José Miguel Ribeiro: «El mundo fantástico es algo que no debemos perder y la animación permite recuperarlo»
El director confía en que películas como Nayola puedan ayudar a entender lo frágil de nuestra existencia y la importancia de mantener la paz.
13 de junio de 2022Por Luis Miguel Cruz
Mientras algunos se empeñan en encasillar la animación como algo para niños, hay directores que aprovechan todo su potencial para plasmar algunas de las mayores crisis sociopolíticas de la humanidad. Tal es el caso de José Miguel Ribeiro, quien recurre a la técnica para reflejar las distintas afectaciones de la guerra con Nayola.
La película que se desarrolla en dos tiempo tiene a la guerra civil angoleña de 2002 como eje central de sus acciones, al mostrar las distintas maneras en que impactó en tres generaciones de una misma familia. La abuela Lelena quien vive temerosa del pasado pero también del futuro; la hija Nayola que partió en busca de su esposo desaparecido y cuyo paradero se torna incierto; y la nieta Yara cuya actitud rebelde le ha generado graves problemas con las autoridades locales. Pasado, presente y futuro marcados por el horror y la desesperación de una pesadilla que parece no tener fin.
Radix habló en exclusiva con el director José Miguel Ribeiro sobre los orígenes de la película y la importancia de estas historias animadas en el turbulento contexto actual.
En una entrevista realizada hace algunos años aseguraste que no tenías contemplado hacer largometrajes animados.
Es cierto [ríe] y lo confirmo porque la decisión de hacer Nayola no fue mía sino de un amigo que vive en Angola desde hace, no sé, 30 años. Me envió el texto, que no tenía nada editado y me dijo ‘hey José, ¿quieres que hagamos esto juntos?’, le pregunté cómo y me dijo ‘hacemos una película que combine animación y acción real. Yo hago la acción real y tú la animación’. Le dije que estaba bien, no serían más de 25 minutos. Acepté el reto que me propuso, pero en el proceso de desarrollo nos dimos cuenta que la historia no estaba funcionando y al final, la película es completamente animada. Así es como todo comenzó.
¿Por qué te interesó la historia?
Es una puesta en escena de, no sé 10 o 15 páginas, no es tan grande. Mi proyecto anterior, Estilhaços (2016), muestra el estrés postraumático de los soldados portugueses que fueron a las guerras de las colonias y mi padre fue uno de ellos, por lo que fue muy personal. Y me tocó, ya estaba conectado con el tema de la guerra y sus efectos en la gente. Me interesó mucho porque la mayoría de la gente piensa, y lo que yo mismo pensaba, es que cuando ves imágenes de digamos, Ucrania, piensas la gente sobrevivió a los ataques, pero lo que no nos damos cuenta es que puedes morir en la guerra, pero cuando sobrevives no significa que tu vida pueda regresar a como era antes. Tienes que vivir con el trauma por el resto de tu vida. La gente cambia mucho con la guerra. Y cuando tienes una sociedad influenciada por la guerra, la siguiente generación también padece este efecto. No me había dado cuenta de esto antes y pensaba que la guerra era de morir o no morir. Pero es mucho más complejo. Así que fui influenciado por eso.
La obra de Mia Couto y José Eduardo Agualusa trata de tres mujeres de la misma familia –la abuela, la madre y la nieta– y cómo sobreviven en un mundo que padeció un conflicto reciente: la guerra de Angola que terminó en 2002, mientras que la historia transcurre en 2011. Es el conflicto entre tres generaciones de una familia, tienen una perspectiva distinta de la guerra y de la posguerra, porque la nieta no la conoció. El conflicto humano es interesante porque todas se ven influenciadas, por ejemplo la abuela quiere proteger a la nieta, pero al mismo tiempo teme que sufra más. Este tipo de decisiones que a veces tomamos e impactan en los demás.
Tomando en cuenta que era una adaptación, ¿qué tan fiel fuiste con el material fuente?
Esto está basado en cosas que suceden en Angola, no es inventado. De hecho en 2015 hubo un grupo de artistas que fueron arrestados, juzgados y condenados a una sentencia de tres a ocho años porque estaban dentro de una casa leyendo libros sobre la organización del sistema. Lo tomé para la película porque al inicio Yara no era rapera, si ves la obra verás que sólo era una joven que vivía con su abuela y adaptamos esa historia para convertirla en una rapera con la policía tratando de arrestarla. La obra cambia mucho, no la tomamos literal sino que la cambiamos para generar conexiones con la realidad angoleña.
