Bárbara Cerro: «La elegibilidad al Oscar amplificó el alcance y la visibilidad de BitBang»
La directora de BitBang ahonda en esta nueva etapa del festival argentino, comparte sus imperdibles de la edición 2025 y celebra el crecimiento de la comunidad animada.
27 de octubre de 2025Por Luis Miguel Cruz
A lo largo de once años, BitBang se ha consolidado como uno de los festivales más importantes de la animación iberoamericana. Lo que comenzó como un evento independiente hoy es un punto de encuentro imprescindible entre artistas y amantes del arte animado, donde lo autoral y lo experimental dialogan con una pasión colectiva.
Dirigido por Bárbara Cerro, el certamen se dice listo para celebrar su segundo año como evento calificador para los Premios Oscar, un reconocimiento que amplificó su alcance internacional de una manera exponencial, pero sin alterar su esencia: seguir impulsando una animación libre, diversa y profundamente humana, con foco en la identidad y en el poder del corto.
Conversamos con la también cineasta argentina sobre la edición 2025 del festival, el crecimiento de su comunidad, así como de los desafíos que representa sostener un espacio cultural en continua expansión en los tiempos complejos en que vivimos. Todo esto, además, sin sacrificar el fervor que siempre ha caracterizado a la organización detrás de este gran evento.
¿Cómo describirías esta nueva edición de BitBang?
Esta edición tiene algo introspectivo y expansivo a la vez. Después de once años, BitBang sigue siendo un espacio independiente, inclusivo, cálido, que se siente como un refugio y se reinventa cada año. Este año vuelve a resonar la comunidad, desde la conexión real entre artistas, obras y público. Y también porque esa red es la que mantiene vivo al festival. En once años de vida, BitBang fue creando una especie de familia: artistas que vuelven, que crecen, que pasan de ser estudiantes a invitados, que estrenan su primer corto y después regresan con su película o dan un workshop.
Seguimos enfocándonos en el cortometraje porque es el formato más libre, que propicia la visión autoral y da más lugar a lo experimental, sin tantos bordes. Además de las proyecciones, tenemos muchas instancias de formación, dirigidas a todo el continente, con talleres que suceden no solo en el festival sino a lo largo del año. Este año también entregamos once becas para estudiar cine de animación a distancia en Escuela Da Vinci, para toda Latinoamérica, y lanzamos una convocatoria junto a Can Can Club para producir un corto con apoyo económico y técnico.
También generamos varias instancias de diálogo con otras disciplinas —el cine, la historieta, los videojuegos, el arte visual, instalaciones artísticas— y seguir construyendo comunidad.
Por último, este año particularmente nos enfocamos en lo latinoamericano. Por eso invitamos a artistas que, además de hacer obras increíbles, también impulsan la animación en la región, como Silvia Prietov y Simón Wilches Castro.
BitBang estrenó su estatus calificador al Oscar el año pasado. ¿Cómo impactó este reconocimiento en la organización, la convocatoria y la proyección internacional del festival?
Ser un festival calificador para los Oscar generó una mayor visibilidad internacional y un crecimiento enorme en la convocatoria: este año recibimos más cortos que nunca. Creo que también legitima una forma de hacer animación más autoral, experimental y diversa, desde el sur y con nuestras propias voces.
Además, refleja un crecimiento real del sector: cada vez hay más personas que eligen estudiar animación, surgen nuevas productoras y se abren más coproducciones con otros países.
A nivel interno también fue una validación del trabajo que vengo haciendo hace once años de manera independiente, autogestiva y con pocos recursos. No sé cuán bueno es, pero demuestra que se pueden generar espacios de referencia sin depender de grandes estructuras. Ojalá sirva también para que nos den más apoyo pero parece muy utópico.

¿Qué aprendieron del primer año bajo este nuevo estatus? ¿Cambió algo en la curaduría o en la recepción por parte de la industria?
El reconocimiento no cambió la esencia del festival, pero sí amplificó su alcance y visibilidad. Nos llegaron más cortos que nunca, de muchos más países, y eso nos llevó a abrir una nueva sección, Panorama, que no es competitiva, pero que nos permite mostrar obras que nos parecen valiosas y que no queríamos dejar afuera (¡pero no podíamos darle al jurado 200 cortos para ver!). Es probablemente una de las selecciones que más me gustan la de este año.
En cuanto a la curaduría, seguimos sosteniendo el mismo perfil de siempre: priorizamos las miradas autorales, diversas y arriesgadas, pero con la alegría de ver que cada vez más gente quiere ser parte de BitBang.
Hablando de esta edición 2025, ¿cuáles son los focos curatoriales, temáticos o estéticos que más te entusiasman?
Este año me entusiasma especialmente el foco puesto en la animación latinoamericana. Tenemos una presencia fuerte de la región, con artistas como Silvia Prietov y Simón Wilches Castro, que además de hacer obras increíbles también impulsan y reflexionan sobre nuestra animación desde adentro, dando charlas sobre su historia y su identidad. Sabemos que también estará viajando bastante gente para el festival desde Chile, Uruguay, Perú y Brasil. También me entusiasma ver cómo crece la presencia argentina, con obras muy personales y autorales, que muestran lo diverso que es nuestro panorama.
