Baile con la muerte: La nueva mirada de la animación emergente
Los logros de Baile con la muerte, entre los que figuran su preselección al Goya, evidencian las virtudes de las nuevas generaciones, al tiempo que invitan a reflexionar sobre la necesidad de un mayor respaldo desde todos los frentes.
22 de diciembre de 2025Por Luis Miguel Cruz
La muerte es lo único tan antiguo como la vida misma. Quizá por ello, el ser humano ha recurrido a toda clase de pensamientos y narrativas —de la religión a las artes— con el firme propósito de encontrar un sentido al destino que nos aguarda a todos. Para facilitar el proceso, la humanidad ha optado por su personificación desde múltiples vías: de lo divino a lo monstruoso, de lo natural al castigo, de lo intangible a lo humano.
Si esta última línea se ha tornado especialmente popular en los últimos años, es porque permite encararla desde un lugar distinto: manifestar el miedo, la tristeza y la desesperación que provoca, o, por qué no, intentar engañarla a través de una danza que se mueve entre lo romántico y lo macabro. Es así como Baile con la muerte se inscribe en la tradición y, más importante aún, la expande desde una mirada generacional, íntima y profundamente contemporánea.

El cortometraje, dirigido por Carlota Massó y concebido por Berta Alsinet, Paula Anglas, Núria Aranda, Martina Berney, Joan Cortit, Laia Domene, David Martín, Carlota Massó, Roger Menta, Víctor Moya y Gisela Torres, todos exalumnos del Grado en Animación & VFX de La Salle-Universitat Ramon Llull, nos introduce con una criminal en medio de una peligrosa persecución automovilística que la lleva a encontrarse cara a cara con la Muerte. Cuando su destino parece sellado, surge un deje de amor que hace dudar a la parca sobre si debe segar su alma o darle la oportunidad de vivir otro día.
Con apenas cuatro minutos de duración, los artistas ofrecen una obra que cimenta sus pilares sobre el legado de artistas como Ingmar Bergman y Guillermo del Toro. El sueco, realizador de The Seventh Seal (1957), encabezó una brillante personificación a través de un hombre que aprovecha una partida de ajedrez con la Muerte para la búsqueda de respuestas sobre la existencia humana. El mexicano, por su parte, ha dedicado su filmografía a la reivindicación de lo monstruoso al visualizarlo como un símbolo de la imperfección humana.
En el caso de Baile con la muerte, Massó explica que “la historia surge porque unos queríamos algo más sentimental, otros más de acción, y al final nos dimos cuenta de que todos queríamos contar un poco también lo mismo. Es una historia llena de acción, como drama y romance, pero en el fondo también habla de nosotros y de lo que sentíamos”.
La renovación de un mito universal
Actualizar un mito tan fundamental como la muerte no es tarea sencilla. Para la realización de Baile con la muerte, el equipo creativo partió de la renovación de la figura titular en el imaginario, aunque respetando elementos clave para preservar su esencia.
“Fue todo un reto buscar una manera de representarlo para que al final todos pudiéramos empatizar con él, pues realmente queríamos humanizarlo”, asegura Massó.
La complejidad se extendió por elementos icónicos, pues “estuvimos muchísimo tiempo dándole vueltas a la metodología, sobre todo de cómo se lleva el alma de las personas a punto de morir. Al final, dimos con esto y nos gustó porque es un ser que puede parecer humano cuando no se lo ve actuar y se transforma cuando tiene que hacerlo”.

El esfuerzo se completó con una estética 3D inspirada en Spiderverse y Arcane. Pero, a diferencia de tantos artistas que alaban la técnica por su carácter innovador, Massó parte de su propio acercamiento al medio para asegurar que “cuando empiezas a aprender 3D, te das cuenta de lo artesano que es. Es como hacer escultura, pero dentro de un ordenador”.
