Radix

Críticas

Crítica: Hasta los huesos

El corto de René Castillo es simplemente la mejor manera de entender el Día de muertos.

27 de julio de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Hasta los huesos
Compartir

Son muchos los títulos que han sido relacionadas con el Día de Muertos. Si de animación se trata, la celebración mexicana sólo alcanzó la gloria fílmica con Hasta los huesos. Esto fue gracias al genio creativo de René Castillo, quien se olvidó de los extremos que implican seres lúgubres o caricaturizados para dar una visión más fiel de la Catrina que habita en el imaginario colectivo. Esa concebida por el ilustrador José Guadalupe Posada y que lejos de provocar temor, inspira alegría con su franca jovialidad. El resultado es la más dulce de las ironías: la muerte no es ningún impedimento para seguir disfrutando la vida.

Este mensaje, que parece tan sencillo cuando realmente es sumamente complejo, se alcanza por tres vías: la narrativa que nos introduce con un finado que luce temeroso durante su llegada al más allá, al menos hasta que es abrazado por la elegante huesuda que lo conduce al disfrute. La iconográfica, con una calavera que remite directamente a las ilustraciones del ya mencionado Posada y cuyo legado fuera consolidado por Diego Rivera. Y finalmente la simbólica, con una modesta rosa blanca que funge como una conexión directa al mundo de los vivos y que es resguardada con ferocidad por el fallecido, quien sin embargo no duda en entregarla a su anfitriona para que decore su enorme sombrero.

Estas fortísimas bases son enaltecidas por muchos otros elementos que serán bien reconocidos por todos aquellos familiarizados con el festejo. Las calaveras revolucionarias ; los distintos objetos que integran las ofrendas; y como toque final el Catrín plasmado en el personaje central y quien está destinado a convertirse en la pareja de la Catrina hasta el fin de los tiempos.

La alegría y el colorido de esta muerte à la mexicana no están peleadas con la franca madurez, que se manifiesta desde el inicio con un franco temor al desconocido más allá. A esto se suma la inclusión de elementos sexuales en ciertos puntos del cortometraje. Todo esto es determinante para plasmar la picardía que caracteriza al país norteamericano, y además va en continuidad con lo hecho por René Castillo en su primer cortometraje Sin sostén (1998).

Aunado a esta brillante y valiente construcción, Hasta los huesos cuenta con dos aspectos especialmente fascinantes. El primero es su técnica netamente artesanal, palpable en su animación stop motion, pero también en muchos otros aspectos de la producción como sería su modelado. No es perfecto, pero es idóneo para esta historia, al grado que termina convirtiéndose en una de las mayores fortalezas del corto que de este modo concibe una identidad muy propia, con un mundo que apela más a la artesanía que al carácter industrial. Esto, sin embargo, no está peleado con la atención al detalle que resulta especialmente palpable en la sincronización sonora. Tal es el caso de la Catrina cantora, cuya lengua incluso resulta visible en la pronunciación de algunas letras, o la banda cuyo rasgado de instrumentos coincide perfectamente con el sonido de las guitarras.

Esto mismo nos vincula con el otro gran aspecto a destacar, la música a cargo de Café Tacuba, que lejos de remitir a tantísimos números que han caracterizado al cine animado a través de los tiempos, apuntan a la sonoridad de los bares y los cabarets. Ni qué decir de la interpretación del tema Llorona, tan fuertemente vinculado con el Día de Muertos y cuyo canto a cargo de Eugenia León resulta en uno de los puntos más memorables del film.

Todos aquellos mexicanos que alguna vez han sido cuestionados sobre la naturaleza y la razón de ser del Día de muertos saben lo difícil que es explicar un festejo a la vida desde la muerte. Nuestra recomendación es dejar atrás las complicaciones y sugerir un visionado de Hasta los huesos. Obra cumbre de René Castillos y uno de los puntos más altos en toda la historia de la animación iberoamericana.