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Juan Padrón: eterno maestro de la animación cubana

Juan Padrón, director de Elpidio Valdés y ¡Vampiros en La Habana!, nunca vaciló en aprovechar su obra animada para exaltar su amor por su natal Cuba, así como algunas de sus mayores preocupaciones por el país.

3 de mayo de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Juan Padrón: eterno maestro de la animación cubana
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Si la animación cubana ha jugado un rol fundamental en el desarrollo de la industria iberoamericana es en buena parte por Juan Padrón. Después de todo, hablamos de un creativo cuyo talento resultó en proyectos tan entrañables como Elpidio Valdés (1979), ¡Vampiros en La Habana! (1985) y Mafalda (1993) que combinaban humor y picardía con toda clase de preocupaciones sociopolíticas.

Nació el 29 de enero de 1947 en Matanzas (Cuba), lo que resultó en una infancia marcada por la Revolución Cubana. Se licenció en Historia del Arte en la Universidad de La Habana en 1978, pero sus intereses creativos empezaron a manifestarse varios años antes.

Su carrera artística comenzó en 1963 como dibujante de historietas publicadas en las revistas Mella, El Sable (suplemento de Juventud Rebelde) y Rebelde, destacando que esta última vio la primera aparición de su famoso Elpidio Valdés que terminaría convirtiéndose en su personaje más emblemático. Su ingenio le valió un enorme reconocimiento en el campo editorial pero sobre todo entre los lectores que no tardaron en ascenderlo como un referente en los ideales del país.

En 1967 ingresó al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) como director de películas de animación. Su filmografía es más bien breve si nos limitamos al terreno del largometraje, donde no acumula ni una decena de títulos. Eso sí, todos de gran calidad y con un par que pasaron a la historia: Elpidio Valdés y ¡Vampiros en La Habana!

El primero le valió el título de padre de la animación cubana al tratarse del primer film animado del país. Un crédito que se vio enaltecido por la naturaleza del propio personaje, que por años figuró como el héroe por excelencia dentro del imaginario cubano: un coronel mambí que lucha por liberar a su patria del colonialismo español y que representa la unión del pueblo para la creación del Ejército Libertador de Cuba. Su exitoso recorrido audiovisual incluyó dos películas, una serie y varias decenas de cortometrajes, cuatro de los cuales estrenaron antes que la propia cinta.

La segunda ha sido motivo de análisis por generaciones, producto de su alteración al colonialismo invertido plasmado en Drácula de Bram Stoker y con la que representó el miedo latinoamericano frente al chupasangre estadounidense y europeo. Todo esto enaltecido por el carácter simbólico de una fórmula que permite la supervivencia vampírica bajo los rayos del sol y cuya distribución gratuita se ve entorpecida por un capitalismo que busca sacarle provecho a toda costa. Toda una obra cumbre de la animación iberoamericana cuyas cualidades artísticas y narrativas aunadas a su estatus de culto le han puesto a la par de clásicos como Yellow Submarine (1968) y Fritz the Cat (1972).

Los títulos que integran su obra se amplían de manera importante si consideramos además sus más de sesenta cortometrajes, así como sus cuatro series. En este ramo sobresalen Filminuto (1980) y Quinoscopio (1986), esta última en colaboración con el humorista argentino Quino, una alianza que fue determinante para que Juan Padrón adaptara a la mítica Mafalda en 1993.

Lejos de difuminarse con el tiempo, su legado obligó a un rescate de sus obras más famosas. Contra el águila y el león (1996) que marcó la última aventura de Elpidio Valdés y ¡Más vampiros en la habana! (2003) que continuó explorando más aventuras vampíricas en torno al codiciado vampisol. Ambas fueron coproducciones españolas, lo que demuestra el impacto de su narrativa en el ámbito iberoamericano. Fueron sus últimas inmersiones en el mundo de la animación, ya que su última película, El extranjero (2019) perteneció a la acción real.

Su carrera cinematográfica fue complementada con apariciones en toda clase de talleres y seminarios sobre el proceso animado en varios países de Iberoamérica. A esto sumemos los numerosos festivales cinematográficos que rememoraron su trayectoria al reconocerle como una pieza clave en la industria del bloque.

Murió el 24 de marzo de 2020, pero la admiración despertada por su obra se mantiene intacta gracias a los esfuerzos de incontables instituciones culturales para que ésta llegue a nuevas generaciones de amantes de la animación. Es así como una de las mayores preocupaciones del cineasta parece hacerse realidad. “No me gustaría que me enterraran y enterraran a Elpidio Valdés también”, confesó Padrón en entrevista realizada en 2019. “O que se fuera diluyendo en el tiempo. Quisiera que fuera un personaje que pudiera seguir en la mente de los cubanos”.