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Críticas

Crítica: Pinocchio

Guillermo del Toro nos hace soñar y reflexionar con una de las películas animadas más ambiciosas de todos los tiempos.

18 de noviembre de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Pinocchio
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Pinocchio está plagada de momentos poderosos. Uno de los más impactantes se da cuando uno de los antagonistas asegura al niño de madera que «todos quieren a las marionetas«. No lo dice refiriéndose al objeto, sino a las personas que se dejan controlar sin poner ningún tipo de resistencia. Una declaración de intenciones de Guillermo del Toro, quien de este modo se adueña completamente de un cuento clásico para cuestionar, tal y como expresó previo al estreno de la película, la obediencia ciega que impera en la sociedad.

Para disfrutar mejor de esta cinta hay que sacarnos de la cabeza a Walt Disney y empezar a pensar en Carlo Collodi. La presencia del autor se manifiesta en numerosos elementos, que van del hijo de Geppetto cuyo nombre es un claro homenaje, a las sensaciones de peligro y tragedia que son palpables en todo momento. Esto no significa ni de cerca que se trate de una adaptación fidedigna a la obra original, pues realmente es un filme que derrocha toda la esencia del mexicano.

La naturaleza de la historia permite que el director combine muchos elementos clave en su filmografía, unos en estado puro y otros modificados para exaltar los mensajes. Es fácil deducir que Pinocchio es un monstruo más en el imaginario de Guillermo del Toro. Así lo sugiere la secuencia de su creación inspirada directamente en Frankenstein, pero también la secuencia previa que recuerda a The Monkey’s Paw de JJ Jacobs, la introducción del personaje ante su padre/creador, así como su presentación en sociedad que genera reacciones de miedo e incertidumbre entre la gente. Es de este modo un heredero director de personajes tan icónicos como Hellboy y el hombre anfibio de The Shape of Water. Pero el deseo de ser un niño de verdad hace que Pinocchio opere también como una de esas personas inadaptadas que tanto gustan al cineasta. Como la soñadora Ofelia de El laberinto del fauno y la desafiante Elisa Esposito de la recién mencionada The Shape of Water. Un exquisito híbrido que el creativo aprovecha para manifestarse otra vez contra un sistema fallido.

Otro elemento recurrente. No es la primera vez que el mexicano alza la voz contra el poder, una inquietud que ha estado presente en la cinta que le valió el Oscar a Mejor película, así como en El laberinto del fauno y El espinazo del diablo. De hecho, estas dos últimas se sienten íntimamente ligadas con la película en cuestión, ya que ambas se dan en un entorno regido por el fascismo. El contexto de Pinocchio no es casualidad, sino una forma de que el realizador aborde el tema central desde distintos ángulos. El del circo tan identificable con la historia, pero también el religioso y el militar.

El primero de ellos enfrenta a la marioneta con el ya mencionado Conde Volpe, una combinación de Mangiafuoco y el Zorro –Volpe en italiano– que nos deja un individuo engañoso que manipula al personaje para que se integre a su show itinerante. Esto, hay que decirlo, con algunos momentos que recuerdan mucho a la reciente Nightmare Alley. El segundo es el menos desarrollado, pero el director suple esta omisión con una fortísima carga simbólica que arroja paralelismos y reflexiones sobre la obediencia. El tercero y último es quizás el más esperado desde que se anunció que las acciones se desarrollarían en la Italia de Mussolini, pero también el más impactante en muchos sentidos por el sistema que plasma: una sociedad que sigue a sus líderes sin siquiera pararse a cuestionar las órdenes que recibe. Una crítica que se acentúa porque el mensaje es transmitido con niños cuyas autoridades están ansiosas por convertir en hombres, aun cuando ellos no estén listos para dar el paso, manifestando su inocencia con un simple juego de almohadas.

Pero las inquietudes de Guillermo del Toro no se limitan a lo más alto de la sociedad, sino que se extienden a lo más íntimo: el hogar. Es aquí donde Pinocchio alcanza uno de sus puntos climáticos, con una exploración sumamente honesta y compleja entre las relaciones entre padres e hijos. Hellboy y El laberinto del fauno ya mostraron este tipo de interacciones, pero ninguna con la intensidad y profundidad de esta cinta que incluye tres ejemplificaciones distintas con el fin de exaltar, como bien dice Sebastian J. Cricket, a los padres e hijos imperfectos. Los primeros son aquellos que insisten en convertir a sus pequeños en algo que no son, como bien puede ser el reflejo de uno mismo, de otra persona o de todo un orden social. ¿Qué son los segundos? Esta pregunta es más difícil, pero el cineasta deja claro que la respuesta no apela a los desobedientes, sino a aquellos incapaces de hallarse a sí mismos por sus continuos esfuerzos por complacer a sus mayores.

