Crítica: La valla
Una cruenta representación de uno de los problemas más urgentes del panorama actual con la que Sam Ortí se afianza aún más entre los grandes exponentes del stop motion.
14 de noviembre de 2024Por Viridiana Torres
Sam Ortí ya era un maestro del stop motion mucho antes del estreno de La valla. La obra en cuestión lo consolida todavía más en esta posición gracias a su excelso tratamiento del arte animado, con el que ofrece una cruenta representación de uno de los problemas más urgentes del panorama actual.
Plasmar la crisis migratoria nunca ha sido sencillo. El cine, sin embargo, lo ha hecho en incontables ocasiones. Algunas dotadas de una enorme fuerza narrativa, mientras que otras se estancan en tramas más bien formulaicas que poco aportan a la conversación. Algunas de las más sobresalientes, hay que decirlo, han venido desde una animación cuyas propiedades artísticas dotan al mensaje de un enorme poderío y una universalidad difícil de alcanzar desde la acción real.
Como ejemplo el cortometraje referido que nos traslada a un desierto posapocalíptico cuyo desolador paraje es atravesado por una extensa valla que divide el territorio en dos. Su naturaleza divisoria colapsa con una importante contradicción, ya que cuenta con una gigantesca puerta de entrada que es engalanada con toda clase de palabras de bienvenida que invitan a cruzar a la tierra prometida. La realidad, sin embargo, es muy distinta, ya que el acceso es vigilado por guardias fuertemente armados cuyo único objetivo es impedir a toda costa que alguien pueda cruzar.
Una de las mayores virtudes de La valla es su potencia simbólica. La más osada es, sin duda alguna, su representación del foráneo. Basta con ver las imágenes promocionales para ver que Sam Ortí lo representa como un ser cuya apariencia deambula entre lo extraño y lo monstruoso. No lo hace como una ofensa, sino en continuidad con la estética que siempre ha caracterizado su filmografía, pero también como una alusión a el otro, un tropo recurrente del cine de terror por el que tantas veces ha ahondado el español. Una figura ajena y extraña que representa una amenaza a ojos de la sociedad, carácter que se cumple en ciertas ocasiones, pero que en muchas otras se revierte para convertirlo en una víctima de un mundo intolerante.
Aunque diseño de personajes apunta a Oriente Medio, el panorama presentado invita a pensar en muchas de las líneas divisorias alrededor del mundo, concretamente aquellas que separan a países con realidades políticas, sociales y económicas muy distintas entre sí. Es así como el cineasta aprovecha el desierto, tan asociado con la migración en el imaginario colectivo, como un elemento que da toques de universalidad al conflicto plasmado en la obra.
La valentía del realizador no se limita al uso de símbolos que vinculan con la realidad, sino que se extiende al tratamiento que les da. Los aprovecha para trasladarnos a un mundo cruel y aunque en ningún momento se regodea en la violencia, no vacila en emplearla para alcanzar sus fines narrativos. Una práctica que puede apreciarse desde los primeros minutos pero que saca su máximo potencial en el cruento detonante hacia el clímax y que conduce a un cierre tan sorpresivo como desolador. De esos que permanecen por mucho tiempo en la memoria del público.
La técnica es impecable y no hace sino afianzar aún más el estatus de Sam Ortí como un gigante del stop motion. Sus cualidades son evidentes en las secuencias de acción dotadas de movimientos complejos y veloces, pero también en aquellos momentos más sutiles pero altamente emocionales y dotados de una fortísima carga dramática. Es el conjunto de todos ellos los que resulta en un cortometraje brillante.
En cuanto a los elementos, es importante hacer una mención especial a la fotografía y la iluminación que ofrecen imágenes ligeramente quemadas. No es un error, sino una decisión deliberada que captura la mirada insolada y aquejada de los personajes centrales, al tiempo que aumenta la peligrosidad ante la serie de adversidades enfrentadas en un punto de no retorno.
La valla se posiciona de este modo como una de las mayores proezas en la filmografía de Sam Ortí, quien saca a relucir su talento y genialidad para inducir al diálogo en torno a una crisis humanitaria global que exige soluciones inmediatas.
Ficha técnica
- Título La valla
- Dirección Sam Ortí (Paralelos)
- Año 2024
- País España
- Técnica Stop motion
- Voces N/D