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Pride: El orgullo desde una perspectiva animada

Después de un inicio turbulento, la animación se ha convertido en un importante aliado para la representación del colectivo LGBTQ+.

28 de junio de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Pride: El orgullo desde una perspectiva animada
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Cuando el mexicano Esteban Bravo y la estadounidense Beth David empezaron a desarrollar el corto In a Heartbeat (2017), su plan inicial era explorar la atracción de un niño por una niña. La idea no funcionó del todo y el proyecto sólo cobró vida cuando la dupla se decantó por dos chicos del mismo sexo. Funcionó en los aspectos narrativos, pero también en el interés del público que respaldó a los estudiantes de animación en su campaña de financiación y que viralizó su primer avance hasta sumar más de un millón de reproducciones en redes sociales. Una vez terminado el film, el clip de YouTube acumuló cerca de 2.4 millones de reproducciones en menos de 24 horas. Los creativos no dudaron en atribuir la buena respuesta a la falta de representación audiovisual.

“Es muy raro que un personaje LGBTQ sea el centro de atención”, aseguró Bravo [vía]. “Especialmente en un medio como la animación que está predominantemente dirigido a niños y familias. Queríamos desafiar la noción preconcebida de que el contenido LGBTQ no es apropiado o adecuado para audiencias más jóvenes. Es una historia inocente y alegre sobre un niño y su enamoramiento que esperamos resuene entre los jóvenes”.

Hoy día In a Heartbeat es considerado un clásico entre la comunidad LGBTQ+. Forma parte de una lista animada no especialmente larga, aunque sí creciente que incluye títulos como The Simpsons (1989), South Park (1989), Queer Duck (2000), She-Ra and the Princesses of Power (2018), Star vs. the Forces of Evil (2015) y The Owl House (2020), por nombrar algunos. Proyectos que desde sus respectivos frentes se han tornado decisivos para la inclusión, pero que siguen en espera de ese paso decisivo que lo cambie todo.

 

Un inicio desafortunado

Si animación y representación no siempre van de la mano se debe en buena parte a los estigmas suscitados desde la industria estadounidense, como los que insisten en que estas producciones son de carácter meramente infantil y que están relacionados con los que aseguran que abordar la diversidad de género en producciones familiares puede ser nocivo para los más pequeños. Todo esto sin olvidarnos de la discriminación histórica padecida por el colectivo.

Flip the Frog y su cortometraje Soda Squirt suele ser visto como la primera gran prueba de ello con el personaje mostrando un claro desconcierto e incluso indicios de rechazo ante un hombre dotado de elementos femeninos quien termina convirtiéndose en una especial de Sr. Hyde. Incluso estas humillantes lecturas fueron evitadas con la implantación del Código Hays en 1934, que se valió de la censura para garantizar que un cine norteamericano promoviera ‘las buenas costumbres’ entre la sociedad. Poco más de unas décadas después, sus campañas fueron reforzadas por anuncios de servicio público (PSA por sus siglas en inglés) que alertaban a los niños sobre el peligro de los “depredadores homosexuales”.

Fueron muchos los estudios que desafiaron estas aseveraciones de distintas maneras, lo que incluyó la animación. Tal fue el caso de Warner con sus Looney Tunes y primordialmente con Bugs Bunny que fue vestido de mujer en más de una ocasión. También estuvieron los que se decantaron por la otra vía como Disney, que optaron por moldear a muchos de sus villanos sobre los estereotipos. Así lo asegura David Thorpe en el documental Do I Sound Gay? (2014) en el que el creativo se cuestiona si la voz puede delatar la homosexualidad. Una tendencia que comenzó con Hook (Peter Pan) y que se ha extendido por numerosos personajes como Sher Kahn (The Jungle Book), Ratigan (The Great Mouse Detective), Scar (The Lion King), Jafar (Aladdin), Ratcliffe (Pocahontas) y Tamatoa (Moana), sólo por nombrar algunos. Mención especial para Ursula (The Little Mermaid), directamente inspirada en la drag queen Divine.

Esta decisión no sólo contribuyó a la propagación de estigmas, sino que ha dificultado los esfuerzos del estudio por cambiar su visión. En medio de un debate entre el tradicionalismo y la evolución, el estudio se ha decantado por una ambigüedad más bien dolorosa plasmada en Elsa (Frozen) que nunca recibió una pareja femenina a pesar de la campaña en redes #GiveElsaAGirlfriend. Caso similar a los de Luca (Luca) y Raya (Raya and the Last Dragon) quienes para muchos aludían directamente a la homosexualidad.

Lightyear beso

El cortometraje Out (2020) de Pixar centrada en una pareja homosexual invitó a soñar con una mayor representación, pero la evolución se complicó tras la polémica suscitada por el beso lésbico de Lightyear (2022) y la introducción del primer personaje central gay en Strange World (2023). Hoy día son muchos los que temen que la representación de la comunidad LGBTQ+ se limitará a proyectos secundarios, pero también hay indicios de que el estudio animado más importante del mundo no se dará por vencido en sus esfuerzos.

 

Corrigiendo el camino

La buena noticia es que a diferencia de lo ocurrido hace unas décadas, la oferta animada está en continuo aumento y cada vez son más los estudios y canales que abordan la diversidad de género en sus historias. Así sucedió con Happy & Gay (2014), cortometraje revisionista que rescata los elementos de los dibujos animados de los 30, pero reemplazando su censura y sus prejuicios con una representación positiva de la diversidad de género. Un proyecto que señalaba los errores del pasado, al tiempo que luchaba a favor de los derechos del colectivo.