¿Cuál fue el mayor reto de hacer una película que se desarrolla en un país extranjero como Angola?
Eso fue lo mas difícil del proyecto. Por eso me tomó ocho años. Porque siempre había trabajado con temas cercanos. Ésta fue distinta porque vino de la obra y pasó en un país que no conocía en África. Hubo mucho trabajo para adentrarnos, como conocer la historia de Angola, su evolución política, su sistema social… Angola es un país enorme, con muchas lenguas y poblaciones distintas, con muchas tribus… es todo un universo. Para entrar en ese universo y sentirme más cómodo para trabajarlo me tomó muchas lecturas, investigaciones en internet y videos, y búsquedas sobre la participación de las mujeres angoleñas en la guerra. Porque eso es algo muy particular, las mujeres siempre han estado conectadas con la guerra. Peleaban al lado de los hombres. La presencia de las mujeres en la guerra es algo normal, por eso si miras el parlamento hay mucha participación de mujeres, más incluso que en la mayoría de los países europeos. Todo eso lo aprendí y sólo después de tantos años de investigación me sentí preparado para empezar a trabajar en una película de un país distinto. Tenía que tener esa conexión y fue parte del proceso.
¿Este estudio de la cultura angoleña también influyó en el diseño?
La investigación de la que hablaba también incluyó las máscaras, los estilos y los diseños de éstas. Pero también hubo un esfuerzo por conectar no sólo con el pasado, como una herencia de las tribus, ya que también hay cultura moderna y artistas posmodernos, no sólo en Angola, sino que investigué de toda África porque quería más referencias. Hay muchos artistas de África que trabajan con instalaciones, esculturas, pinturas… Tuvimos muchas pinturas para empezar el desarrollo de los personajes. Esa investigación gráfica del pasado y el presente de creaciones artísticas influenciaron en la paleta de color, las brochas gruesas de los fondos. En conexión con las mascaras lo que me interesaba era la simplificación de la realidad en la conexión con la naturaleza; en el color y las brochas lo que quería era plasmar la intensidad que se siente cuando se va a África. Como el color de la tierra casi rojo, los atardeceres, este tipo de experiencias que no tenemos en Europa.
¿A qué atribuyes que Nayola no funcionara en acción real, pero sí lo hiciera en animación?
Creo que el problema de la acción real fue que no pudimos descifrar cómo contar una historia en dos tiempos. Son dos tiempos y es como tener dos historias distintas: una inicia con Nayola luchando por encontrar a su esposo y es como una road movie, siempre en movimiento; la otra inicia una noche en la casa de Lelena y Yara, con un intruso enmascarado que entra con un gran cuchillo y el conflicto que eso genera. Tratamos de poner el presente en acción real y la road movie en animación. Nos dimos cuenta que los personajes animados, cuando volvíamos a la acción real, no generaban una conexión sino que se sentía una distancia entre ambas versiones. Me di cuenta que sería difícil hacer los saltos, porque eran muchos hasta que al final presente y pasado se unen, pero sólo al final. La acción real nos estaba dando problemas y por eso decidimos hacerla animada.
En los últimos años hemos visto muchas películas que tocan temas como la guerra y los refugiados, ¿a qué lo atribuyes?
Creo que lo que la animación permite es ir al lugar que sea en el pasado. Puede recrear, claro que la acción real puede hacerlo también, pero es una recreación que no está tan profundamente conectada con la realidad del país. Hay límites en la conexión. Creo que la animación tiene ese poder y sobre todo puedes interpretar y hacer dibujos como fondos vistos en fotos, pero simplificar que en un dibujo puedes materializar un sentimiento, la elección de una dirección artística que influencie mucho la historia. Creo que tal vez la animación tiene este poder. Recrear no es un problema, incluso es más poderoso si se recrean fotos como pinturas y quizá hay una nueva generación que quiere contar historias para adultos y tocar temas que no son sólo para niños. La sociedad está cambiando y a la gente le gusta ver películas con poder artístico. Tal vez esa sea la razón.
Estas películas también suelen incluir secuencias de naturaleza fantástica, ¿por que es así?
