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Crítica: Soy Frankelda

Soy Frankelda supone un antes y un después en la animación mexicana, al poner en marcha los engranajes de la industria.

10 de junio de 2025
Por Samuel Lagunas
Crítica: Soy Frankelda
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Los sueños más difíciles de olvidar son aquellos que están marcados por el exceso. A veces, mientras dormimos, los significados del mundo se desbordan hasta el límite de lo imposible y se desmoronan. Esa experiencia puede resultar tan terrorífica como liberadora. Si, como alguna vez escribió Sigmund Freud, en el mundo onírico nuestra alma amplía su sensibilidad, entonces despertar se convierte en una doble tarea: reconocer las huellas que han quedado de la noche y tratar de armar con los vestigios del lenguaje un relato de esas visiones interiores. Más que no poder recordar lo que soñamos cada noche, quizá se trate de que no podemos nombrarlo.

Soy Frankelda, primer largometraje de los hermanos Arturo y Roy Ambriz, cuenta la aventura de Francisca Imelda y de Herneval, dos niños que viven en reinos separados, pero unidos por la telaraña de los sueños. Mientras Francisca Imelda es una niña humana que vive en el «mundo real» del México del siglo XIX, Herneval es un príncipe alado que vive en el Topus Terentus, una ciudad con decorados expresionistas y barrocos, sostenida por los sueños y las pesadillas de las personas. Cuando la salud del rey se ve amenazada, y con ello toda la estabilidad del Topus, Herneval descubre que hay una manera de cruzar al otro lado y así poder salvar a su familia y a todo el reino.

Del otro lado, la mente de Francisca Imelda está dividida entre la fatalidad y la monotonía de su vida cotidiana y el fragor de los relatos que imagina y escribe incansablemente. Para ella, la escritura es un refugio frente a los acérrimos mandatos y las expectativas ominosas que la sociedad tiene de las mujeres: la casa, la maternidad, el matrimonio, el silencio. Cuando, ya joven, Francisca Imelda lleva sus cuentos a un editor, éste la despide de inmediato: no hay lugar para las voces de las mujeres en el mundo. Al menos no en ese mundo.

Hay, acto seguido, una secuencia inolvidable. Herneval desdobla la existencia de Francisca Imelda en dos. Como si de un viaje astral se tratara, el fantasma abandona el cuerpo y flota por encima de las nubes. En la mitología ecléctica y personalísima de los Ambriz, el paso de un mundo a otro es un viaje celestial, esponjoso, blanquiazul. El diseño brumoso, y al mismo tiempo luminoso, de ese pasaje revela también la pericia de la técnica, el arte de la construcción.

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A medio camino entre el cuento de hadas tradicional, el viaje de Dante en la Divina Comedia y la influencia de la veta fantástica de Guillermo del Toro, los hermanos Ambriz llevan ya media década desarrollando alrededor de Frankelda y Herneval uno de los universos más populares de la animación mexicana. Desde el primer piloto, pasando por la serie Los sustos ocultos de Frankelda, hasta llegar al largometraje Soy Frankelda, no hay duda de que entre ambos y todo el equipo de Cinema Fantasma han marcado un antes y después en la industria mexicana.

La anécdota no es menor. En varias entrevistas los hermanos Ambriz han contado que cuando en Los sustos ocultos de Frankelda estrenaron el capítulo en el que apretadamente sumergían a los espectadores en el pasado de Frankelda, no tardaron en llegar numerosas súplicas de los fanáticos. Querían saber más información de esos primeros años y había que satisfacer ese deseo. La película, en la superficie, brota de esa petición. En el fondo, revela cómo la animación en México finalmente se está industrializando. Soy Frankelda ha echado a andar y ha comprobado con éxito todos los engranajes del medio: el fandom, los apoyos estatales, federales e internacionales, los mecenazgos, la exhibición por streaming, el espectáculo; demostrando que con talento, voluntad y trabajo colectivo, el puente que comunica los sueños con la realidad se robustece y es más fácil cruzar a través de él.

En Soy Frankelda el exceso toma múltiples formas: desde el detalle de las figuras del pórtico que contemplamos los primeros minutos de la película, a la espera de que ésta se abra y entremos a la aventura; hasta el ritmo frenético que alcanza la cámara en varias de las secuencias donde se desplaza sin cortes entre un mundo y otro. Incluso, es grato descubrir en ese juego con la técnica, los momentos fugaces en que la materialidad se desarma y da paso al dibujo o a la animación de otros objetos totalmente ajenos al universo de la cinta. Esa libertad creativa y antidogmática, que es también una completa fidelidad al propio estilo, es uno de los rasgos que más hay que celebrar de la película.

