Las adaptaciones de cómics y tiras cómicas se han convertido en el pan nuestro de cada día, pero ni siquiera esto ha contribuido a que la labor de los cineastas sea más sencilla. Los amantes de estas historias no sólo claman fidelidad narrativa, sino también estética, lo que resulta en un desafío que en más de una ocasión obstaculiza las puertas de la creatividad. Más aún en el terreno animado donde en muchos casos se espera una copia virtualmente exacta en todos los sentidos. Por eso no podemos sino rendirnos al trabajo de Carla Pereira y Juanfran Jacinto con Todo está perdido, adaptación a la obra homónima de Paco Alcázar y que logra una labor virtualmente imposible: plasmar toda la esencia del material fuente sin sacrificar la visión de dos de los artistas más fascinantes del panorama iberoamericano contemporáneo.

Por un lado, el cortometraje es sumamente respetuoso con los esfuerzos del título original de plasmar los absurdos e ironías sociales a partir de la familia Pérez que se mueve con una absoluta normalidad dentro de su disfuncionalidad. Para ello, rescata a la tercia protagonista integrada por el padre José, la madre Margarita y la hija Josefina, así como al recurrente Dr. Lázaro y un elemento más cuya incorporación se da de una manera tan memorable que preferimos reservar la sorpresa al espectador. Más significativa es su capacidad para replicar el humor ácido del impreso sin necesidad de concebir una historia en sí, sino con la presentación de sucesos aislados que ayudan a emular las viñetas originales.

Esto ya es suficiente para que Todo está perdido sea un deleite para los amantes del autor español y de la comedia mordaz. Pero Carla Pereira y Juanfrán Jacinto no se conforman con la replicación de elementos y demuestran las razones por las que se han posicionado entre los creativos más talentosos de su tiempo. Primero, con un diseño de personajes completamente propio y en perfecta continuidad con Metamorphosis y Proceso de selección, este último dirigido únicamente por la realizadora. La decisión va más allá de lo meramente autoral, ya que sirve para crear una atmósfera de ensoñación inquietante con la que los cineastas critican y se mofan de los deseos de alcanzar una vida perfecta en concordancia con el sueño americano.

Si bien esto sacrifica el diseño retro con el que Paco Alcázar nos remite a las viejas historietas estadounidenses, la dupla lo compensa con un diseño de producción altamente colorido que nos remite a los 50. Esto está bien, pero la verdadera genialidad llega cuando los directores trasladan la trama a una sitcom que nos ubica aún más en la década antes mencionada, ya que esto innova e intensifica los ya profundos comentarios sociales.

Resulta virtualmente imposible establecer un diálogo sobre la familia perfecta sin referirnos a la manera en que la ficción televisiva ha contribuido a establecer este concepto en el imaginario. En este sentido, los cineastas no acusan ni señalan, sino que sugieren con destreza y elegancia que muchos de los anhelos y pesares que nos marcan como individuos y como sociedad provienen de la que muchos etiquetan como la caja boba. Un mensaje que se acentúa con las bocas de marionetas que tienen los personajes centrales de la historia. Aunque si de familias inusuales se trata, el corto no pierde la oportunidad de recordarnos a una de las más conocidas con una breve pero importante referencia religiosa que rápidamente se coloca entre los momentos más icónicos de esta obra.

La brillantez de Todo está perdido no se limita a los apartados narrativos y simbólicos, sino que también se extiende por los técnicos. Ya se habló de las similitudes estéticas con Metamorphosis y Proceso de selección, pero no podemos dejar de resaltar la manera en que este corto se siente como un paso decisivo en la filmografía de los artistas responsables. El modelado y la animación son impecables; el timing va en concordancia perfecta con ese humor metanarrativo que sale a relucir con las risas de la sitcom; la cámara frontal y estática replica de manera brillante el citado formato televisivo; la atención al detalle puesta en los escenarios y que siempre ha caracterizado a los creativos es verdaderamente sorprendente.

Hace tiempo sabíamos que Carla Pereira y Juanfran Jacinto se colocaron entre las voces más importantes dentro de la animación iberoamericana. Todo está perdido los afianza de lleno y nos deja esperando por más. De los talentosos cineastas, pero también de la versión animada de esta alocada familia que tan bien refleja las excentricidades del mundo en que vivimos.