La prometedora actualidad del stop motion iberoamericano
Tras varios años de gloria, se vale soñar con el bloque iberoamericano convertido en la máxima potencia de la técnica.
7 de julio de 2022Por Luis Miguel Cruz
Hace no mucho que el stop motion era dado por muerto. Si la animación 2D era descrita como una técnica tradicional, la de las marionetas era vista como una más bien ancestral. Algo correspondiente a los tiempos de leyendas como Willis O’Brien y Ray Harryhausen. De poco servían los esfuerzos aislados de los distintos realizadores alrededor del mundo que seguían luchando por mantenerla a flote. Ni siquiera The Nightmare Before Christmas (1993) a cargo Henry Selick y Tim Burton que apenas generó una emoción pasajera. Y entonces lo impensable sucedió…
En pleno auge de la tridimensionalidad computacional, el stop motion empezó a recapturar el interés de los creativos y las audiencias de distintas latitudes, quienes no dejaban de maravillarse ante las enormes posibilidades de una técnica que aún tenía mucho por dar.
«Lo mejor que le pudo haber pasado al stop motion fue la popularización del CG», considera el mexicano Arturo Ambriz, cofundador de Cinema Fantasma y codirector de Sustos ocultos de Frankelda (2021), y quien atribuye su curiosa aseveración a que el uso excesivo de los ordenadores «nos liberó. En el momento en que el stop motion deja de ser la técnica más realista, ahí fue cuando mucha gente creyó que estaba sepultada la técnica, pero resultó ser lo contrario: se liberó como una herramienta puramente estética. Algo que utilizas, no para crear un personaje que se vea de carne y hueso, sino al contrario, para crear uno que se vea como un muñequito. Entonces explota por completo, ya no busca el realismo y entramos en una dimensión donde todo es posible«.
Estudios como Aardman y Laika se pusieron a la cabeza de la tendencia, complementados por grandísimos títulos como Mary and Max (2009), Fantastic Mr. Fox (2009) y Anomalisa (2015). La práctica no tardó en popularizarse en Iberoamérica y tampoco pasó mucho tiempo para que el bloque sacara lo mejor de ella. Palabras arriesgadas, pero que pueden comprobarse con hechos como el palmarés de los Premios Quirino 2022 encabezado por Bob Cuspe: Nós Não Gostamos de Gente (2021), Bestia (2021) y la ya mencionada Sustos ocultos de Frankelda. Tres títulos stop motion que no tienen nada en común salvo su excelente uso de la técnica.
No es una moda, sino un recurso que los cineastas de la región han encontrado para contar todo tipo de historias que van del realismo a lo fantástico desde una perspectiva tan tangible como simbólica. Así lo confirma el chileno Hugo Covarrubias con su exploración de Íngrid Olderöck en Bestia.
«Quisimos retratarla con una muñeca alemana para tratar de engañar a la percepción con una estética un poco más amigable y hablar de un tema mucho más macabro«, explica el realizador. «Nos dimos cuenta de que había sido una buena decisión porque muchas cosas calzaban con la personalidad del personaje como la inexpresividad del rostro de la muñeca de porcelana calzaba perfecto con la inexpresividad del rostro de ella en la realidad. También esa dureza que tenía se podía casi que palpar con los ojos. Y al mismo tiempo la frialdad del material igual de fría que ella era para cometer todos sus crímenes. Y una última cosa también tiene que ver con la fragilidad del material que representa ante los ojos calza también con la fragilidad que queríamos mostrar de este personaje. Para darnos cuenta por qué se frustra y a qué le tiene miedo».
Una construcción que poco o nada tiene que ver con las criaturas vistas en Frankelda, pues el mismo Arturo Ambriz considera que la técnica «facilita el tener monstruos. Podemos jugar muchísimo con texturas, así como podemos tener un monstruo con escamas, uno con pelos, que por ejemplo eso es un poquito más difícil en 2D y a veces en 3D. Todas estas criaturas siento son bienvenidas en el stop motion. Todas esas técnicas increíbles que prácticamente eran de magia y de caracterización, escultura, efectos… Todo eso se fue al stop motion».
