Es común escuchar que los luchadores son los superhéroes latinoamericanos, más concretamente de los mexicanos que es donde cuentan con mayor éxito. Podría pensarse que esto es consecuencia de las numerosas películas y series que han fortalecido la etiqueta al mostrarlos como defensores de la justicia, lo que aunado a su popularidad dentro del cuadrilátero ha resultado en una curiosa conexión donde se fusionan las barreras de realidad y ficción. Una que alcanza una nueva y memorable metanarrativa con Rey Mysterio vs. La Oscuridad.

Es fácil pensar que el personaje titular es el gran protagonista y que la serie sigue de cerca sus aventuras en la lucha contra el mal. El peleador, sin embargo, es más bien un gancho, ya que la historia realmente se sostiene sobre los hombros de Óscar, un niño completamente ordinario salvo por la grandísima admiración que siente por el guerrero. Una que se potencia todavía más cuando, ansioso por acercarse a él, descubre que cuenta con poderes que usa para combatir al mal. Más emocionante es cuando, necesitado de ayuda, su ídolo lo elige como una suerte de sidekick.

Si la premisa funciona es en buena parte porque saca a relucir el poder simbólico de los luchadores, quienes para muchos han dejado de ser deportistas para ascender como verdaderos héroes. Una construcción de este tipo no podía ser lograda por cualquiera, sólo por alguien que entiende y vive el poder simbólico de los enmascarados. Tal es el caso de los hermanos Calavera, cuyas propias pasiones han sido clave para conseguir una historia entrañable y de fácil identificación, pero también una sumamente emocionante.

La adrenalina se dispara desde el primer minuto, con los combates, así como con el entusiasmo del pequeño en todo momento. Esto se debe en buena medida a que Rey Mysterio vs. La Oscuridad debe mucho de su estilo al animé, lo que puede apreciarse en el diseño de los personajes, la naturaleza de sus poderes y en la propia animación. A esto se suman los guiños nipones como son los kaijus o los elementos que remiten a clásicos como Pokemon, Saint Seiya y Dragon Ball.

Esto para nada atenta contra la mexicaneidad de la trama. De hecho, la serie aprovecha cada oportunidad para sacarla a relucir, tal y como se aprecia en elementos muy representativos como los puestos inundados de máscaras y figuras ubicados afuera de las arenas, o el icónico “lucharaaaaaaan” que se ha convertido en todo un emblema de la lucha libre. Mención aparte para el Polyforum Cultural Siqueiros que se aparece como un hermoso aunque inusual escenario para el inicio de las acciones. La producción tampoco se olvida de los mexicoamericanos y estadounidenses que aman este deporte, lo que puede verse en las espectaculares entradas que recuerdan a las vistas en la WWE y en la presencia de numerosas banderas de los dos países norteamericanos.

Finalmente, pero no menos importante es la exaltación simbólica de la máscara, máximo emblema de estos guerreros y como tal, fuente de todos sus poderes que pueden ser aplicados para el bien o para el mal. Así lo descubrirá Óscar, cuya asimilación de su nueva identidad secreta y de las responsabilidades que ésta implica requerirá de un noble y valiente guía.

Rey Mysterio vs. La Oscuridad es un digno heredero del legado audiovisual que ha caracterizado a los luchadores por generaciones, pero es también una importante actualización de esta tradición. Es una obra que se sostiene por sí sola, al tiempo que ilusiona con todo lo que los peleadores enmascarados representan para un imaginario colectivo que no deja de soñar con los héroes del mundo real.