Existen dos elementos fundamentales que saltan a la vista con Dispararon al pianista. El primero es la enorme destreza que Fernando Trueba y Javier Mariscal manifiestan en el cine de animación. Ha pasado más de una década desde que la dupla nos deleitó con Chico y Rita, pero pareciera que ambos cineastas han dedicado cada uno de estos años a la realización de un largo animado tras otro. Esto ante la destreza, la seguridad e incluso la comodidad que manifiestan en un filme francamente desafiante.

El segundo elemento va en la misma línea, y es que no deja de sorprender la manera en que mientras algunos se empeñan en señalar a la animación como un género, los realizadores muestran todo lo que este arte puede lograr. Hablamos de una cinta que deambula entre el documental, el thriller e incluso el musical, lo que resulta en una obra tal vez inclasificable o imposible, pero que es una exquisitez en todos los sentidos.

La historia nos introduce con un periodista musical durante la presentación de su más reciente libro, el cual se centra en la figura de Tenório Jr. Un prodigio del piano cuyo nombre quizá no sea conocido por muchos, incluyendo el propio protagonista, consecuencia directa de su abrupta desaparición durante la dictadura argentina. El escritor comparte cómo la música y la misteriosa situación lo obligaron a comenzar una investigación que busca reivindicar al personaje y de paso, sacar a relucir la crisis sociopolítica que aquejó a casi toda Latinoamérica en los 60 y 70.

Esta naturaleza compleja permite que Dispararon al pianista funcione en varios niveles. La primera y más evidente es el biopic, que sirve como punto de partida para muchas otras lecturas. Esto incluye una dura crítica al velado intervencionismo estadounidense en el periodo descrito y que contribuyó en la desestabilización de incontables países con un hervidero de dictadores. Una manipulación del orden político mundial cuyas lamentables consecuencias se siguen manifestando hasta nuestros días.

Es también una reivindicación del periodismo cultural y sus incontables fortalezas siempre que la labor de los profesionales sea realizada con dignidad y seriedad. Es también una oda a la multiculturalidad, plasmada con la exploración de distintos territorios, la presencia de diversos idiomas y el franco poder de la música, un arte capaz de alegrar y unificar corazones, pero también de alzar la voz contra la injusticia y la tiranía.

Para esto último, Fernando Trueba y Javier Mariscal exponen muchas de las dotes técnicas que les han posicionado entre los mayores talentos del bloque. La más destacada es su tratamiento del color, que pasa de los cálidos a los fríos de una manera tan orgánica como significativa. Los primeros se usan para aquellos momentos que externan la jovialidad desde el ritmo, mientras que los segundos para los que plasman la cara más oscura del ser humano. Estas variantes son comunes en cualquier audiovisual, pero lo sorprendente es que la producción sea capaz de aprovecharlo para dar, literalmente, color a la música y establecer un fuerte lazo con la animación y las audiencias.

El crítico musical Alex Ross asegura que las interpretaciones sonoras son capaces de conectar con las sensaciones de los escuchas al punto de establecer lazos grupales. La película lo confirma de una manera altamente metanarrativa: dentro de la pantalla con individuos que se desviven ante el ritmo, pero también fuera de ella con un fuerte apoyo visual en una combinación determinante para que el espectador se funda ante lo visto y lo escuchado. O lo que es lo mismo, la mancuerna encuentra el modo de que disfrutemos de la música por los oídos, pero también por los ojos.

Esto va en conjunción con la transición entre estilos de diseño y animación. La dupla ya hizo algo similar en una secuencia de ensoñación de Chico y Rita, pero en Dispararon al pianista muestran más confianza en el tratamiento, lo que puede apreciarse en una mayor cantidad de cambios y que además son más evidentes al ojo del espectador. Todos funcionan de una manera completamente natural, convirtiéndose en un apoyo fundamental para establecer el carácter emocional y narrativo del filme.

La espera por el retorno de Fernando Trueba y Javier Mariscal al cine animado fue larga, incluso desesperante por momentos, pero lo hecho por Dispararon al pianista deja claro que cada segundo valió la pena. Una película que exhibe el enorme talento de la mancuerna y no menos importante, la gran fuerza que tiene la animación.