Crítica: Las moscas sólo viven un día
El escritor y director Mauro Luis demuestra una enorme madurez en el que es apenas su primer cortometraje.
25 de mayo de 2022Por Luis Miguel Cruz
La mosca es un desagradable insecto, pero también un poderoso símbolo. Puede asociarse con la suciedad, pero también con la muerte y la podredumbre. Esto último es lo que hace Mauro Luis en Las moscas sólo viven un día, su primer cortometraje y en el que demuestra tal madurez que sería envidiable para muchos cineastas más experimentados.
Una mujer que conduce su automóvil para llevar a su hijo a un viaje escolar. Todo es normal, hasta que la tranquilidad empieza a resquebrajarse por dos sucesos paralelos: una fatídica noticia en la radio y la entrada de una mosca en el vehículo. Situaciones tan ordinarias que pasarían desapercibidas para casi todos, pero no para ella, que desde ese preciso momento relaciona los más inocentes comentarios de su pequeño con una desgracia. Las tensiones son tales que el desafortunado suceso termina por ocurrir.
¿Es la mosca la causante de todo esto? ¿O el mal augurio del informativo radiofónico? Tal vez ambas o quizá ninguna, pues también está la posibilidad de que todo sea producto de la casualidad. O mejor dicho, de las distracciones de la madre que terminan por sellar el destino de la dupla. El director y guionista nunca resuelve la duda y eso es una tremenda fortaleza, pues invariablemente nos deja pensando sobre el poder que una simple mosca ejerce como símbolo en la audiencia, pero también en sus personajes. Una elaborada metanarrativa plasmada con una enorme elegancia desde la trama, pero también desde la técnica.
Esto último puede apreciarse con unos cambios abruptos e incluso perturbadores, pero siempre orgánicos, en la estética y que reflejan los tres planos del cortometraje. El primero, en el que se desarrolla la historia, tiene un diseño sencillo. Le sigue el de la ensoñación, netamente infantil, con trazos gruesos y un uso disparatado del color que refleja las fantasías del niño en su próxima aventura. Finalmente el trágico, imaginado por la madre, caracterizado por bordes agudos y una paleta que se limita al rojo y el negro. Los colores de la sangre y la muerte. También de las moscas, con sus gigantescos ojos escarlata que lo vigilan todo.
Las moscas sólo viven un día es un proyecto doloroso, pero siempre hipnótico, que deja claro el enorme talento y la marcada madurez que ostenta su realizador. Estemos pendientes de la carrera de Mauro Luis que seguro dará mucho de qué hablar en un futuro cercano.