Alejandro González Iñárritu decía que “emigrar es morir un poco”. El cineasta hablaba de modo metafórico, apelando más a la identidad y la cultura que a la vida misma. Sin embargo, sus palabras también pueden ser perfectamente aplicadas a los refugiados y las personas en situación de movilidad que arriesgan su existencia en un viaje regido por la desesperación, el peligro y la incertidumbre, y en el que efectivamente van muriendo en cada momento. Tanto por los riesgos que enfrentan en el camino, como por la sensación de que cada respiro puede ser el último. La migración es un fenómeno complejo. Más de lo que muchos quisieran admitir, al grado que ha sido analizada desde las más distintas perspectivas y buena parte del mundo todavía no es capaz de mirar con empatía a quienes deben atenerse a ella. Fotosíntesis Media lo entiende y así lo demuestra con Un reino para todos nosotros.

No esperen una película regida por convencionalismos. Después de todo, las viejas fórmulas han sido abordadas hasta el cansancio por la acción real y nunca han terminado de conectar plenamente con las audiencias. En vez de ello, la producción encabezada por el director Miguel Ángel Uriegas aprovecha las propiedades de la animación para decantarse por una vía más inusual como es la ficción fantástica. Es así como conocemos a Fran y Serendín, dos hermanos que habitan en el Gran Arrabal y que sueñan con viajar a El Reino. Se trata del sitio más importante de su mundo, en el que se encuentra un ancestral árbol que garantiza la existencia de todas las especies y cuya energía vital ha sido canalizada en beneficio de la humanidad. Su deseo, sin embargo, no será nada fácil de cumplir, ya que viejos conflictos en la búsqueda del poder terminaron con la paz entre los pueblos y convirtieron el paraíso terrenal en una fortaleza infranqueable, vigilada con ferocidad y resguardada por las más altas murallas.

No es la primera vez que el estudio mexicano incursiona en temas imposibles. De hecho, es justo decir que estamos ante un especialista en el rompimiento de tabúes. Ya lo hizo con El ángel en el reloj y Un disfraz para Nicolás, que se apoyaron en la fantasía para abordar temas como el cáncer infantil y el síndrome de Down. Un reino para todos nosotros, por su parte, representa una interesante evolución narrativa, con una historia sustentada en la ciencia ficción, concretamente en las bases de la ópera espacial. No es que la trama nos conduzca por inmersiones cósmicas de ningún tipo, sino que el guion escrito por Jonathan Barceló, Mariano Vives y el propio Miguel Ángel Uriegas fusiona los más variados elementos místicos, tecnológicos y sociales para la construcción de una cinta altamente simbólica.

La mitología judeocristiana puede apreciarse en el árbol que remite al Edén y en la esperanza que algunas personas manifiestan ante la llegada de un mesías que corrija el rumbo del mundo. Esta pureza es profanada por la creciente presencia de la máquina, que cobra fuerza conforme avanzan las acciones, y con la que se plasma una sociedad cada vez más fría y que ha perdido su inocencia. Ni qué decir de la tecnología bélica que representa la fragilidad de la vida ante el conflicto con una temible visión que muestra lo parecidas que pueden ser las siluetas de un árbol y de una explosión nuclear.

Mención especial para la Bestia. Lejos de ser visto como la vía para alcanzar un sueño de una vida mejor, el tren que conduce a El Reino es plasmado como la última gran amenaza por sortear para cumplir el objetivo. Un monstruo en el imaginario, que es trabajado como tal desde su diseño anguloso y su coloración oscura. Su inspiración en la red de trenes de carga usada por incontables migrantes como medio de transporte para llegar a los Estados Unidos es evidente, más aún cuando recordamos que el título original de la película era precisamente Bestia. Esto no significa que los mensajes plasmados en la cinta se limiten al migrante latinoamericano que parte rumbo a la unión americana, pues las bases sci-fi mencionadas anteriormente garantizan la universalidad de la trama. La Bestia es una referencia, pero también un símbolo, uno muy efectivo, pues recuerda que los viajeros de cada región deben enfrentar un peligro distinto para llegar a sus respectivos destinos.

En esta misma línea, no está de más destacar el poderío del título y que es referido en los propios diálogos. Aunque todos los personajes de la historia están en la continua búsqueda de un reino para todos nosotros, algunos parecen convencidos de que este privilegio es sólo para unos cuantos. Una trágica ironía que invita a pensar en las similitudes de la premisa con el mundo en que vivimos.

Lo único más poderoso que la metáfora animada es el realismo que este arte nos ofrece. Porque para entender el fenómeno migratorio, hay que explorar las distintas caras del viaje. Un reino para todos nosotros así lo hace al mostrar la incertidumbre que aqueja a las familias quebradas por la separación, el sufrimiento padecido en el viaje y sobre todo, que los retos no terminan al llegar a la meta. Todo lo contrario, esto sólo marca el inicio de nuevos desafíos.

Sus temas son duros, al grado que puede ser considerada la película más madura de Fotosíntesis Media. Pero repetimos, estamos ante un especialista en la representación de lo complejo y como tal, es capaz de construir una historia enfocada a audiencias sólo ligeramente más mayores a las que ha apuntado en anteriores ocasiones. Esto gracias a que su fortísima carga social es plasmada en un viaje del héroe clásico, lo que permite una atractiva aventura. Si a esto sumamos las cualidades artísticas y técnicas que caracterizan al estudio, nos queda una obra destacada que invita al entretenimiento, pero también a la reflexión y al diálogo. En otras palabras, una película de las que tanta falta hacen en nuestros días.