Otro eje importante es el diálogo con otras disciplinas: el cine live-action, la historieta, los videojuegos, las instalaciones interactivas y el arte visual. BitBang siempre fue ecléctico, un poco por la inestabilidad del país y la necesidad de ir renovándonos, y este año siento que esa mezcla se da de manera más orgánica, con muchas actividades que invitan a experimentar, a participar y a conocerse con otras personas.
Y todo lo que tiene que ver con la comunidad: las actividades colaborativas, los talleres, el voto del público (este año inauguramos voto del público presencial y online), la feria de libros, la feria gráfica, los espacios donde se comparte más allá de las proyecciones. Nos interesa que el festival siga siendo un lugar de encuentro vivo, inclusivo y creativo, donde se cruzan mundos distintos, pero con una sensibilidad común. Y sacar a pasear a los nerds y a los raros, que a veces no socializan tanto.
¿Podrías contarnos sobre algunas obras o actividades imperdibles de este año?
Desde Francia llega Jocelyn Charles, director e ilustrador que se mueve entre la animación, el videoclip y la ilustración con un estilo vibrante y onírico. Historias de terror a bordo de un tren, ese es el punto de partida de Dieu est timide, uno de mis cortos favoritos de este año que vamos a poder ver en una de las mejores salas de Argentina. Se trata de una película en la que los personajes enfrentan sus peores miedos y buscan descifrar el misterio de la existencia al sonido de un silbido repetitivo, enigmático y atroz. Viene a presentar el corto y también va a dar una charla centrándose en su proceso de realización.
También viene Michael Frei, director de cine de animación y diseñador de videojuegos suizo. Sus proyectos Plug & Play, Kids y Time Flies se destacaron tanto en formato cinematográfico en festivales como en videojuegos en internet. Me encanta todo lo que hace, una mezcla de minimalismo y surrealismo, con mucho sentido del humor, que me resulta hipnótica. Miles de personajes en miniatura crean una multitud sin identidad ni objetivos aparentes. No hay instrucciones, texto o alguna explicación de lo que estamos viendo o tengamos que hacer. Vamos a poder ver su obra, también en el Cine Gaumont, y luego dará una charla centrada en su último videojuego, que viene a presentar. También va a haber una estación para probar todos sus videojuegos.
Este año contaremos nuevamente con la grata presencia de Jess Bianchi, artista visual y directora argentina que ya es figurita repetida en el festival porque colaboramos de diferentes maneras. También recomiendo las charlas de Paula Boffo, Vrea y Daniel Duche. Ya nombré anteriormente a Simón Wilches Castro y a Silvia Prietov, que va a estar hablando y mostrándonos adelantos de su nueva película, Jalowin, justo el 31 de octubre, así que van a haber algunas sorpresas.

¿Ves una evolución en los perfiles de los artistas o las tendencias que se presentan este año?
Sí, veo una evolución muy clara. Por un lado, hay algo existencialista que viene creciendo, junto con una presencia muy fuerte del horror y de la violencia, abordada desde distintos lugares: lo íntimo, lo social, lo político. Son obras que, de una u otra forma, dialogan con la realidad, con la incertidumbre y con la sensación de estar atravesando un momento complejo.
También aparecen cada vez más temas vinculados a la identidad, la sexualidad, el cuerpo y la salud mental, tratados con una honestidad muy potente. Siento que las y los artistas se animan a contar cosas desde un lugar más personal, más directo.
Nos mandaron muchos cortos hechos en stop motion… y también en IA, dos polos opuestos.
Y, al mismo tiempo, hay una búsqueda muy interesante en relación al tiempo. No solo porque los cortos son cada vez más largos (muchos ya superan los veinte minutos), sino porque hay una intención de explorar los climas, los silencios, de habitar los espacios. Off Time habla literalmente de eso, pero creo que atraviesa a muchas de las obras de este año: una especie de reapropiación del tiempo, de detenerse frente a la velocidad o el caos del presente.
También hay algo poético que aparece con fuerza, una mirada hacia lo natural, lo simbólico y lo colectivo. Muchos trabajos dialogan con el agua, con la transformación, con los ciclos. Me gusta pensar que hay una búsqueda de conexión, de sentido, incluso en medio de todo lo incierto.
¿Qué nos puedes contar sobre los invitados de esta edición? ¿Qué aportan sus miradas al espíritu de BitBang?
Este año los invitados reflejan mucho de lo que buscamos en BitBang: una mirada autoral, experimental y ligada a las diferentes identidades latinoamericanas. Paula Boffo, Vrea y Jess Bianchi son tres artistas con estilos muy distintos pero con algo en común: la búsqueda de una voz propia. Paula desde su trabajo entre la animación y la historieta, con una mirada política y transformadora; Vrea desde el universo más independiente y autogestivo, del DIY, y su estilo adorablemente punk; y Jess con una estética que mezcla el surrealismo, el manga y la sensibilidad contemporánea.
