Ya sea por su colorido plumaje o su hipnótico trinar, por sus afilados picos y feroces garras o por sus alas que conceden la mayor de las libertades. Las aves tienen cualidades que brindan una fortísima carga simbólica, la cual ha sido aprovechada para los más diversos y brillantes audiovisuales. Desde ahora les decimos que es momento de sumar To Bird or Not to Bird a la lista. 

El cortometraje, construido de manera antológica, invita a las más profundas reflexiones desde su título claramente shakesperiano. De hecho, su director Martín Romero invita a pronunciarlo de manera textual en español para concretar el acercamiento a la cita clásica en lo que debe ser visto como una clara declaración de intenciones: mirar hacia nuestro interior, como personas y sociedad, para contemplar la profunda crisis que nos aqueja.

Para ello, la obra recurre a los más diversos emplumados, quienes padecen las consecuencias de un modelo socioeconómico que arrasa con todo a su paso. Del medio ambiente con una cruda muestra de la deforestación a nuestros sueños con un pájaro obsesionado con la promesa de que pase lo que pase, mañana será mejor.

Esto ya es suficientemente doloroso, pero la estocada -o quizá deberíamos decir el picotazo- final llega con la alienación de las aves. La gran mayoría presenta una mirada perdida y avanza ciegamente hacia una existencia vacía como si no pasara nada, en un reflejo de la soledad colectiva que nos aqueja. Quienes se mantienen en estado consciente no pueden sino padecer el sufrimiento de un mundo que impide emprender el vuelo. Ahí está el ganso despojado de su plumaje para demostrarlo, así como el pájaro cucú que sirve como eje del corto. Centrémonos en este último.

No es coincidencia que Martín Romero se decante por un objeto como su gran protagonista, ya que esto permite un punto de enlace entre el mundo natural y el material de los humanos. Una pieza de madera que se permite soñar, ignorante de que sus ilusiones terminarán por carcomer su interior como si de una termita se tratara.

Una de las mayores cualidades de To Bird or Not to Bird es que su panorama desolador es plasmado con una profunda belleza estética. Desde los primeros segundos, el realizador cautiva con una parvada que surca por los cielos en una danza que enamora al capturar un mundo hermoso y elegante, tanto, que termina por tornarse inalcanzable. Caso similar al diseño de los alados animales, cuyos grandes ojos y redondeadas siluetas muestran una inocencia que rompe diametralmente con los horrores vistos en la trama. Todos los personajes son, de un modo u otro, víctimas de un mundo implacable que no se compadece ante nadie. 

Mención especial para el uso del blanco y negro. Una decisión arriesgada ante el ya mencionado colorido que caracteriza a las aves, pero que es clave para potenciar los mensajes simbólicos de la obra. Una paleta distinta habría dado al menos un poco de esperanza, mientras que la ausencia de ésta opera como una supresión de nuestra esencia, nuestra alma y prácticamente todo lo que nos da vida.

Esta brutal construcción se extiende con una banda sonora que se expande y se contrae en una métrica inexorable, como si del Reloj del Juicio Final se tratase. Un potente refuerzo a la fiera temática que exhibe las emociones más humanas para luego colisionarlas contra un muro de realidad que nosotros mismos hemos construido.

Un corto que combina tragedia y hermosura con profunda destreza, reflejando así la existencia misma que nos ha sido impuesta. Un ciclo de autodestrucción que parece incapaz de detenerse y que invariablemente atenta contra el eterno deseo de emprender el vuelo. To Bird or Not to Bird, esa es la cuestión.