Gints Zilbalodis: Flow y el intenso viaje hacia el futuro de la animación
Soledad, viajes imposibles y un cruce incierto entre técnicas y expectativas. Un recorrido por la filmografía y las inquietudes del director de Flow.
22 de octubre de 2024Por Samuel Lagunas
Cuando Guillermo del Toro describió Flow como un “magnífico e impresionante comienzo” para el futuro de la animación, el nombre de Gints Zilbalodis comenzó a adquirir mayor popularidad. Tras el paso exitoso que la película ha tenido por numerosos festivales, las palabras del mexicano empiezan a cobrar sentido para el público. Efectivamente, estamos ante el despegue de un joven cineasta proveniente de un país que poco ha figurado en la industria animada.
Para entender el carácter excepcional de Zibalodis hay que ir atrás. Hasta 1991, fecha en que se ratificó la independencia de Letonia, la animación del país báltico fue parte de la historia de la animación soviética. No es extraño, por lo tanto, que la técnica más popular fuese el stop motion con marionetas y juguetes. Películas pioneras como Ki-ke-ri-gū! (Arnolds Burovs, 1966) o Lietaina diena (Roze Stiebra, 1969) marcaron la primera época dorada de la animación letona, orientándose especialmente hacia el uso de protagonistas animales con historias enfocadas para audiencias infantiles, cuya fuerza anímica descansaba mayormente en la banda sonora.
Durante la década independiente de 1990, el dibujo animado adquirió un auge importante gracias especialmente a la labor de los animadores del estudio Rija, quienes desde 1995 han realizado numerosos cortometrajes sin descuidar la orientación infantil y juvenil.
Por su parte, la carrera de Gints Zilbalodis (Letonia, en 1994) comenzó cuando en 2012 y con apenas 18 años realizó su primer cortometraje, Aqua, cuya historia contaba la aventura de un gato que debía sobrevivir en una barca en medio del mar.
Aqua tiene muchos vínculos con la tradición fabulística de la animación letona de finales del siglo XX, pero presenta un rasgo inusual y es la sensación de inquietud y frenesí que se provoca a causa de un movimiento casi incesante de la perspectiva en el cuadro. El inestable efecto de cámara que provocan los dibujos del cineasta consiguen transmitir un sentimiento de nerviosismo y de deriva, y al mismo tiempo logra empatar con la obsesión por sobrevivir.
Los personajes del realizador no tienen pasado ni futuro, su lucha es contra las circunstancias adversas del presente. Es, además, la batalla primigenia, originaria, contra la muerte. No hay dramas secundarios en las historias de Gints Zilbalodis, sólo ese impulso casi freudiano del ser contra y para la muerte.
La importancia del cuidado es otro tema que brota desde este primer cortometraje. El gato sobrevive únicamente gracias al auxilio ocasional, pero indispensable, de otros animales. Ante la vastedad del mar vacío, la compañía se convierte en un tesoro.
Si bien es cierto que la autoría de Zilbalodis en sus películas es casi absoluta, la presencia de Bertrams Pauls Purvišķis en la música para esta primera etapa de su producción es fundamental para crear esa tensión entre atmósferas sofocantes y esperanzadoras que caracteriza el cortometraje.
Entre 2014 y 2015, Gints Zilbalodis realizó tres cortometrajes más: Priorities, Followers, e Inaudible. Los animales dejan de ser los personajes principales y comienzan a compartir protagonismo con seres humanos, especialmente en el primero de estos títulos, donde el naufragio y la soledad vuelven a ser explorados ahora a través de la historia de un niño y un perro que quedan varados en una isla y al mismo tiempo que luchan por superar su día a día, aprenden a quererse y a aceptar el destino de su viaje.
Para el cineasta esa es la otra constante: a pesar de que no conocemos nada de sus personajes, los vemos moverse. Son siempre unos viajeros. No obstante, no necesariamente viajan para explorar, sino por la terca necesidad de aferrarse a la vida. El movimiento los salva.
Primero en Followers y luego en Inaudible el drama humano se enraíza en un contexto de relaciones interpersonales marcado todavía por la fatalidad. Ya sea el círculo vicioso de la vida de un ladrón o las dificultades de un hombre sordo para generar vínculos de amistad con otras personas, en estos dos cortometrajes el tono del animador letón se consolida en el desasosiego. Hay un encanto y una fascinación con la soledad y al mismo tiempo, el reconocimiento del dolor que puede provocar el aislamiento cuando ocurre por la violencia del abandono.
Estos tres cortometrajes también representan un salto al 3D. No obstante, la estética reticente a los detalles se mantiene. Los escenarios son gruesos, los colores lisos, las formas se mantienen rígidas, pero el movimiento al interior del cuadro no deja de sorprender.
Solitaria inmersión en el largometraje
Una vez que conseguido el reconocimiento nacional y regional, Gints Zilbalodis comenzó la preparación de un primer largometraje: Away (2019) . Este filme, tal y como lo ha explicado el mismo director, es la suma de cuatro fragmentos, uno de ellos estrenado de manera independiente en 2017 bajo el título de Oasis.
Away nos devuelve a esa relación fundamental entre un niño y su destino. El viaje vuelve a ser a través del desierto y los acompañantes están allí: un pájaro, una tortuga, un gato. La diferencia es que el protagonista es acechado continuamente por un gigante espectral y tenebroso. Si se trata de una alegoría de la muerte o del tiempo, no está claro.
Gints Zilbalodis ha explicado con una coherencia y una elegancia admirable que la historia que cuenta Away es la de la realización de la película. Él emprendió la aventura de realizar un largometraje animado en total aislamiento. A él pertenecen todos los créditos, desde el guion hasta la música y el montaje. En esa solitaria travesía, el fantasma del fracaso siempre está detrás, amenazante.
El fin del viaje del protagonista, su encuentro con otros como él, es también el fin de la película, la salida hacia el mundo social. El hecho de que el hacer animación para el realizador sea un viaje solitario le concede mayor libertad creativa y también una gestión de sus tiempos más afín a sus intereses y deseos. En este sentido, el artista ha remarcado una y otra vez la conveniencia de la técnica de la animación digital frente a otras técnicas como el stop motion que requieren un trabajo colaborativo mayor. Con una sola persona y una sola computadora se puede hacer una película, exclama eufórico el director letón.
La frase de que cada cineasta hace siempre la misma película es, en el caso específico de Gints Zilbalodis, bastante cierta. La reiteración de la soledad de los personajes, del recurso dramático del viaje, la ausencia de diálogos y la preeminencia de la música reaparecen en Flow, donde el protagonista vuelve a ser un gato y el recorrido es de nuevo en una lancha sobre el mar. Y así como el gato viaja esta vez en grupo, para esta película el cineasta ha colaborado con varias personas, sobre todo en la animación, lo que ha resultado en la consecución de paisajes majestuosos e imponentes gracias al detalle excesivo de los escenarios y la iluminación.
La pequeñez de los seres frente a la inmensidad del paisaje aquí es evidenciada una y otra vez, sin embargo, que el punto de vista se coloque siempre a la altura de la mirada de los animales provoca un efecto desconcertante, más influido por la retórica y estética del videojuego que por la tradición de la animación anterior.
Quizá en ese cruce incierto entre técnicas y expectativas es donde se está fraguando el futuro de la animación: un arte que, según Zilbalodis, descansa en la terca voluntad del sujeto por lograr lo que se propone. En ese sentido, Gints también es un sobreviviente, aunque su viaje apenas esté comenzando.