Tesoro: miradas que iluminan lo invisible
De la Universitat Politècnica de València a la preselección al Goya, el cortometraje desafía prejuicios y celebra la creatividad.
29 de diciembre de 2025Por Luis Miguel Cruz
Vivimos rodeados de ideas preconcebidas que son aceptadas sin cuestionar su lógica. Tal es el caso de las aves, eternos símbolos de vida y libertad, salvo cuando de cuervos se trata, los cuales son asociados con la mala fortuna e incluso la muerte. Una idea nacida en la Edad Media, pero se asentó con tal firmeza que prevalece hasta nuestros días. Tesoro, cortometraje dirigido por Carmen Álvarez y concebido en colaboración con Isabella Ramírez Parra, Paula Sánchez Vasco, Claudia Manzanera Salvador, Miguel Tarín Morales y Sergio Zubiri Castillejo, se planta frente a esta herencia con una propuesta tan sencilla como incisiva: tomar aquello que creemos conocer y mirarlo desde otro lugar.
“Descubrimos que los cuervos tenían toda esa mala fama y en realidad no está nada justificada”, asegura la realizadora, quien exalta la belleza de estos animales, así como su inteligencia y su cercanía con las personas. “A cambio de comida, recogen colillas y basura de la calle. Me pareció muy interesante coger un animal que está tan mal representado y darle un giro”.
El grupo aprovechó esta noción como punto de partida para una idea todavía más ambiciosa. “Nos pusimos a pensar en otros grupos que también sufren tantos prejuicios”. Sus reflexiones condujeron a las personas de la tercera edad y en su pobre representación por parte de los medios. “Se pierde muchísimo el hecho de que son personas y tienen un mundo interior, como si el hecho de cumplir años te quitara tu personalidad”.
Es así como conocemos a una anciana sumida en una rutina diaria que consiste en alimentar a los pájaros en el parque, hasta que un día se percata que un grupo de cuervos le devuelve el favor con modestos obsequios. Sorprendida, la mujer saca a relucir su verdadera esencia, “un poco punky, un poco de mala”, y decide mejorar la calidad de la comida con la esperanza de que la parvada responda con más y mejores regalos.

De la desconexión a la creación
“Tesoro nace del aburrimiento”, confiesa Carmen Álvarez. Sus palabras son tremendamente inusuales, pero confirman el carácter único del equipo y de su obra. La artista rememora que todo comenzó un día en que no tenía nada que hacer, ingresó en su cuenta de Instagram y descubrió la historia de un joven que dedicaba su tiempo libre a dar de comer a un puñado de cuervos. “A cambio, ellos le trajeron pequeños tesoritos”.
El descubrimiento pudo perderse en el scroll o terminar como una simple anécdota, pero fue aprovechado como base de un cortometraje de animación que hoy figura en la preselección del Goya 2026. Este recorrido invita a pensar en la importancia del aburrimiento como puerta hacia la reflexión, la creatividad y el autodescubrimiento.
“El aburrimiento es algo súper poderoso porque el tiempo de ocio puede ser revolucionario”, resalta la directora. “Me acuerdo mucho de pandemia, la gente se aburría muchísimo y había que apañárselas. La gente empezó a hacer cosas súper diferentes y de repente había gente que hacía manualidades, que estudió idiomas, un montón de cosas. Me pareció muy llamativo que cada uno se inventase una cosa”.
Por esto mismo, considera preocupante que “cada vez nos aburrimos menos”, ante la sobresaturación de estímulos en nuestra vida diaria. Todo esto hace que Tesoro se alce, no como una oda al aburrimiento, sino al aprovechamiento del tiempo libre en busca de la creatividad que habita en los espacios vacíos y en los procesos alejados de la productividad obsesiva.