Son muchos los creativos que así lo siguen demostrando. Tal es el caso del portugués Nuno Beato, director de Os Demonios do meu Avó (2022) que combina 2D con stop motion, esta última para adentrar a sus audiencias a un mundo fantástico que es habitado por curiosos seres que ayudarán a que la protagonista encuentre la paz interior. Ni qué decir de Guillermo del Toro, quien describe su Pinocchio (2022) como «una historia sobre un títere, con títeres, tratando de buscar la actuación de los animadores en un medio completamente diferente», lo que a su vez le permitirá contar algo completamente novedoso, convencido de que «no quiero volver a contar la misma historia. Quiero contarla a mi manera y en la forma en que entiendo el mundo».
Otra forma de hacer animación
También hay un marcado interés en sus posibilidades materiales del stop motion al tratarse de una animación física. Los ejemplos tradicionales son el claymation y el cutout, mientras que creativos como el argentino Juan Pablo Zaramella o el colombiano Carlos Gómez Salamanca han llevado las posibilidades aún más lejos. El primero con figuras hechas a base de papel doblado para Pasajero (2022), el segundo con polvo metálico en Yugo (2022).
Esta misma tangibilidad genera una conexión directa con otras expresiones artísticas. Así lo considera el chileno Cristóbal León, director de La casa lobo (2018) y Los huesos (2022), al asegurar que en esta técnica particular «encontramos una extensión a nuestros intereses en dibujo, pintura y escultura, y también un medio donde podemos mezclar esos elementos plásticos con intereses literarios o narrativos. El stop-motion nos lleva a resultados plásticos a los cuales no podríamos llegar si estuviéramos concentrados en hacer una pintura o una escultura» [vía].
Incluso hay enlaces con el live action, razón por la cual hay tantos realizadores cuyo interés inicial por este modelo eventualmente conduce a esta técnica animada. Cinema Fantasma nació para la acción real y terminó especializándose en el stop motion; el brasileño César Cabral lo eligió por ser algo «tangible con sets, marionetas, cámaras, luces, lo que implica un rodaje con la única diferencia de que en lugar de decir acción decimos clic»; incluso Guillermo del Toro siempre ha manifestado su fascinación por esta técnica en particular, lo que puede apreciarse desde sus inicios al lado de Rigo Mora.
No menos significativo es que las propiedades de la técnica contribuyen que las distancias entre potencias e industrias en desarrollo, como las que integran el bloque iberoamericano, se disipen. Así lo considera el propio Cabral, director de Bob Cuspe, al declarar que «el stop motion, de cierta manera, permite que los presupuestos altos y bajos tengan un nivel similar, algo que es imposible con el CGI […]. Cuando trabajas con CGI, el trabajo inevitablemente generará comparaciones con otras películas CGI, como serían las de Pixar u otros grandes estudios. Cuando trabajas con stop motion, los fallos y la falta de tecnología pueden ser absorbidos en el lenguaje y eso es aceptado por la audiencia con mayor facilidad que una producción CGI o 2D de bajo presupuesto».
El codirector de Frankelda, Roy Ambriz, coincide al asegurar que «para que algo se vea súper bien [en CGI], necesitas la última tecnología. Aunque seas un animador súper fregón, si no tienes unas granjas de render que tarden años en hacer cada capita, se va a sentir raro».
No todo es perfecto. El carioca cree que muchos que los problemas que enfrenta el stop motion iberoamericano «son los mismos [que otras técnicas], pero con distintas proporciones». Aun así, Paola Becco, directora de Stop Motion Our Fest que puede presumir ser el único festival de cine de animación con foco en la técnica que se realiza actualmente en Sudamérica, considera que a pesar de las adversidades, las ventajas son tangibles, pues «realizarlo en fílmico como se hacía antes comparado con lo digital de ahora hizo que los costos bajaran y [permitió] una técnica más al alcance de todos«.
Todo esto último ha facilitado que las producciones iberoamericanas en stop motion, ya sean películas, cortometrajes o series, se enfrenten de tú a tú y sin ningún tipo de complejo con todas aquellas provenientes de auténticos titanes. Y es que mientras la corona del 3D pertenece a los Estados Unidos, y la del 2D es disputada por Europa y Japón, la del stop motion no tiene un dueño fijo. No podemos decir con certeza que caerá en manos del bloque, pero lo hecho en los últimos años nos permite soñar con la posibilidad.