El sueño de la sultana y el milagro del cine imposible
La película de Isabel Herguera busca en los Emile Awards el gesto final de un recorrido extraordinario.
10 de noviembre de 2025Por Viridiana Torres
La creación artística puede ser ingrata, incluso trágica. La historia nos ha dejado numerosos casos de artistas que lo han dado todo por su obra sin recibir nada a cambio, ni siquiera una pizca de reconocimiento. A veces, incluso, lo han perdido todo por esa necesidad de saciar su obsesión. Pero a veces, y solo a veces, la vida nos permite atestiguar un milagro. Tal es el caso de El sueño de la sultana, el filme imposible con el que Isabel Herguera concretó su salto al largometraje y cuyo brillante recorrido ha tomado por sorpresa hasta a los más optimistas. Su más reciente escala son los Emile Awards, que reconocen lo más destacado de la animación europea y cuya nominación a Mejor película la afianza todavía más en la élite artística.
Se trata de una película que parecía destinada a existir. Y es que, más allá de las complicaciones enfrentadas durante su proceso de producción –hacer animación artesanal en medio de una pandemia no es cosa fácil–, uno no puede sino enamorarse de la curiosa anécdota que abrió el camino a su existencia.
“Esta peli comenzó así, como de casualidad”, explicó la cineasta durante su presentación en Weird Market 2022, “cuando me encontré accidentalmente con este libro donde se describía una utopía feminista, un mundo al revés, un lugar donde las mujeres tienen el poder y los hombres viven en reclusión. Lo más curioso es que este cuento fue escrito en 1905 por una mujer en Bangladesh que había crecido en un entorno muy conservador y que no tenía acceso a la educación”.
La referida autora, Rokeya Hossain, se alzó como una pionera del feminismo en el subcontinente indio, fundadora de escuelas para mujeres y activista incansable en tiempos en que el acceso femenino al conocimiento estaba estrictamente limitado. Desde entonces, su obra ha inspirado a generaciones a imaginar mundos distintos donde la igualdad es posible. Al respecto, la cineasta española zanjó que “esta historia me pareció tan alucinante que decidí que quería hacer esta peli”.

Tres mundos unidos en una mirada única
Muchos realizadores habrían abordado el reto desde la vía de la adaptación. No es el caso de Isabel Herguera, cuyo singular modo de aproximarse a las historias resultó en una triple exploración centrada en la autora de la publicación, en una inmersión de su mundo femenino, así como en la historia de una mujer que, como la propia directora, experimenta una profunda conexión emocional, casi obsesiva, tras encontrarse de manera fortuita con el referido libro.
Un exquisito entrecruce entre la realidad y la ficción cuyas fronteras se difuminan todavía más ante la elección de Inés como personaje central. Se trata de la protagonista del cortometraje Ámár, que, dirigido por la misma cineasta, ha sido señalado por los múltiples paralelismos con sus experiencias personales. Una mujer atrapada entre la fascinación y la confusión, cuyos pasos reflejan los de la artista, sumida en una búsqueda íntima, casi ritual, por significados que no siempre se revelan.
El sueño de la sultana continúa esta línea tras ser descrita por Isabel Herguera y el coguionista Gianmarco Serra como “una especie de autorretrato en forma de diario, basado en recuerdos sonoros, encuentros, notas y dibujos”. Un inusual tratamiento que incluso desafía la premisa básica que dicta que el arte nace del autor, pero que realmente pertenece a la sociedad que lo hace suyo desde la interpretación.

El desafío de una obra inclasificable
El sueño de la sultana no es una obra sencilla. Así lo confirma la dupla al asegurar que “la historia está demasiado fuera de los esquemas convencionales”. Esto nunca ha sido motivo de preocupación para la mancuerna responsable, que siempre fue consciente de que sus esfuerzos no apuntaban al público masivo, sino al que abrazara los retos de un filme inclasificable.
Estamos ante un título que bebe directamente de las libertades del corto, formato que ha impulsado a Isabel Herguera a lo más alto. Que aprovecha cada oportunidad para arrojar un desafío, ya sea con sus atípicas técnicas o su poderosa narrativa. Que no ofrece respuestas a los conflictos que plantea, sino que arroja interrogantes para que la audiencia reflexione y llegue a sus propias conclusiones. Porque, al final, la victoria es el reconocimiento de una forma de hacer cine que no debería haber sobrevivido y, sin embargo, lo hizo.
Una obra de arte en estado puro que, realizada con la financiación del gobierno de España, ha sido estupendamente recibida por algunos de los grandes encuentros y espacios culturales de todo el mundo. Desde su estreno mundial en San Sebastián 2023, donde se alzó con los premios Irizar y Euskal Gidoigileen Elkartea, Annecy 2024, donde se coronó en la sección Contrechamp, hasta su flamante nominación en los Emile Awards 2025. Todo esto, sin olvidarnos de sus múltiples nominaciones y selecciones.
Un recorrido inusualmente largo dentro de una industria cinematográfica que ha sucumbido a la mala práctica del consumo y el desecho, y que deja claro que estamos ante una película que llegó para quedarse. No por los reconocimientos obtenidos en el camino, sino por las marcas imborrables que ha dejado entre quienes aman el cine.
El arte que desafía el tiempo
¿Qué virtudes hacen que una película se torne imperecedera? Es la pregunta que muchos realizadores se hacen, aun cuando la experiencia nos ha demostrado en incontables ocasiones que el cine no entiende de fórmulas ni atajos. Ni siquiera El sueño de la sultana puede darnos la respuesta, pero quizá pueda dar algunas pistas a todos aquellos que saben dónde mirar.
Una obra, descrita en palabras de sus creadores, “inclasificable, valiente y libre”. Una que invita a replantear las nociones del audiovisual contemporáneo para dejar claro que “el cine no es una industria, es un arte. El séptimo. Ese es el camino”.
En su inminente paso por los Emile Awards, El sueño de la sultana confía ahora en la sensibilidad de quienes votan. Es una obra que habla por sí misma, y también el reflejo de una artista, Isabel Herguera, cuyo gesto creativo merece ser acompañado por quienes reconocen la valentía de seguir imaginando.