 

También está el ejemplo de Cartoon Network que desde hace años aprovecha a sus personajes animados para celebrar el Día del orgullo. No conforme con ello, invita a sus seguidores LGBTQ+ sin distinción de edad a sentirse orgullosos todo el año. Un mensaje fundamental para garantizar la autoaceptación. Más significativo aún es que, si bien son muchos los proyectos que la toman como eje narrativo de sus argumentos, cada vez son más los que la usan como un elemento más de sus personajes sin necesidad de señalarlo. Algo que contribuye enormemente a la aceptación mediante la más pura normalización.

Tal sería el caso de Katie Mitchell de The Mitchells vs. the Machines (2021), cuyo desarrollo inicial generó la sensación entre varios miembros de la producción de que era un personaje queer. En un deseo por evitar diferencias con Sony Pictures Animation y ambigüedades entre el público, el equipo recurrió a la artista de desarrollo visual Lizzie Nichols, quien secundada por los elementos LGBT!+ que trabajaban en el film, envió una carta al estudio en la que manifestaba que “cuando empecé a trabajar en la animación, entendí que nunca sería capaz de trabajar en una película que representara con personajes a quien yo era. Hice una triste paz con esto […]. Me cambiaría la vida decir que trabajé en la primera gran película animada con un personaje principal queer. Quiero formar parte de una película –y de un estudio– que está del lado correcto de la historia” [vía].

Se espera que Nimona, adaptación de la novela gráfica de JD Stevenson, sea la gran heredera de su mensaje. Una metamorfa que ayuda a un caballero acusado por un crimen que no cometió y cuya historia estuvo cerca de llegar a la pantalla cortesía de Blue Sky y ser la primera película animada protagonizada por un personaje LGBTQ+. Pero cuando este estudio pasó a manos de Disney, el film se canceló aun cuando estaba casi listo, disparando el desencanto de millones de personas. La emoción sólo regresó cuando Netflix se hizo con el proyecto. “Nimona siempre ha sido una historia valiente que no podía parar”, aseguró Stevenson en sus redes. “Es una luchadora… pero también tiene a gente increíble luchando por ella”.

Tampoco nos olvidemos de las series que se han convertido en el gran bastión de la lucha. Adventure Time (2010), Gravity Falls (2012), Steven Universe (2013) y The Loud House (2015) son sólo algunos de los muchos ejemplos de shows que han contado con personajes LGBTQ+. Su formato televisivo no debe ser tomado a la ligera, pues numerosos estudios aseguran que el carácter hogareño de la pequeña pantalla es clave para garantizar la aceptación y la normalización, ya que simbólicamente se permite el acceso a casa de una determinada idea o trama.

A esto se suman los esfuerzos desde otras latitudes como Asia y Europa. Ambos territorios han abordado la diversidad de género con mayor apertura, lo que incluso ha provocado algunos dolores de cabeza. Tal fue el caso de Sailor Moon (1992) que mostró dos mujeres en una relación romántica. En Estados Unidos se aprovechó la apariencia algo masculina de una de ellas para asegurar que se trataba de un hombre; en España fueron convertidas en primas que sentían un gran afecto entre ellas. Sus mensajes apenas empiezan a propagarse por todo el mundo gracias a una mayor difusión en cines y plataformas, pero también a aceptarse gracias a una creciente tolerancia. El ejemplo más celebre de los últimos años es Flee (2021), sobre un refugiado afgano que busca el modo de escapar la guerra, pero también de la discriminación propiciada desde las altas esferas de algunos gobiernos a causa de su homosexualidad.

Sobre la experiencia, el director Jonah Poher Rasmussen se dijo sorprendido sobre cómo “en su infancia, no podía ser gay porque eso no era posible en Afganistán. Y cuando llegó a Dinamarca, no podía hablar de su pasado, por lo que siempre ha tenido que ocultar partes de su identidad. Para mí, Flee se trata de encontrar un lugar donde puedas ser quien eres con todo lo que eso implica. Su pasado, etnia, sexualidad, etc. [Trata sobre] lo importante que es encontrar un lugar donde puedas llevar todo lo que llevas y ser fiel a lo que eres” [vía].

 

Perspectiva iberoamericana

La animación iberoamericana no ha sido indiferente a las necesidades de representación por parte de la comunidad LGBTQ+, la cual se ha manifestado primordialmente desde el terreno del cortometraje. Títulos como Mamá, papá, soy gay (México, 2007), A descoberta de Luke (Brasil, 2007) y su secuela E agora Luke (Brasil, 2010), Love Wars (España, 2012) o Out of the Box (España, 2021) han contribuido a propagar un mensaje de aceptación e inclusión en los últimos años.

Mención especial para el ya mencionado In a Heartbeat que ascendió como el cortometraje animado más visto del 2017, superando a Dear Basketball con todo y la narración de Kobe Bryant y su Oscar, así como a Lou bajo la producción de Pixar.

Aunque las tendencias son cada vez más favorecedoras, aún queda mucho por hacer en nuestras industrias. Las historias lésbicas siguen siendo considerablemente pocas en comparación con las gay, lo que además refleja otro problema histórico del cine y la televisión como es la necesidad de tener más mujeres en puestos de mando. Quizá la más importante anomalía sea Órbitas (2013) que fue candidata al Goya en la terna de Mejor cortometraje de animación.

Hace falta también el salto a otros formatos como el cine y la televisión. Ambos de gran importancia por su alta visibilidad, mientras que en el caso del segundo sobresale además por ser clave para la normalización. Los esfuerzos continúan y la animación está ahí, luchando continuamente por dar ese paso decisivo en la busca de un mundo mejor a través de una sociedad más igualitaria, tolerante y respetuosa, así como con la propagación de un mensaje que invariablemente invita al orgullo y a demostrar que todo amor es amor.