En mi caso, me di cuenta que estábamos haciendo una película en la cultura africana y angolana donde la conexión con la naturaleza es más profunda que en el mundo occidental. Tenemos esa conexión por parte de nuestros ancestros, pero se está perdiendo: con la naturaleza, el mundo animal, la mística… Los angoleños pueden ver una roca y decir que es un espíritu y es normal para ellos. No es algo que digan por contar historias, es parte de su tierra. En Europa cuando hablas de esto es fantasía, pero en África es real. Me sentía obligado a entrar en ese terreno, de lo contrario no sería una película africana. Como portugués, si quiero hacer algo de otro país, necesito entender ese país, sentirlo, leer sus historias e incorporarlo. Por supuesto que mis raíces son portuguesas, pero trato de hacer conexión con esas raíces y cuando hago una película funciono como un medio. Hablo y me expreso basándome en todo lo que leí, sentí y observé. Creo que esa es la razón por la que estas películas ahondan en las realidades, pero también descubren otras. Tal vez el mundo fantástico es algo que no debemos perder cuando crecemos y la animación nos permite recuperarlo. Tal vez la gente así lo necesita.
¿Crees que Nayola sería igual de impactante en acción real?
Creo que cada película tiene un modo distinto de acercarse. Creo que se puede hacer una película muy fantástica de acción real y al mismo tiempo una animada muy realista. Creo que el medio no limita en ese sentido. Por supuesto que en la acción real se deben trabajar otros elementos para lograr algunas cosas, mientras que en la animación es muy fácil hacer a una persona volar. Al final, el medio no debe decidir la historia, sino qué tipo de conexión se quiere lograr. Es una decisión artística más que una técnica.
¿Cómo se siente formar parte de la selección oficial de Annecy 2022?
Uno conecta con la película, se manda al festival y sabemos que se envían muchas grandes películas, así que formar parte de los seleccionados por supuesto que es un honor. El ver la película en alta calidad, en una gran sala, con mucha gente que ama la animación y compartirla con amigos, tener sus comentarios, creo que es una posibilidad para cerrar la película y disfrutarla, compartirla. Porque una película es para compartirla. Hay un momento en que la película deja de ser nuestra y empieza a pertenecer a todos.
¿Tienes planes para futuros proyectos?
[Ríe] Es una pregunta con la que no me siento cómodo en este momento. ¿Sabes cómo me siento ahora? Que mi tiempo ha regresado [ríe]. Finalmente siento que vuelvo a la vida como una persona normal: puedo salir, leer, no tengo que pensar en Nayola. Y esa libertad es lo que quiero recuperar. No quiero pensar en otras películas, quiero vivir el presente. Este es el principio del presente para mí. Siempre estábamos pensando en el futuro y en el momento de exhibir el film. Finalmente puedo regresar al presente. Así que déjame permanecer aquí por un rato, y hablamos después [ríe].
En el trailer aparece una frase muy impactante que dice «nadie regresa de la guerra». ¿Cuál dirías que es la importancia de películas animadas sobre guerra como Nayola y Unicorn Wars en un contexto actual marcado por la invasión a Ucrania?
Hemos tenido grandes guerras en Europa hace no mucho, pero esta es la guerra que puede crecer más. Nadie sabe qué puede pasar. Creo que los europeos hemos experimentado muy de cerca la guerra y sabemos que se debe ser más cuidadosos por mantener la paz que es tan importante para el futuro. A la gente le gustan las películas de guerra, pero no creo que quisiera estar en un verdadero campo de batalla. Creo que la guerra permite conectar con la creatividad en cine, historias, libros, porque debemos mantener en mente que la guerra es algo poderoso y cercano a nosotros. Tal vez Unicorn Wars y Nayola ayude a pensar un poco en esto y creo que siempre necesitaremos películas bélicas. No creo que ninguna pueda cambiar lo que esta sucediendo ahora, son asuntos políticos los que necesitan cambiar. Desafortunadamente el cine, aunque sea una gran película como Apocalypse Now, no cambiará nada inmediatamente, pero tal vez influenciará el futuro. Seré feliz si nuestros filmes pueden contribuir un poco a que la gente del mundo sea consciente de lo frágiles que somos y que debemos dedicar tiempo y energía a la paz. No empezar la guerra, porque cuando empieza es muy difícil de terminar, incluso cuando ha finalizado continúa a través de la gente que estuvo ahí. Espero que el cine pueda contribuir un poco, aunque no creo que pueda cambiar el mundo, al menos es una pequeña contribución.