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Crítica: Los Reyes Magos

A veinte años de su estreno, Los Reyes Magos todavía podría alcanzar el reconocimiento que siempre mereció.

5 de enero de 2023
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Los Reyes Magos
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Es difícil ver Los Reyes Magos sin preguntarse por qué nunca alcanzó el estatus de clásico de la animación iberoamericana. No es perfecta, pero tiene lo necesario para brillar. Al final, uno no puede sino suponer que estrenó a destiempo. Quizá llegó demasiado tarde, cuando la animación 2D palidecía ante el auge del 3D, o demasiado temprano, antes de que la técnica recobrara su valía ante los ojos del mundo. Pero el cine como la vida siempre da segundas oportunidades y a veinte años de su estreno todavía podría alcanzar el reconocimiento que siempre mereció. Aquí te decimos por qué.

A diferencia de Santa Claus cuya historia ha sido llevada a la pantalla en incontables ocasiones y cuya esencia mágica en el imaginario da mucho margen de maniobra, los Reyes Magos tienen una condición más intocable. Algo normal si consideramos su presencia en las sagradas escrituras, pero también porque su festejo no se extiende por todo el mundo occidental. En este sentido hay que reconocer el guion escrito por Juan Ignacio Peña, Juanjo Ibáñez y Javier Aguirreamalloa, que encuentra el balance perfecto para humanizarlos y convertirlos en personajes asequibles para todos, cada uno de los cuales debe enfrentar sus propios demonios con el fin de concretar la misión que les fue encomendada: estar presentes en el nacimiento del Rey de Reyes.

Aunque esto obliga a la incorporación de elementos bíblicos, para nada estamos ante una cinta de corte religioso. Es más bien una aventura de tintes épicos con los personajes titulares mostrados como sabios astrónomos, habilidosos magos y valerosos guerreros, pero sobre todo con el claro deseo de hacer el bien y un franco amor por los niños manifestado de lleno en el primer tercio del filme. En resumen, personajes dotados de muchas cualidades, pero imperfectos en varios aspectos y es precisamente por esto que funcionan tan bien.

Melchor parte siendo un cobarde, Gaspar un arrogante y Baltasar un insensible. Ninguno de estos fallos es mostrado en exceso y por consiguiente no atenta en la imagen preconcebida de estas figuras. Al contrario, el director Antonio Navarro es cuidadoso de mostrar sólo lo necesario para garantizar el acercamiento y enfatizar la importancia del cambio para bien. Una lucha interna que no se queda en la mera reflexión, sino que gana dinamismo ante la presencia de pruebas en las que los Reyes Magos deben cuestionarse a sí mismos para ascender a la condición de elegidos. El reto no se queda aquí, pues a todo esto debemos sumar la amenazadora presencia de Herodes y sobre todo de su consejero brujo Belial, quienes harán lo imposible por evitar que la tercia complete su misión.

Técnicamente hablando, es modesta, pero funciona. La animación, salvo algunos mínimos pecados, se siente fluida incluso en las secuencias de acción que exigen una máxima atención por las posiciones y el dinamismo de los personajes; el color, aunque carente de sombreado, no afecta realmente en los resultados ante la elegancia de la paleta elegida; el diseño de producción se torna especialmente interesante en el tercer acto con un desierto dotado de elementos que bien podrían haber sido extraídos de la obra de Salvador Dalí. Más debatible es el tema del diseño de personajes, donde se aprecia una clara, por momentos excesiva, influencia del modelo hollywoodense. Esto bien puede atribuirse al enorme impacto que esta industria tenía en la producción global en el pasado, así como a la trayectoria de Antonio Navarro, quien trabajó en proyectos estadounidenses por casi dos décadas. Un recorrido que incluye varias películas de Disney.

Si uno echa un simple vistazo a los protagonistas de esta historia se encontrará con un popurrí que incluye al Disney de la era renacentista, algo lógico si consideramos su alto impacto en la industria, pero también de la era de plata, de bronce y posrenacentista. Algo que puede apreciarse en Melchor que bien podría ser confundido con el padre de Belle en Beauty and the Beast (1994), Gaspar directamente inspirado en Merlín de The Sword in the Stone (1963), Belial que podría haber salido de The Black Cauldron (1985), además de Sara y Tobías que recuerdan mucho a la expedición mignolesca de Atlantis (2001). Más peculiar es que también se aprecia la influencia de Don Bluth, no sólo el de Amblin en el terreno de los animales, sino también el de Fox, con el ya mencionado Belial extrayendo varios elementos de Anastasia (1997).

Aunque es un hecho que esta inusual mezcla es un distractor importante en los primeros minutos, cuando apenas nos vamos familiarizando con los personajes, también lo es que la producción descifra el modo de que la combinación imposible funcione. Contra todo pronóstico, héroes y villanos integran una mezcla que termina sintiéndose orgánica. Ni siquiera este logro puede impedir que nos preguntemos si el éxito del filme habría sido mayor con un diseño menos respetuoso con el cine norteamericano y más ansioso de encontrar una esencia propia.

Nunca lo sabremos, pero hoy poco importa. Lo verdaderamente trascendente es que, como muchas otras películas que no alcanzaron su máximo potencial en su momento, Los Reyes Magos es una película que exige ser revisitada. Lo dijimos al inicio y lo repetimos, no es perfecta, pero es disfrutable y está dotada de valores importantes. Y sobre todo, tiene los argumentos necesarios para ser catalogada como una película decisiva en la historia de la animación iberoamericana. Una que allanó el camino para que otras producciones pudieran llegar todavía más alto. Propiedades que también son dignas de la etiqueta de clásico.

Ficha técnica

  • Título Los Reyes Magos
  • Dirección Antonio Navarro (Delirium)
  • Año 2003
  • País España, Francia
  • Técnica 2D
  • Voces originales José Coronado, Juan Echanove, Imanol Arias
  • Disponible en HBO Max, Netflix