Fernando Ruiz Álvarez: el padre de la animación mexicana
Dueño de una carrera breve, pero decisiva, Fernando Ruiz fue una pieza clave para el nacimiento de la industria animada en México.
23 de agosto de 2021Por Luis Miguel Cruz
Mucho se ha debatido sobre si el cine mexicano nació en 1916 o en 1917. Lo que todos sabemos con certeza es que tuvieron que pasar muchos años, más de medio siglo, para que el país norteamericano incursionara en la animación. Una hazaña que debe atribuirse en buena parte a la figura de Fernando Ruiz Álvarez.
Nació en la Ciudad de México el 19 de diciembre de 1941 y desde muy temprana edad mostró un enorme interés por la animación. Tanto que su preparación siempre apuntó a este campo: se graduó por la Universidad Iberoamericana (México) y esta misma institución le concedió una beca para estudiar la técnica en la Universidad de California (Estados Unidos).
Su inmersión profesional en la técnica llegó en 1961 con la creación de su propia compañía, Producciones Omega, con la que realizó una serie de animaciones para la película El duende y yo (1961) protagonizada por Germán Valdés ‘Tin Tan’ que mezclaba secuencias animadas y de acción real. Su preparación, talento y empeño le llevaron hasta los estudios Disney, donde fungió como asistente de animación en la realización de The Sword in the Stone (1963).
Su regreso a México no fue sencillo: la animación mexicana de los 60 se limitaba al terreno publicitario y la industria cinematográfica nacional mostraba claros síntomas de decaimiento. Todo esto repercutió el su propio trabajo, pues sus labores más destacadas se limitaron a unas cuantas producciones que empleaban un número reducido de secuencias animadas.
Parecía que no había mucho margen de maniobra, hasta que Fernando Ruiz garantizó su lugar en la historia con la codirección de Los 3 reyes magos (1976) al lado de Adolfo Torres Portillo. Fue la primera película de animación mexicana y que como su nombre sugiere, se centra en el recorrido de Melchor, Gaspar y Baltasar rumbo al nacimiento de Jesús. El film se inspira en una idea de Rosario Castellanos –quien dicho sea de paso, no recibió ningún crédito– y contó con respaldo estatal y privado. Una auténtica proeza que tardó dos años en realizarse, que le llevó a ser proclamado como el padre de la animación mexicana y más importante aún, que cimentó las bases de una de las industrias más importantes del bloque iberoamericano.
El nobel cineasta se tomó la proeza con calma y lejos de lanzarse rumbo a un nuevo largometraje, optó por colaborar con la UNICEF para la realización de uno de los diez cortos que integraban la serie Los derechos del niño (1979). Aunque tuvo una difusión mínima en México, su trabajo llegó a territorios como los Estados Unidos y la Unión Soviética, además del prestigiado Festival de Cannes.
De manera paralela, empezó a desarrollar su siguiente gran proyecto, La oruga Pepina, sobre una inocente oruga que abandona la seguridad de su hogar para conocer el mundo que le rodea y garantizar así su transformación en una hermosa mariposa. La película nunca pudo concretarse bajo su mando por una serie de problemas con la producción y que motivaron a la guionista Silvia Roche a buscar apoyo en la industria española. Esto resultó en Katy la oruga (1983), primera coproducción de la industria animada mexicana, pero también en una enorme polémica que sigue resonando hasta nuestros días, ya que el film empleó los diseños realizados por propio Fernando Ruiz sin concederle ningún crédito.
Su regreso al terreno del largometraje debió aguardar hasta 1987 con El pequeño ladronzuelo que adaptaba el clásico Oliver Twist de Charles Dickens. Terminaría convirtiéndose en su última inmersión en el terreno animado, luego de que sus esfuerzos por regresar con Nezahualcóyotl: La gran historia se vieran interrumpidos en 2008 por una serie de problemas con sus productores.
Aunque su filmografía es más bien breve, ésta fue determinante para el desarrollo de una industria que nació de forma demasiado tardía en comparación con las de otras latitudes y que desde entonces ha dado pasos de gigante en sus esfuerzos por convertirse en punta de lanza dentro del bloque. A esto sumemos la importancia que tienen en la memoria del público, que puede ser atribuida a su comprensión de este arte. Pues como él mismo explicara en una entrevista del Diccionario de Directores del Cine Mexicano [vía], “el director de animación debe tener la misma preparación de un director de cine. El proceso de cine, ése, es el mismo, no cambia, lo único que sucede es que yo en lugar de filmar a los actores en una escenografía hago dibujo por dibujo; es la única diferencia”.
Falleció el 20 de agosto de 2021 a los 79 años de edad, pero su obra vivirá por siempre.