios de la animación japonesa y estadounidense. La influencia del animé puede apreciarse en el diseño de los personajes, los estilos de combate y expresiones como son las líneas de velocidad, impacto y sonido; en el caso norteamericano puede verse sobre todo en su sutil incorporación del hand drawn visto recientemente en títulos como Spider-Man: Into the Spider-Verse o The Bad Guys. Las distancias son evidentes y los objetivos se cumplen a medias, pero es un riesgo que debe aplaudirse ya que podría ser un paso decisivo rumbo a la implementación de nuevos estilos.

Con todo y sus numerosas fortalezas, la película también cuenta con flaquezas importantes. Algunos personajes son demasiado arquetípicos, mientras que la narrativa es especialmente irregular en la primera mitad del filme. La mejor forma de ejemplificarlo son Yalo y Yuli, viajeros temporales responsables de introducirnos en las acciones y que no reaparecen sino hasta finales del segundo acto.

El caso de la técnica es similar, no por las innovaciones anteriormente mencionadas, sino por la animación como tal. El grueso de los movimientos, incluso los más primarios, se sienten burdos, mientras que elementos como el agua y el fuego tienen una apariencia primitiva. Esto último es especialmente grave porque la cinta recurre a ellos de manera reiterada.

Es un hecho que Águila y Jaguar: Los guerreros legendarios se queda lejos de otras producciones iberoamericanas, pero también que cumple con su objetivo de integrarse a la revolución animada de México y de todo el bloque. A pesar de las adversidades que representan el ser el primer largometraje de un estudio y un director, es una película que se atreve en lo narrativo y en lo técnico, que abraza cualidades de otros territorios sin conformarse con la mera imitación, sino que las adapta en busca de una esencia muy propia. Es, en otras palabras, una película profundamente necesaria y con una enorme valía en el camino hacia lo más alto de la industria.