Cuando menos es más
Los esfuerzos de Tesoro contra las ideas preconcebidas no terminan aquí, sino que se extienden por distintos puntos de la producción, como la técnica y el género.
En una industria animada que apuesta de lleno por la sofisticación estética como una pieza clave para la atracción de las audiencias, resulta refrescante ver que propuestas como ésta son capaces de demostrar que menos es más. La producción se inspira en la obra de Sébastien Laudenbach (Chicken for Linda) y el segmento Rhapsody in Blue de Fantasia 2000 para un tratamiento de ilustraciones 2D y una paleta dominada por colores primarios.
Al respecto, Carmen Álvarez asegura que “nos gustaba mucho la estética simple [y] nos parecía muy interesante el que hubiera una correlación entre el color y cómo ella va evolucionando a lo largo de la historia”.

Sobresale también su inclinación por la comedia, señalada por algunos como un género menor, a pesar de su enorme valía histórica dentro de las artes narrativas y de la gran cantidad de títulos icónicos que ha dejado en el audiovisual.
El equipo creativo siempre fue consciente del reto al considerar que “no es fácil hacer comedia. El drama es un poco más universal en el sentido de las cosas que nos que nos tocan, pero la gente es muy diferente en cuanto a lo que le hace reír y lo que les hace gracia”. En el caso de esta obra en particular, “nos pareció algo bastante interesante porque es una forma de hablar de temas bastante complejos de un modo más liviano, amable y sin un tono tan moralista. Hacerlo divertido”.
El tesoro de la nueva generación animada
Tesoro no va de cuervos, ni de vejez, sino de mirar con atención lo que de verdad importa. Tal es el caso del talento joven que empuja con fuerza en la animación y que demuestra a base de talento que tiene lo necesario para sostener la industria que crece a pasos agigantados en el panorama mundial.
“Hay que reivindicar que la educación que se está dando es buena. Al final, la gente que salimos de los másteres y cosas así somos los que vamos a entrar a trabajar. ¿Qué mejor forma de probar que la industria es viable y que las siguientes generaciones tienen la nota?”, asegura Carmen Álvarez.
No conforme con esto, la artista levanta la voz en beneficio de la educación pública, como es el caso de la Universitat Politècnica de València (UPV). “En general, el cine se enseña mucho en escuelas privadas y me parece un poco un error porque la accesibilidad no es la misma. El poder económico y adquisitivo que hay que tener para entrar en una escuela o en otra determina muchísimo las historias que se pueden contar. Me parece muy interesante que todo el mundo pueda contar lo que quiera independientemente de su capacidad económica. Si no, nos perderíamos muchísimas cosas”.
Un buen ejemplo es el apoyo de Paola Tejera, egresada de la UPV y productora de La Madriguera, proyecto que nació como start-up dentro de la universidad. “Sin La Madriguera y sin Paola, no habríamos podido presentar nuestro corto a determinados festivales. Nos ayudaron a suplir un hueco que, como estudiantes de una universidad pública, no podíamos cubrir por falta de equipo y recursos”. Gracias a su respaldo, el cortometraje cimentó un intenso recorrido festivalero que ha desembocado en la preselección al Goya.

¿Qué sigue para el grupo detrás de esta obra? “Me encantaría tener la oportunidad de volver a coincidir”, destaca Carmen Álvarez con una sonrisa, “vamos, yo repetiría siempre”. La animación es un trabajo en equipo y estamos seguros de que estos jóvenes talentos volverán a cruzar caminos.
Al final, el cortometraje en cuestión funciona como un importante recordatorio de aquello que solemos pasar por alto: la riqueza que existe en los márgenes; la valía de las miradas que se atreven a cuestionar lo heredado. Ya sea a través de un cuervo incomprendido, de una anciana que se resiste a desaparecer o de un grupo de jóvenes creadores que reivindican su lugar dentro de la industria. Porque en un mundo dominado por el ruido, encontrar tiempo para crear, compartir y volver a creer en el poder de las historias es más que un acto de resistencia. Es un verdadero tesoro.