La técnica del stop motion en las manos de Cinema Fantasma no tiene la asepsia de la Escuela de Guadalajara, de la que sí abreva, especialmente, en su vocación onírica. La animalidad de las marionetas es una grata excepción dentro de la tradición del stop motion mexicano, donde ha sido la animación de la figura humana la que ha predominado. Herneval y toda la fauna fantástica del Topus nos recuerda bastante a esos primeros animales hiperreales diseñados por Ladislaw Starevich en películas como Le roman de Renard (1937).  Los pliegues, los bordes, los olanes, las texturas rugosas dotan a las figuras de una elegancia tosca y sucia que las permea de humanidad, no obstante su condición espectral o monstruosa.

Soy Frankelda Herneval FICG

En Soy Frankelda las tensiones dramáticas ya presentes en la serie (los arcos heroicos de ambos protagonistas, el enfrentamiento con el villano Procustes) conviven con una exploración más profunda de la pregunta sobre lo que separa la verdad de la ficción, la realidad de la fantasía. El poeta chileno Gonzalo Rojas dijo alguna vez que todos somos niños hasta que nos cortan las alas. Esta exploración del borde y del tránsito de la niñez hacia ese otro mundo (el de los padres, el del trabajo, el de los jóvenes, el del amor romántico) es típica de la literatura infantil. Pensemos en el otro lado del espejo de Alicia en el país de las maravillas, en la otra casa de Coraline en la película homónima (Henry Selick, 2009), o en el pasaje del mundo real hacia el mundo animado en James and the Giant Peach (Henry Selick, 1996). Los ejemplos sobreabundan. Pero para los hermanos Ambriz, este lugar común se percibe original gracias a la atmósfera (neo)gótica que rodea el carácter de Francesca Imelda -convertida en Frankelda a causa de la ira-, y a la forma musical en la que los personajes se expresan. Sus canciones, coescritas por los hermanos Ambriz junto a Kevin Smithers, no sirven tanto para aclarar sus intenciones, sino para oscurecer su ánimo y, sólo después de anidar en las sombras, entonces sí renacer. 

Es evidente que desde su cortometraje Revoltoso (2016), los hermanos Ambriz han hecho de la representación de «lo mexicano» algo muy diferente a lo que han conseguido otras franquicias como las de Las leyendas. El México de Revoltoso, como el de Frankelda, es pintoresco, pero no por su folklore, sino por el carácter cinemático de sus paisajes.  Cada cerro, cada calle, cada viga, existe para ser filmada. No en vano su primer cortometraje fue una oda al cine en medio de la guerra. Un canto a la permanencia de la vida y la imaginación entre los escombros de la muerte. Bajo la tutela de Guillermo del Toro, el cine de Roy y Arturo se ha orientado más hacia la fascinación con los monstruos y su potencial pedagógico. El monstruo es una paradoja tremenda donde lo bestial y lo humano se sintetizan, es la sombra donde la vigilia y el sueño se entrelazan. Sólo la ficción puede contener a los monstruos, de ahí la tragedia y el triunfo de Frankelda. En un mundo vaciado de humanidad, sólo los muertos sobreviven. Frente a la crueldad ilimitada de la realidad, las pesadillas pueden ser la última casa en la que nos toque vivir.

Soy Frankelda Still FICG

Soy Frankelda porta ya con orgullo la etiqueta del primer largometraje hecho en stop motion en México, pero no es el único filme en concretar una hazaña de este tipo dentro del país norteamericano. En el Festival Internacional de Cine en Guadalajara se estrena también La gran historia de la filosofía occidental, largometraje animado de Aria Covamonas que también podría reclamar la etiqueta del primer largometraje hecho con collage, primer largometraje animado experimental, o incluso, si de reivindicar identidades se tratara, primer largometraje animado hecho por una persona queer en México. En poco tiempo también llegará a festivales el primer largometraje animado hecho por una mujer. Todo este racimo de primeras veces no demerita la hazaña de Frankelda, sino que alimenta el mapa: si antes una largometraje animado era reconocible ya de por sí por su propia existencia, ahora que la producción y la oferta empieza a diversificarse cada vez más, también el rigor crítico con el que miramos esta creciente industria debe aumentar. Los logros felices, escribió Pascal Bruckner, también exigen vigilancia.

Celebrar las cimas de nuestra industria no debe hacernos olvidar sus peligros: la estandarización de la forma y de los contenidos, la sumisión al mercado, la idolatría hacia las influencias, el adormecimiento de la crítica. El camino que tomen los Ambriz en sus siguientes películas marcará, en parte, el camino de esta industria.

Después de haber inaugurado el Festival Internacional de Cine en Guadalajara en su edición 2025, Soy Frankelda se presentará en el Festival Internacional de de Cine Animado en Annecy, en el Fantasia International Film Festival de Canadá y llegará a salas nacionales en otoño de 2025. El sueño de Frankelda no deja de escribirse y, alegremente, cada vez más personas somos parte de él.

Ficha técnica

  • Título Soy Frankelda
  • Dirección Arturo y Roy Ambriz (Sustos ocultos de Frankelda)
  • País México
  • Año 2025
  • Técnica Stop motion
  • Voces Mireya Mendoza, Arturo Mercado Jr., Luis Leonardo Suárez