Hay una escena en Momias en la que uno de los personajes principales debe decidir entre dos opciones, cada una de las cuales definirá el rumbo de su vida, y en el que las alternativas se reflejan en cada uno de sus ojos. Se trata de un recurso recurrente en la animación 3D, pero que casi siempre resalta el dilema de un modo antinatural para dejar en claro la dureza de la elección. No es el caso de esta película. El director Juan Jesús García Galocha lo hace con sutileza y elegancia, como un destello apenas perceptible, pero suficientemente visible para permanecer en la mirada y en la mente del espectador. Un momento que quizá pasará inadvertido para muchos, pero que deja ver el nivel de detalle en la película debut de Core Animation. En lo técnico, pero también en lo narrativo, pues es un tratamiento deliberado que no pretende apuntar tanto a lo que se gana como a lo que se pierde.

No es la única osadía del proyecto, sino una de tantas. Quizá la más importante de todas sea el rompimiento de los viejos arquetipos. Y es que películas de momias hay muchas, pero casi todas las han encasillado como figuras malditas, consecuencia directa de las supuestas maldiciones suscitadas durante las primeras incursiones en las pirámides y por supuesto del clásico protagonizado por Boris Karloff. No es el caso de ésta, que las presenta como criaturas normales, un poco inocentes por momentos, pero curiosas cuando se les presenta la oportunidad de conocer el mundo contemporáneo. Una exploración forzada, hay que decirlo, tras el robo de una reliquia ancestral que debe ser recuperada a como dé lugar y que abre camino a una divertida aventura.

Nada de esto funcionaría de no ser por el entrañable cuarteto protagonista encabezado por Thut y Nefer. Él es un exaugura y ella una princesa que han sido unidos por un accidentado destino, y aunque aparentemente no tienen nada en común, ambos comparten el desencanto de una vida manchada por las oportunidades perdidas. El equipo es complementado por el pequeño Sekhem y su cocodrilesca mascota, quienes lejos de funcionar como meros sidekicks o comic relief, son determinantes para que la alianza no pierda el rumbo. Un grupo redondo en el que todos y cada uno de los integrantes son indispensables.

Su construcción está clara: la transmisión de los valores más universales. Algo normal para una película de corte familiar, pero que no impide la identificación de los adultos gracias a una dupla central que invita a creer en la redención y en las segundas oportunidades. Tampoco nos olvidemos del humor, inocente pero ingenioso y sobre todo respetuoso con todos los sectores del público. ¡Incluso los momentos musicales van en esta línea! Lejos de los convencionalismos del cine estadounidense, esta historia se decanta por ritmos más actuales e incluso aprovecha para mofarse de la eterna teatralidad que ha caracterizado a estas secuencias a través de los tiempos.

No menos fascinante es el diseño de producción, no sólo con la fidedigna representación de Londres, sino con la majestuosa concepción de la ciudad de las momias que juega con la concepción de un antiguo Egipto en todo su esplendor. Además de la espectacularidad visual, este trabajo es clave para igualar la grandeza de las culturas del pasado y el presente. Una especie de justicia histórica para los pueblos ancestrales del ayer cuyo legado tiende a ser tachado de exótico e incluso puesto en duda por algunas potencias contemporáneas, que cada vez parecen más renuentes a reconocer que nuestra existencia tal y como la conocemos sólo es posible por sus viejos conocimientos.

Mucho se ha especulado sobre como Momias apunta a ser la nueva gran franquicia de la animación iberoamericana. El supuesto ha dejado de serlo para convertirse en una exigencia: es una historia con todo el potencial para crecer hacia distintos rumbos y que en caso de ser bien aprovechada puede ascender como uno de los mayores logros en la historia de nuestras industrias. Con toda la calidad que le rodea, confiamos en que así será.