La cineasta no puede ocultar su emoción cuando equipara la técnica con “tener una bola de plastilina delante, solo que está en un mundo 3D que puedes girar y moldear con pinceles digitales”. Esta lógica manual se extiende a todas las fases del proceso, incluyendo un estilo hand-painted que remite de lleno a lo tradicional. “Pintábamos capa por capa, como si estuviéramos trabajando sobre un lienzo, pero dentro del ordenador”.
La misma sensibilidad se traslada a la construcción de los espacios y a la iluminación, concebidas como actos de ensamblaje y composición más que como simples ajustes técnicos. “Es como montar un Lego o recrear una iluminación real”, apunta Massó. “Si hay una lámpara, tienes que construir también su fuente de luz”. El resultado es una animación que entiende el 3D no como un atajo hacia la perfección visual, sino como un lenguaje expresivo donde cada elemento ha sido construido desde cero. Todo esto, no está de más enfatizar, sin apoyarse en procesos automáticos ni en ninguna forma de inteligencia artificial.
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Finalmente, consciente de que la interrogante sobre qué pasaría si la Muerte se enamorara ha sido abordada por otras obras, el colectivo ha ideado este corto como el punto de partida hacia una historia más compleja que será abordada en un largometraje.
“Sirve como primer acto”, adelanta la directora. “La Muerte ha dejado ir a una vida que le tocaba morir. Ahora hay una persona que a lo mejor es inmortal o que realmente no se sabe cuándo tendrá que morir. Si existe una persona que no iba a existir, a lo mejor puede alterar lo que sucede a partir de ahora”.
Esta ambición sitúa al cortometraje en un terreno poco habitual para el formato, funcionando tanto como obra autónoma como promesa de una narrativa de mayor alcance. No sorprende, por ello, que el equipo lo defina como “una carta de presentación a la industria de la animación”, un propósito respaldado por su impresionante recorrido por el circuito de festivales, que incluye Sitges, Huesca y Navarra, donde fue acreedor al NIFF de Oro al Mejor cortometraje de animación. Un viaje que lo ha llevado a la lista de títulos preseleccionados a los Goya 2026, en la categoría de Mejor cortometraje de animación.
El ascenso de una nueva generación
Los logros de Baile con la muerte evidencian las virtudes del talento emergente en la animación contemporánea, pero también invitan a reflexionar sobre la necesidad de una mayor representación en las principales citas de la industria. En el caso del Goya a cortometraje animado, el trabajo de Massó y su equipo es apenas uno de los dos títulos en competencia que han sido firmados por talento emergente.
En este contexto, el respaldo de Brooder Lab ha sido determinante, con la producción ejecutiva de José Luis Montesinos y Sergi Vizcaíno. Se trata de un laboratorio de creación que acompaña a nuevos talentos de La Salle-URL en un proceso especialmente complejo. “Hacemos de guía en ese primer trabajo profesional”, explica Montesinos, “con todo lo que eso conlleva: dudas, incertidumbres y ser conscientes de que esto es una carrera a largo plazo”.
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Su labor va más allá de la producción, pues también incluye la distribución en el extenso circuito de festivales. No conforme con esto, “empujamos obras de largometraje o de serie que puedan partir de esas premisas, que esperemos que puedan comenzar al menos a ver la luz el año que viene”.
“Para mí es necesario [apoyar al talento joven]”, concluye el creativo, “no solo en la animación, [sino] en cualquier ámbito de la vida. Son nuevas visiones, es alimento de cara a la industria: nuevas facetas, nuevas mezclas, nuevos conceptos”.
En ese equilibrio entre tradición y renovación, Baile con la muerte se afirma como algo más que un ejercicio de estilo o una promesa de futuro. Su mirada sobre la Muerte actualiza un imaginario ancestral desde una sensibilidad generacional que entiende la fragilidad, la duda y el afecto como motores narrativos. Todo esto, con una puesta en escena que reivindica la animación como un acto profundamente manual y expresivo aun cuando se construye desde lo digital. Es así como la obra se inscribe en una tradición centenaria mientras señala nuevas formas de habitarla, al tiempo que nos deja ansiosos por saber más de esta historia y de los jóvenes talentos detrás de ella.
