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Crítica: The Windshield Wiper

Una obra que posiciona a Alberto Mielgo en lo más alto de la élite animada.

29 de octubre de 2021
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: The Windshield Wiper
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¿Qué es el amor? Son muchos los audiovisuales que han abordado esta pregunta a través del tiempo, conformándose en la mayoría de los casos con respuestas de carácter simplista. No es el caso de The Windshield Wiper, que dirigido por Alberto Mielgo, no busca finales felices al más puro estilo de cuento de hadas, sino que invita a la reflexión a través de los más diversos escenarios como son lo convencional, lo tabú o lo tecnológico. Esto con el único objetivo de ahondar a profundidad en un sentimiento del que se habla mucho, pero se entiende realmente poco.

El cortometraje, además, no ofrece ningún tipo de conclusión al respecto. No es un error ni mucho menos una casualidad, sino la decisión de un cineasta que demuestra un profundo respeto por su público. Tanto que se limita a plantear el caso para luego dejarle decidir por sí mismo, un reflejo simbólico del sujeto con el que abren las acciones y que disfruta de un cigarrillo mientras escucha diversas conversaciones en torno al tema y con el que se convierte al espectador en un personaje más de la obra.

La magnificencia del proyecto no se limita a su temática, sino que se extiende a su técnica. The Windshield Wiper es uno de esos audiovisuales que llevan la técnica animada a los límites para permanecer imborrables en la memoria. No es exageración, pues se trata de una obra tan bien lograda que en más de una ocasión desafiará hasta al ojo más experto, obligándole a preguntarse si se trata de un trabajo 2D, 3D o incluso motion capture. Basta decir que es animación pura y dura, que raya en los límites de la perfección, que deambula cerca del fotorrealismo sin traicionar el arte de la ilustración y que invariablemente hace pensar que de haberse realizado por algún gigante de la industria el mundo entero estaría hablando al respecto. 

Sus cualidades, sin embargo, no se limitan a la animación per se, sino que se extienden por muchos otros elementos técnicos. Tal es el caso de la iluminación, que va de la calidez para momentos de intimidad a la frialdad extrema para los casos de alienación y sin olvidarnos de la luz neón con la que se exaltan los escenarios urbanos. O el uso de la cámara, que no vacila en pasar del estatismo al movimiento francamente caótico con el que se plasma una trágica caída libre. Ni qué decir de la originalidad con el que se aborda el rol de la tecnología en el amor contemporáneo con la incorporación de incontables mensajes de texto de tinte sentimental o la presencia de plataformas que resaltan el ensimismamiento de las sociedades contemporáneas en uno de los segmentos más fascinantes de todo el corto. Y como toque final su fuerza auditiva, con diálogos y sonidos que por momentos resultan ininteligibles, aunque no por ellos menos hipnóticos o inmersivos.  

En otras palabras, un pico de calidad en la obra de un cineasta que siempre ha apuntado a lo más alto. O lo que es lo mismo, un corto que posiciona a Alberto Mielgo, con toda justicia, en la cumbre de la élite animada.

¿Qué es el amor? Es fácil pensar que la respuesta de The Windshield Wiper es ambigua si se le ve como una mera historia. El de Mielgo es realmente es una invitación, la más hermosa que hayamos visto en mucho tiempo, a buscar el más anhelado de todos los sentimientos en las personas y el entorno que nos rodean de manera cotidiana. Es, a fin de cuentas, el mundo que nos rodea.