Para cerrar este círculo, la producción emplea una dupla protagonista perfectamente conocida por todos, pero concebida de un modo nunca visto. Pinocchio es tan inocente que no sabe cómo comportarse ante un mundo completamente nuevo que no deja de sorprenderlo, lo que le lleva a actuar de un modo errático según los estándares establecidos por la sociedad. Geppetto es un hombre amoroso, pero también es muy humano y en más de una ocasión no sabe cómo reaccionar ante los problemas que se le presentan.

Una película de este calibre exige una técnica de primer nivel. Pinocchio la tiene de sobra en todos sus apartados. El modelado es tan arriesgado como perfecto. A diferencia de otras cintas stop motion que recurren a la caricaturización para evitar el valle inquietante, esta producción lo hace para enfatizar sus mensajes desde la crítica y la sátira, lo que puede apreciarse en personajes como Volpe, el sacerdote del pueblo y un cameo político cuya sorpresa es preferible defender. Pero no por esto le rehúye al realismo, lo que puede verse en Geppetto y Candlewick. La esencia de Guillermo del Toro no podía faltar, palpable en dos entes que remiten muy de lleno al Ángel de la Muerte de Hellboy. En cuanto a las texturas, el nivel de detalle es tal que algunos close-ups parecieran mostrar imperfecciones la piel.

Si de detalles se trata, no podemos dejar de mencionar el meticuloso diseño de producción que cuidó todos los aspectos para dejar un mundo que se siente profundamente real. Un logro que resulta aún más complicado por la gran cantidad de escenarios por los que nos conduce esta aventura. Los movimientos también tienen una alta complejidad, más aún los de Pinocchio cuya naturaleza permite que sus articulaciones operen con total libertad. El reto es sorteado con destreza, con una animación tan fluida que por momentos parece CG. Es muy probable que estemos ante el surgimiento de la mejor obra stop motion de todos los tiempos. Finalmente, una exquisita música por parte de Alexandre Desplat y que captura perfectamente las emociones del filme. Se tornará icónica, sin duda.

Y por supuesto, no podemos dejar de hablar de las voces. Estamos ante uno de esos realizadores que siempre han sabido sacar lo mejor de sus actores, una cualidad que ahora se extiende al trabajo de voz, donde resalta la manera en que aprovecha las distintas cualidades de cada miembro de su elenco. Gregory Mann es jovialidad pura como Pinocchio, mientras que David Bradley combina bondad y desencanto para su Geppetto. El Sebastian J. Cricket de Ewan McGregor recuerda a sus personajes de Moulin Rouge y Big Fish, mientras que el Volpe de Christoph Waltz tiene mucho de Hans Landa. Tilda Swinton traslada el misticismo que la ha acompañado durante buena parte de su carrera al espíritu del bosque y la muerte, Ron Perlman lleva su poderío a Podesta, mientras que Finn Wolfhard hace gala de su madurez como Candlewick. Finalmente, Cate Blanchett, quien hace gala de su enorme talento en el papel más improbable de toda su carrera, el mono Spazzatura.

Extendernos más sería innecesario. Por eso sólo concluiremos diciendo que Pinocchio es simplemente gloriosa y que el salto como director de Guillermo del Toro al largometraje animado no habría podido ser mejor. Esperamos que no sea su última inmersión. No sólo porque ha marcado un antes y un después en esta industria, sino porque su trabajo es garantía de visibilidad, su creatividad demuestra todo lo que puede hacerse con la técnica y su talento es fuente de inspiración para todos los que forman parte del mundo animado.

Ficha técnica

  • Título Pinocchio
  • Dirección Guillermo del Toro (Nightmare Alley), Mark Gustafson (ópera prima)
  • Año 2022
  • País Estados Unidos, México
  • Técnica Stop motion
  • Voces originales Gregory Mann, David Bradley, Ewan McGregor
  • Disponible en Netflix (a partir del 9 de diciembre)