Por otro lado, invitamos a creadores que expanden los límites del medio, como Michael Frei, que cruza animación y videojuegos, o Jocelyn Charles, con una obra vibrante y sensorial que lleva la animación a un terreno más poético y existencial. También Paul Sende, que desde el arte contemporáneo explora el movimiento, la luz y lo digital, y Pikolon, que desde los efectos visuales aporta una mirada técnica y creativa sobre cómo imaginar lo imposible.
Además, nos interesa mostrar cómo la animación autoral se está proyectando hacia otros formatos que no son el cortometraje: los largos en desarrollo de Silvia Prietov y Paula Boffo, la serie La huella del oro dirigida por Daniel Duche.
El videoclip ha ganado cada vez más espacio dentro del festival, que este año contará con Jess Bianchi y Julia Conde, ¿qué te interesa de este formato y por qué crees que es importante darle visibilidad dentro del encuentro?
Me gusta más la música que la animación, así que el videoclip es un mix ideal. El videoclip es un formato que tiene algo muy libre y muy inmediato. Es un espacio donde se cruzan el cine, la animación, la música y la experimentación, y donde muchas veces se pueden probar cosas que en otros formatos serían impensables. Me gusta esa idea de que la música es una guía emocional, que te marca el ritmo, los climas, las capas; y que desde la animación se puede traducir eso en imágenes de maneras infinitas.
La animación tiene la capacidad de hablarnos con metáforas, con símbolos, de moverse entre lo abstracto y lo concreto, entre lo real y lo onírico. En ese sentido, el videoclip es perfecto para eso: podés pensar una narrativa emocional más que literal, y dejar que la forma siga a la sensación.
También me gusta pensar el videoclip como una instancia de colaboración en donde hay que entender, interpretar, y casi que sentir al artista musical, su universo, y encontrar la manera de potenciar su identidad visual sin perder una voz propia.
Y después hay algo que atraviesa a todo el BitBang: el mix media, el cruce, la mezcla de técnicas. Hay videoclips hechos con grandes presupuestos y otros con casi nada, pero en todos los casos hay una búsqueda de sentido, de emoción, de ritmo visual.
Por eso nos interesa darle un lugar en el festival: porque es un territorio donde se ve muy claro que la animación es una forma de pensar, de sentir y de experimentar con la imagen en movimiento.
Ver esta publicación en Instagram
¿Qué sueños o desafíos se vienen para BitBang ahora que ha alcanzado un nuevo gran nivel de reconocimiento a escala global?
La verdad es que este reconocimiento global se siente como una gran responsabilidad. Es hermoso ver crecer el festival, que haya tanto interés por lo que hacemos, pero al mismo tiempo cada vez tenemos menos apoyo. Y eso lo vuelve muy difícil de sostener. BitBang hoy tiene más visibilidad que nunca, pero con menos recursos que nunca. Entonces el mayor desafío es poder seguir existiendo.
Me encantaría poder ampliar vínculos y redes. Empezamos a ser invitados por otros festivales internacionales para compartir programación o actividades conjuntas, y me entusiasma poder fortalecer esos lazos: generar intercambios, residencias, convocatorias en conjunto, o incluso versiones itinerantes en otros países o provincias.
Me gustaría seguir profundizando en el cruce con otras disciplinas, darle más lugar a los videojuegos, los cómics, el arte visual, y ampliar el foco más allá del cortometraje, incorporando en un futuro cercano series y largometrajes de animación latinoamericana.
Ideas rondando hay miles que nos encantaría explorar pero implican un presupuesto que no tenemos y que cada vez es menos así que el desafío es que BitBang pueda sostenerse en el tiempo en este contexto tan adverso. Que el reconocimiento no sea un punto de llegada, sino una oportunidad para seguir creciendo.
Desde tu mirada como directora, ¿qué rol cumple BitBang en el ecosistema de la animación en Iberoamérica?
Diría que BitBang es una plataforma única en Iberoamérica, que se enfoca en el formato del cortometraje, en la animación para adultos y es un espacio que busca visibilizar una animación más autoral y experimental, y al mismo tiempo tender puentes entre países, generaciones y disciplinas.
También cumple una función de conexión entre lo local y lo internacional, entre lo emergente y lo consagrado, y de impulso para la animación latinoamericana, que todavía busca su lugar en un mapa global dominado por el norte. BitBang demuestra que desde acá también se puede construir una escena sólida, diversa y con identidad propia
Diría que BitBang cumple también un rol muy importante en la formación de nuevas miradas. Más allá del festival en sí, hay un trabajo sostenido todo el año a través de talleres y charlas que busca fortalecer la animación autoral latinoamericana.
La idea es acompañar a artistas emergentes a que encuentren su propia voz y puedan contar historias personales, no hegemónicas, que amplíen la representación dentro del cine de animación de la región.
Desde BitBang tratamos de abrir espacio a otras formas de narrar, de investigar, de experimentar. Creo que ese es uno de los aportes más valiosos del festival: ayudar a construir un panorama más diverso, sensible y auténtico para la animación iberoamericana.