Crítica: Encanto
Disney viaja a Colombia con Encanto para una de las películas más fascinantes de su más reciente filmografía.
26 de noviembre de 2021Por Luis Miguel Cruz
Algunos podrían encontrar incomprensible que Walt Disney sólo ubique tres de sus películas en territorio iberoamericano. Sí, tres de entre 60 proyectos y 84 años de largometrajes. Sin embargo, el malestar empieza a despejarse cuando consideramos lo complejo que ha sido para el estudio llevar adecuadamente la región a la pantalla. Como prueba los títulos en cuestión empezando por The Three Caballeros (1945) que más allá de sus controvertidos estereotipos debió conformarse con una exploración superficial del territorio. Tuvieron que pasar 55 años para que The Emperor’s New Groove (2000) incursionara al imperio Inca con una historia ligera y sin grandes aspiraciones. Y más de 25 años después, el ratón finalmente parece descifrar la fórmula con Encanto (2021) que marca el paso decisivo en la exploración de la región.
El logro se potencia por la naturaleza de una historia que no se limita a desarrollar sus acciones en un país determinado como sería Colombia. En vez de eso, asienta sus bases narrativas en un género literario tan complejo, pero a su vez tan iberoamericano, como es el realismo mágico y que precisamente ha encontrado a su más brillante exponente en el país sudamericano: Gabriel García Márquez. No nos olvidemos del Nobel de literatura que regresaremos a él más adelante.
Pero de momento centrémonos en los protagonistas de esta película, los Madrigal, dotados de toda clase de fascinantes poderes como son la fuerza sobrehumana, el control climático o la manipulación floral. Habilidades provenientes de lo que la abuela y matriarca de la familia denomina el milagro, otorgado durante una crisis, manifestado en una vela que debe permanecer encendida en todo momento y aprovechadas en beneficio de la comunidad.
Y es así como conocemos a Mirabel, la única que no cuenta con ningún poder por razones que nadie logra comprender del todo. Una situación que le margina, pero que también le permite ver con mayor claridad que la magia que ha rodeado a los suyos por generaciones está en grave peligro, lo que la motiva a emprender una búsqueda desesperada por soluciones antes de que sea demasiado tarde, ignorante de que su misión le conducirá a la cara más oscura de su familia.
Existen muchas razones por las que Encanto merece ser considerada una las mejores películas animadas del 2021 empezando por la trama anteriormente descrita y su ya mencionado apoyo en el realismo mágico. No es la exploración más profunda ni la más compleja del género, pero sí una suficientemente trabajada como para que sus bases se sientan respetadas y reforzadas por sus múltiples referencias a Cien años de soldad de Gabriel García Márquez. Esto último con toda clase de elementos que van de lo netamente simbólico como sería la mariposa que guía a Maribel en su camino al reconocimiento de los distintos miembros de la familia con una extensa explicación musical que enfatiza quién es quién entre los Madrigal y que no nos habría venido nada mal para evitar confusiones entre los Buendía. Y claro, un tío Bruno cuya situación remite directamente a Mauricio Babilonia quien descifrara el destino de Macondo, aunque no ahondaremos mucho en esto porque si hay algo que deja claro la película es que no se habla de Bruno…
Esta buena construcción no sería posible sin la atinada concepción de los personajes, un reto mayúsculo si consideramos que la familia está cuenta con doce integrantes. Si bien no se profundiza en todos ellos, cada uno tiene lo suficiente para quedarse en el recuerdo del público, ya sea por una secuencia, un diálogo o una exploración de sus poderes. El número aumenta a trece si consideramos al propio inmueble en el que habitan y cuya antropomorfización, no física sino a través de sus acciones, le concede de una identidad tan propia que le hace verdaderamente entrañable.
Todas estas propiedades son fundamentales para la concepción de una familia fantástica pero imperfecta, cuyos integrantes intentan resistir los demonios internos y externos que les aquejan sólo para estar a la altura de las expectativas. Un mensaje sumamente relevante y que seguramente garantizará la identificación de un sector importante de la audiencia, pero que nunca ha sido tan abordado por el cine animado estadounidense que históricamente se ha decantado por visiones familiares más ilusorias. Y claro, una nueva muestra de los esfuerzos de Disney por evolucionar con la exploración de conflictos cada vez más aterrizados y que la pone en línea con otros proyectos de alto impacto como Frozen (2013) y Zootopia (2016).
Ninguno de estos logros sería posible sin una técnica de primer nivel y que mantiene al estudio como punta de lanza de la industria. Esto es palpable en los elementos más convencionales como el cabello y las pieles de los personajes; se potencia en los efectos visuales como los vistos en las puertas de cada habitación que brillan conforme a la intensidad de la magia, la expansión de sus respectivos interiores y algunos despliegues de poder entre los que sobresalen las habilidades florales de Isabela y las enigmáticas capacidades de Bruno; y finalmente se alcanza la cumbre con el diseño de producción y la propia animación.
Se necesitarían decenas de visionados para poder apreciar el nivel de detalle que pone Encanto en el pueblo, la casa, el vestuario, la flora y la fauna, la interacción familiar y muchos otros elementos que si bien son ubicados narrativamente en Colombia, también pueden verse en distintas regiones de Iberoamérica. Ni qué decir de las secuencias de baile, con movimientos sumamente elaborados que recrean perfectamente los pasos usados en el país y otras partes de la región, y que respaldadas por una ágil cámara y una brillante edición, resultan en algunos de los momentos más dinámicos y sobresalientes en toda la historia del estudio.
Sobra decir que esto último no sería posible sin el respaldo de un genio musical como Lin-Manuel Miranda quien secundado por Germaine Franco ofrece uno de los soundtracks más sobresalientes del Disney contemporáneo, con temas tan potentes y variados como The Family Madrigal, Colombia, mi Encanto y la inolvidable Dos Oruguitas que acompaña una de las secuencias más desgarradoras jamás concebidas por el ratón. Es así como el compositor cierra un 2021 de ensueño que incluye In the Heights, tick, tick… Boom! y la también animada Vivo que parecen colocarlo muy cerca del Oscar y del tan codiciado EGOT.
Y porque nada de esto sería posible sin un timón, mención especial para la dirección de Byron Howard y Jared Bush. El primero se ha ganado a pulso un lugar entre los grandes de Disney tras su participación en Bolt (2008), Tangled (2010), Zootopia (2016) que en mayor o menor medida han sido determinantes para el resurgimiento de un estudio que parecía perdido a inicios de siglo XXI. Su labor se torna todavía más sobresaliente si consideramos que sus cuatro proyectos son completamente distintos entre sí, que su Rapunzel fue decisiva para el ascenso la princesa Disney moderna, mientras que su Zootopia marcó el más reciente Oscar animado del ratón. Habrá que ver si Encanto es capaz de emular el éxito con una nueva estatuilla. Ni qué decir del segundo, con un enorme potencial tras su paso previo por la no menos célebre Moana (2016).
Encanto es una película que invita a enamorarse de la animación, pero también de Colombia y toda Iberoamérica. Ojalá que la región y sus respectivas industrias, no sólo animadas sino cinematográficas, sepan aprovechar esta oportunidad para hacerse con la atención del mundo entero.