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Cortometrajes

Crítica: Nube

Emprende el vuelo como uno de los cortometrajes más entrañables del panorama contemporáneo.

16 de septiembre de 2024
Por Luis Miguel Cruz
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Las expectativas siempre son elevadas cuando los egresados de Gobelins, considerada como la mejor escuela de animación, dan sus primeros pasos en una industria animada que está en continua búsqueda de nuevos talentos. En el caso de Nube, la emoción se traslada por partida doble a nuestras industrias, cortesía de los mexicanos Christian Arredondo Narváez y Diego Alonso Sánchez de la Barquera Estrada, quienes han cautivado al mundo con su cortometraje. La fascinación es comprensible.

Tal y como el título adelanta, la obra nos introduce con Noma y Mixtli, dos nubes que cruzan por los cielos en un viaje que no es del todo placentero. La primera, la madre, ha atestiguado la desaparición de una nube tras convertirse en tormenta; la segunda, la hija, ha empezado a lanzar sus primeros rayos. Es entonces cuando el mayor de los hidrometeoros decide hacer todo lo posible por evitar que su pequeña padezca el más trágico de los destinos.

La historia parte de una premisa básica sencilla como es el continuo esfuerzo de los padres por proteger a sus hijos. Pero la dupla realizadora y que también fue responsable del guion demuestra grandes cualidades artísticas y narrativas al esquivar los pronósticos de posibles clichés con una serie de elementos diferenciadores que dan una obra única, valiente e inolvidable.

Nube Christian Arredondo Narváez Diego Alonso Sánchez de la Barquera Estrada México

El primero que salta a la vista proviene del color. Si bien la trama inicia durante la noche para aumentar la carga dramática del conflicto, buena parte de las acciones se desarrollan en el día. Uno que además se caracteriza por los cielos más hermosos, cuyos contrastes de azules y naranjas dan las primeras señales de confort que serán potenciadas desde otros elementos.

Tal es el caso de los personajes. Estos irradian toda clase de emociones a lo largo de su recorrido, las cuales parten del rostro, pero terminan extendiéndose por sus cuerpos. Un reto mayor si consideramos su naturaleza y la técnica 2D empleada para la producción. Es importante enfatizar que ninguna de las nubes mostradas tiene una apariencia realmente antropomorfa y aun así, el diseño las dota por momentos de sutiles extremidades que ayudan a la realización de algunas acciones. La más icónica es el vuelo en un cuadro clave; la más recurrente es el abrazo entre las partes, que aunada a las figuras redondeadas que dan la ilusión de acolchadas, da una continua sensación de suavidad, calidez y protección.

El tratamiento de las emociones también es estupendamente potenciado desde el color, la iluminación y la animación. Todas las nubes en estado natural tienen tonalidades blanquecinas grisáceas, mientras que las de tormenta adquieren un tono morado oscuro que contrasta con los destellos lila que irradian. Los movimientos de estas últimas, además, se tornan rápidos e incluso erráticos, lo que contrasta con la tranquilidad y fluidez de los cuerpos meteorológicos que están en paz.

Esta combinación conduce a un cortometraje plagado de importantes reflexiones. La más evidente gira en torno al amor incondicional que los padres sienten por sus hijos y que suele manifestarse en un deseo de protección a toda costa. Un esfuerzo noble, pero que puede resultar contraproducente al entorpecer su crecimiento y afectar su paso a la madurez. Así lo demuestra esta obra con una joven nube ansiosa salir al mundo aun cuando esto implique desprenderse de la seguridad maternal.

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Igual de importante es su representación de la salud mental con una pequeña nube que se muestra atormentada sin razón aparente y una madre que sufre ante su incapacidad de encontrar una solución. Una construcción que no busca ahondar, sino reflejar una situación que aqueja a incontables personas alrededor del mundo, alzándose así como una valiosa contribución animada para que un tema que ha sido tabú por muchos años continúe haciéndose con cada vez más atención.

La exquisitez se mantiene de lleno hasta un desenlace que resulta virtualmente perfecto. Es difícil ver Nube sin recordar La sirenita de Hans Christian Anderson, con la diferencia de que el cuento de hadas tiene un final cerrado, mientras que el cortometraje tiene uno más abierto con el fin de invitar a la reflexión y al diálogo. Un objetivo alcanzado con creces y que permite entender el impacto generado por la obra y que puede apreciarse en su recorrido por algunos de los festivales más importantes del mundo. Sobre esto último, no está de más decir que si bien ha sido incluido en muchas secciones infantiles, se trata de una obra imprescindible para las audiencias jóvenes y adultas. Una de esas que demuestran que la animación es para todos los públicos.

Nube emprende el vuelo como uno de los cortometrajes más entrañables del panorama contemporáneo, al tiempo que nos invita a seguir muy de cerca las carreras de Christian Arredondo Narváez y Diego Alonso Sánchez de la Barquera Estrada. Dos talentos dotados de grandes cualidades que prometen dar incontables satisfacciones a la animación iberoamericana.