El cine invita a soñar. Quizá por eso resulta tan irónico que su industria saque a relucir la palabra “imposible” en tantas ocasiones. Que nadie la utilice frente a Abraham López Guerrero, quien no se cansa de demostrar que cuando de sueños se trata no existen imposibles. Menos aun cuando hay animación de por medio, tal y como lo demuestra con su proyecto de corto Changelings.

El ganador del Goya por Blue & Malone: Casos imposibles se apoya de lleno en la ciencia ficción para adentrarnos en un mundo donde el tiempo carece de la continuidad que conocemos, ya que la existencia se renueva cada 48 segundos. Los cambios no se limitan a los aspectos más primarios de la vida cotidiana, son extremos e implican conversiones en los más extraños seres y alteraciones totales del entorno. A pesar del carácter tan radical del reinicio, nadie es conscientes de estas reglas temporales. Nadie, salvo los personajes titulares, indiferentes al cambio hasta que uno de ellos se enamora, lo que marca el inicio de una lucha contra un universo que no se detiene ante nada ni nadie. Ni siquiera el más profundo de los sentimientos.

“El cambio es lo único que es seguro”, explica Abraham López Guerrero cuando le preguntamos sobre los orígenes de esta aventura. “Tú vas a cambiar, yo cambio todos los días, cada 48 segundos soy otra persona. Mis hijas, cuando las miro y trato de recordar, hay cosas que no me acuerdo de cómo eran antes. Lo mismo pasa con la pareja. Llega un momento en que lo que sientes es una mezcla entre lo que sentiste por una persona que ya no es la que está ahí delante y al mismo tiempo aferrarte a algo. Entonces, ¿a quién amo, a la persona que tengo delante o a los recuerdos? Changelings trata de nosotros, de cambiar, de que en realidad viajamos hacia adelante y cambiamos todo el tiempo. Pensé, ¿y si hay alguien que de verdad puede permanecer inmutable? Entonces lo llevé un poco al extremo”.

La naturaleza de la trama ha obligado al desarrollo de varios mundos distintos, cada uno de los cuales ha sido trabajado a detalle. Estos van de las esfinges al cyberpunk, de los robots rojos a los gigantescos dragones, aunque de estos últimos ya hablaremos más adelante. También hay elementos impalpables, como “una iglesia que prohíbe sentir”.  Es, en resumidas cuentas, un universo continua expansión.

La premisa es ambiciosa y fascinante por igual, pero Abraham López Guerrero sabe que esto no basta para construir una gran historia sci-fi. Como buen amante del fantástico, es consciente de que los dilemas científicos y éticos que ha visualizado sólo alcanzarán su máximo potencial con la exploración de la humanidad. Por eso, el artista es tajante al señalar que “lo que me preocupa más son las emociones”.

“Lo que nos hace humanos es lo efímero, es cambiar, es morir”, ahonda. “Es ese mundo efímero el que otorga tanta importancia a los sentimientos y al tiempo porque es finito. Estamos sujetos a él y lo alucinante del tiempo [es que] al final no se decide: qué deprisa [avanza] cuando te lo pasas bien, qué lento se hace cuando lo pasas mal. El tiempo no entiende de humanos. El universo no entiende, el universo es”.

Efectivamente, el tiempo no entiende y puede ser engañoso. Por eso no deja de sorprender que el cineasta contemple encajar una obra de estas dimensiones en apenas 16 minutos de duración. Pero de nueva cuenta, todo es relativo. La descripción oficial habla de un proyecto de cortometraje, pero realmente deberíamos hablar de un proyecto de saga. “Podría llegar a ser una película o una serie de novelas sobre la premisa de que hay seres que pueden sobrevivir al cambio”, nos explica el español. “Sobre esa premisa he construido todo un universo y lo desarrollaré por donde pueda y como pueda. El primer paso es este cortometraje y luego veremos en qué se convierte. Estoy zambulléndome sin pensar mucho, no tengo un gran plan, simplemente estoy explorando de alguna manera”.

Puede que sea así, pero resulta claro que el español tiene varias ilusiones puestas en esta obra. La primera y quizá más evidente de todas sea su inmersión total en el terreno fantástico, un género por el que siempre ha manifestado una enorme pasión. “Es mi hogar”, nos asegura con una sonrisa, “es donde he nacido”.

“Para mí, el fantástico está de poner cosas ahí”, continúa. “Que no están o que creemos que no están, es romper esa frontera y al mismo tiempo tratar temas de realidad”. Es por esto que “tengo una gran tradición de intentar llevar a la mente de todo el mundo conceptos que, como precisamente son fantásticos, son aplicables a muchas épocas, a muchas historias”.

Este fervor va más allá del cine. También se manifiesta en el terreno literario con Maremostrum, novela en la que ha estado trabajando en los últimos meses y en la que especula sobre la desaparición de los dragones. Una obra que aspira a volar más allá del papel para convertirse en serie. De momento, el realizador espera que el primer salto a la pantalla sea con Changelings, ya que este es uno de los mundos contemplados por el corto.

Este gusto se debe a que “me flipa la figura del dragón y del monstruo marino”, reconoce. De hecho, siempre que miro al mar, lo que falta para mí es una cola de monstruos. Siempre que veo el mar, siempre digo ‘molaría’ [ríe]”. Más allá de su espectacularidad, el artista recuerda que en oriente “son una personificación de todas las virtudes del ser humano”, al tiempo que se ilusiona con sus paralelismos en nuestro mundo al describirlos como “una síntesis entre la fantasía y la realidad. No existen, pero los dinosaurios son casi dragones”.

Tampoco podemos olvidarnos del sueño de revolucionar nuestras industrias. No sólo las animadas, sino las audiovisuales en general. “La idea de Changelings es que nos juntemos un montón de estudios y que demostremos que podemos hacer un súper blockbuster. Me cansa un poco que hagamos cosas guapísimas y la taquilla se la lleven las grandes franquicias norteamericanas. ¡Hagamos nuestras propias franquicias! Changelings va de eso, de intentar hacer nuestra propia saga, que arrasen taquilla y se venda fuera, que hagamos industria. En vez de hacer un montón de pequeños proyectos, yo propongo ‘veniros, vamos a juntarnos, vamos a aportar’. Demostrar que somos capaces de dar una calidad increíble y que somos capaces de hacer cosas súper emocionales que pueden arrasar en taquilla. Hay que llegar al público”.

Seguro que más de uno dirá que estamos ante un sueño imposible. Pero esto no impedirá que Abraham López Guerrero siga luchando hasta hacerlo realidad. Con ese talento que siempre ha caracterizado su trabajo, pero también con esa pasión que invariablemente se torna contagiosa. “Busco la inspiración en lo que en lo que tengo a mi alrededor”, nos confiesa casi al final de la entrevista. Palabras que invitan a pensar en todas las grandes historias que se ocultan en nuestro entorno más cercano y en las incontables posibilidades que hay cuando se da rienda suelta a la imaginación. Y cuando la imaginación no entiende de límites, tampoco de imposibles.