Crítica: Dragonkeeper
Salvador Simó encabeza una obra que vuela alto y que marca un nuevo pico de calidad para la animación iberoamericana.
22 de abril de 2024Por Viridiana Torres
Hay dos momentos clave en Dragonkeeper en el que la protagonista escucha que no se puede cambiar el destino. La primera vez acepta las palabras con resignación, la segunda se muestra renuente a creerlas y decide tomarlas como motivación para modificar el suyo. Este accionar es clave para entender las bases de la trama, pero también la mentalidad del equipo de producción encabezado por Salvador Simó, que han tomado un proyecto de gran complejidad que parece encaminado a hacer historia dentro en las industrias iberoamericanas. No sólo en cuanto a crítica, taquilla y reconocimientos se refiere, sino también en su realización ante la alianza establecida con China.
En la teoría, el filme sigue al pie de la letra casi todos los pasos establecidos por el viaje del héroe, empezando por la elección de una heroína improbable para llevar a cabo una misión imposible. En este caso, proteger el último huevo de dragón de individuos empeñados en usarlo para los fines más egoístas. Este tratamiento no es una debilidad ni mucho menos, sino la elección de una estructura de efectividad comprobada para el tratamiento de grandes aventuras. Es, además, lo único que puede ser etiquetado como formulaico dentro de una película que se caracteriza por las diferenciaciones y los riesgos.
El primero y más evidente de todos es la exploración de la cultura china. Si bien estamos ante la adaptación de una novela escrita por una australiana como es el caso de Carole Wilkinson, la autora ha explicado que la redacción implicó un arduo proceso de investigación con el fin de abordar lo más fielmente posible los usos y costumbres del gigante asiático. En el caso del filme, la profundización llega en buena medida de la coproducción oriental que dota cada cuadro de una autenticidad que no suele verse en las exploraciones occidentales del país oriental, ya sean animadas o de acción real. Nunca se siente como la representación de un territorio exótico, sino como un retrato fiel y orgánico de un territorio con tradiciones muy propias.
El mejor reflejo de esto se da con los dragones, tanto en su apariencia física como en su carácter simbólico. En el primero de los casos, la producción es cuidadosa de desechar cualquier rasgo occidental para dar la ancestral criatura de cuerpo alargado y piernas cortas. Esto también implica descartar las llamaradas, ya que el poder de estos seres viene de su gran sabiduría y el conocimiento de la fuerza interior que rodea a todos los objetos: el chi. Una sapiencia fundamental para el desarrollo de las acciones y para el ascenso de nuestra joven protagonista. Una construcción meticulosa que convierte a Danzi en uno de los grandes dragones de la cinematografía mundial.
Su respeto a la cultura china no atenta de ninguna manera contra la universalidad de la historia. Su trama ha sido concebida para el público de todo el mundo y no menos importante, de todas las edades. Es madura para los adultos, pero sobre todo es profundamente respetuosa con los más pequeños gracias a su elegancia y honestidad en la exploración de temas complejos como la esclavitud, la enfermedad y la muerte. Es además profundamente entrañable en su mensaje principal referido al principio de esta crítica: todos podemos ser condenados a una vida de esclavitud, pero de nosotros depende el ser completamente libres.
Estos poderosos mensajes se potencian todavía más desde el carácter artístico y técnico con una producción que nos lleva por los más diversos escenarios, todos ellos dotados de gran espectacularidad visual. En cuanto a los personajes, lo hecho con Ping y Danzi es sobresaliente, especialmente ante la importante cantidad de efectos que implica su aventura, lo que incluye agua, humo y la iluminación propia de la energía chi. Entre los pocos pecados está el correr del dragón, cuyo alargado cuerpo supuso un reto mayor que resalta a la vista, pero que no afecta el desarrollo de las acciones. Caso similar al de algunas texturas demasiado simples en personajes secundarios y algunas escenarios.
Mención especial para la banda sonora de Arturo Cardelús que representa una de las mayores fortalezas del filme y dicho sea de paso, uno de los scores más memorables que ha dado la animación iberoamericana contemporánea. Es entrañable y épica, pero también profundamente reflexiva cuando el argumento así lo exige. Una pena que el volumen de estas exquisitas piezas se percibe ligeramente bajo en algunas secuencias de acción, especialmente las del tercer acto.
Dragonkeeper tiene todo para ascender como una nueva piedra angular dentro de la animación iberoamericana. Por lo ambicioso del proyecto, la coproducción con China que podría abrir muchas puertas para nuestras industrias y la promesa de una saga que exige continuar bajo la manufactura del talentoso equipo de artistas que la han hecho posible. Una obra que vuela alto y que marca un nuevo pico de calidad para una animación iberoamericana que no deja de crecer.
Ficha técnica
- Título Dragonkeeper
- Dirección Salvador Simó (Buñuel en el laberinto de las tortugas), Li Jianping (Zui Ke Ai De Ren)
- Año 2024
- País España, China
- Técnica 3D
- Voces Lucía Pérez, Mario Gas