Es difícil ver Kaddy: La fabulosa hechicera del caos sin enamorarse de su personaje titular. Una conexión que bien puede atribuirse a su simpático diseño tipo cartoon, así como a la energía que irradia desde el primer instante. Pero sobre todo a la identificación que genera ante la sensación de que todos hemos sido como ella en algún momento de nuestras vidas.

El piloto nos introduce con una joven hechicera ansiosa por demostrar su poder ante los suyos. Una premisa que invita a que coloquemos al show dentro del género fantástico, que lo es. Sin embargo, mucha de su riqueza viene de su otra forma narrativa, que si bien es menos evidente, también es increíblemente poderosa: el coming of age.

Antes que una hechicera, Kaddy es una joven inadaptada y deseosa de encontrar su lugar en el mundo. Una que lucha por conciliar su visión sobre la persona que quiere ser con la que en realidad es. El primer episodio asienta estas bases con firmeza, con la maga mostrándose tranquila, incluso entusiasmada con un viaje hacia una misión imposible, siendo la elección de un nombre adecuado para su ascenso como Líder Suprema la única preocupación que pasa por su cabeza. Esto no exhibe arrogancia ni exceso de confianza, sino que estamos ante una persona que quiere demostrar su valía ante los demás y sobre todo ante sí misma. Tanto, que sólo ve y escucha lo que quiere, como se demuestra en el flashback donde se le asigna la peligrosa tarea.

Pero no nos olvidemos de su parte mágica, fundamental para las intenciones del personaje y como tal, para el futuro de la historia. Podría pensarse que estamos ante otro viaje del héroe convencional, pero la serie no tarda en dar pistas que apuntan hacia otros rumbos. Unos que dejan ver que los erráticos poderes de la protagonista van más allá de la falta de habilidad o de confianza, y que más bien podrían estar relacionados con una crisis de identidad.

La situación de la joven no es sencilla y por eso es bueno ver que no está sola en la travesía. Le acompaña Fido, un sidekick construido sobre opuestos profundamente divertidos. Es un hombre lobo, pero lejos de ser el monstruo de naturaleza salvaje que habita en el imaginario, es una criatura tranquila, incluso temerosa y que como buen trovador, utiliza la música de su cítola como su mejor recurso contra las amenazas.

La dupla encabeza una producción que apunta al corte semiantológico, con una aventura distinta por episodio, pero todas ellas vinculadas por elementos que garanticen el carácter seriado. En este caso, el viaje de Kaddy hacia la búsqueda de sí misma. Todo esto, hay que decirlo, sin perder el humor que se manifiesta en cada momento y que va aumentando su intensidad. Comienza con simpáticos diálogos, continúa con un fino deambular entre la comedia pastoril y slapstick, para finalmente desembocar en la más pura excentricidad.

Su primera escala es la Aldea Dorada, cuya concepción puede sintetizarse como una de las decisiones más arriesgadas de la producción. El pueblo es de tipo prehispánico, lo que en primera instancia contrasta con la mancuerna central que remite al imaginario europeo. Una sacudida contra todo lo que estamos acostumbrados, pero que a los pocos instantes se torna orgánica gracias al buen trabajo en el guion de Matt Revello y Lucila Iñiguez, así como a la atinada dirección de esta última. Su labor nos recuerda que absolutamente todo es posible en el fantástico y más cuando hay animación de por medio. Si todavía tienen dudas, sólo déjense llevar por el alocado e inesperado tercer acto, y por una conclusión que invariablemente nos deja con ansias de ver más.

Es un hecho perfectamente normal y comprensible que el piloto deje algunas cuentas pendientes. La más importante de todas es una mayor exploración de Morya, quien apunta a ser la gran amenaza a vencer. El episodio no exhibe sus habilidades, pero sí la indiferencia que muestra ante el eterno entusiasmo de nuestra heroína.

Ya habrá tiempo de conocerla mejor y de ahondar de lleno en este mundo que luce tan lleno de posibilidades. Al menos esa es la sensación que nos deja el arranque de Kaddy: La fabulosa hechicera del caos. Uno de esos inicios que cautivan con la promesa de una gran aventura que se abre ante nuestros ojos. Una que además, saca a relucir el enorme talento de los artistas de animación iberoamericana.