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Crítica: La otra forma

La otra forma es una invitación a pensar fuera de la caja y a dejar atrás la seducción del entorno homogeneizador que nos rodea.

30 de marzo de 2023
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: La otra forma
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Han pasado varios meses del estreno de La otra forma en Annecy y desde entonces no hemos parado de escuchar noticias sobre el filme colombiano. Su lanzamiento en el prestigioso festival francés ya era un buen indicador de su calidad, y las glorias continuaron con victorias en Chilemonos y Sitges. A esto sumemos su nominación a Mejor película en los Premios Quirino, un mérito mayor si consideramos que el estupendo año de la animación iberoamericana dejó a algunos gigantes en el camino. Quedan unas semanas para descubrir si logra alzarse con el galardón, pero por ahora, ya podemos entender las razones detrás de su éxito.

La ópera prima de Diego Guzmán es una cinta que aprovecha cada uno de sus cuadros para demostrar el poder de la animación. Incluso resquebrajar las bases más representativas de la anatomía humana para ofrecer una de las más singulares críticas sociopolíticas que hayamos visto en los últimos años. Una proeza que además viene acompañada de numerosos riesgos que son superados con profunda destreza.

La otra forma nos introduce en un mundo que se ha olvidado de las curvas que imperan en el estado natural de las cosas, reemplazándolas por la artificialidad de las rectas. Algo que no se limita a los edificios, sino que se extiende por los árboles que son manipulados para crecer en ángulos rectos, en los animales que son cubiertos con cajas y sobre todo en la gente que recurre a feroces tratamientos para distorsionar su apariencia. Todo esto con el fin de encajar en lo social, pero también en lo político ya que sólo los «cuadratizados» son elegibles para un programa que busca llevar a la humanidad a una luna convertida en cuadrado perfecto. Es así como conocemos a Pedro Prensa, un hombre obsesionado con alcanzar este objetivo, hasta que su anhelada oportunidad termina en el peor de los fracasos.

Uno de los elementos más representativos y destacados de la película es su diseño de personajes. Hablamos de personajes tragicómicos cuyas autodeformaciones deambulan entre lo hipnótico y lo grotesco, aunque eso sí, todas son absurdamente originales. Está el hombre que convirtió su tórax en un marco, o la mujer que estiró ferozmente su rostro en una clara referencia a Brasil de Terry Gilliam, sin olvidarnos del ya mencionado Pedro Prensa que diariamente comprime un poco más su cráneo para dar un rectángulo cada vez más angosto.

Esto conduce a un reto mayor como es la animación de este universo. Las alteraciones anatómicas no implican la robotización de los movimientos, ya que estos mantienen la fluidez propia de las curvas. Es un hecho que esta dinámica no puede darse de manera natural, sino que debe adaptarse para que funcione en cuerpos que han sido manipulados en forma, pero también en dimensiones. Lo hecho funciona tan bien que lo más probable es que la adversidad que todo esto implicó ni siquiera pase por la cabeza de las audiencias.

Los buenos resultados de esta empresa no son poca cosa, ya que la movilidad de los personajes debe ser sutilmente exagerada para apoyar ante la ausencia de diálogos. Otra decisión arriesgada que se torna decisiva para alcanzar los objetivos de la película, ya que además propicia la inmersión en este distorsionado mundo, contribuye a la exaltación de sus mensajes centrales.

Estos han sido vistos en muchas producciones anteriores: la defensa de la identidad en una sociedad cada vez más homogénea. Sin embargo, su director también encuentra el modo de refrescarlos gracias a que incursiona en la ciencia ficción, concretamente en el terreno de la distopía. A diferencia de tantas producciones de este tipo, no muestra una comunidad condenada por sus gobernantes, sino una donde nunca se sabe a ciencia cierta quién es el culpable de la catástrofe. Por un lado están las autoridades, representadas por los agentes de la ley que resguardan los cohetes que serán lanzados a la luna y en las sesiones de terapia para quienes han fallado en el proceso. Por el otro se encuentra la gente que se somete a auténticos métodos de tortura con el único fin de encajar, que idolatra a quienes han recurrido a la cuadratización extrema y que señala a todo aquel que es diferente. ¿Quién es el verdadero culpable? Irónico que un mundo construido sobre las bases del cuadrado caiga en un círculo vicioso de este tipo.

La otra forma es una estupenda película, pero es también una profundamente necesaria. Es una invitación a pensar fuera de la caja y a dejar atrás la seducción del entorno homogeneizador que nos rodea. Es también un estupendo debut en el terreno del largometraje y que invita a seguir muy de cerca la carrera realizadora de Diego Guzmán. Es, finalmente, una obra que saca a relucir que todo es posible con la animación y que deja muy en claro las enormes cualidades que pueden encontrarse en nuestras industrias.