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Crítica: Como si la tierra se las hubiera tragado

El cortometraje de Natalia León deja ver que una parte importante de ser mujer es aceptar la idea de que el miedo siempre estará ahí.

13 de febrero de 2025
Por Viridiana Torres
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Cada vez es más común escuchar que la violencia de género no existe, una aseveración que incluso se extiende por algunos líderes mundiales. La directora Natalia León, dispuesta a demostrar lo contrario, recurre al poder del arte y muy concretamente de la animación para la realización de Como si la tierra se las hubiera tragado, un cortometraje que obliga a recordar que el mal continúa ahí, manifestándose diariamente ante nosotros.

La cineasta ubica sus acciones en su natal México, donde “matan a más de diez mujeres cada día, sin contar a las que desaparecen y nunca son encontradas”. Ironiza además en que las víctimas “son tan numerosas que se vuelven, paradójicamente, invisibles”.

Como si la tierra se las hubiera tragado Natalia León Francia México cortometraje animación crítica

El título nos adentra en este inquietante círculo a través de una joven cuyo retorno a su país la hace rememorar uno de los recuerdos más dolorosos de su infancia: la desaparición de una joven con la que interactuaba casi a diario. Una chica que un día se desvaneció para convertirse en poco más que un dato y en un cartel con una fotografía acompañada de la leyenda “¿la has visto?”. Una más en un sistema que hace de poco a nada por solucionar la crisis.

A diferencia de otras obras que han abordado el tema desde la perspectiva de las víctimas o sus familiares, la cineasta se decanta por una pequeña cuya única interacción con la afectada se da al interior de una heladería. Una mujer cuyo nombre es desconocido por nuestra protagonista y aun así, una persona lo suficientemente cercana como para que el incidente cambie su vida. Una decisión narrativa que invita a recordar que de un modo u otro, todos hemos cruzado caminos con una afectada, y que como en el caso del personaje central, deja ver que una parte importante de ser mujer es aceptar la idea de que el miedo siempre estará ahí.

Como si la tierra se las hubiera tragado Natalia León Francia México cortometraje animación crítica

Las primeras repercusiones se manifiestan con el abrupto rompimiento de la rutina, pero el punto de inflexión se da con la visión del ya mencionado cartel que es arrancado y conservado por la niña en una caja que oculta debajo de su cama. Un cofre del tesoro que resguarda la inocencia perdida, pero también un monstruo presuntamente contenido que acecha desde las sombras. Uno que se manifiesta en una pesadilla de la que es imposible despertar por el simple hecho de que es la realidad en que vivimos.

Una de las mayores riquezas de Como si la tierra se las hubiera tragado es el valor que Natalia León pone a los detalles. Esto puede apreciarse desde los primeros instantes de la obra, como demuestra la escena inicial que dedica cerca de 30 segundos a las manos de nuestra protagonista convertida en adulta, que se mueven continuamente en un reflejo del nerviosismo que le acecha, consciente de que su vuelta a casa también implica regresar a una zona marcada por el trauma y habitada por una amenaza que continúa ahí.

Caso similar a los usos del color contra el blanco y negro, que en la mayoría de los casos se aprovechan para diferenciar el presente del pasado. No es el caso de esta obra, que recurre a la dualidad para contrastar los tiempos regidos por la inocencia y el desconocimiento del peligro, con la actualidad dominada por el temor y la incertidumbre. Dos tiempos que, curiosamente, nunca fueron tan distintos entre sí. Así se manifiesta en la reacción de la niña cuando su madre normaliza la violencia al decirle “seguro te roban” como un modo de alabar su belleza; también de la adulta cuando escucha unos silbidos masculinos que encienden sus alarmas ante el posible riesgo.

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La construcción sirve como un claro indicador de que la violencia siempre está entre nosotros, presente en todos los lugares y en todas las formas. Un tratamiento que se extiende hasta el destino de las víctimas cuyos restos incluso pueden estar ocultos ante la mirada de todos. Bien lo dice la cineasta en la leyenda final, las mujeres “son reducidas a unas simples cifras y estadísticas. Esta invisibilidad es, en cierto modo, la última violencia que se les inflige”.

Como si la tierra se las hubiera tragado se afianza de este modo como un cortometraje crudo y doloroso, pero también como una obra valiente y profundamente necesaria para magnificar la visibilidad a una crisis que debe ser resuelta cuanto antes. Reluce además como el ascenso de Natalia León como una voz realizadora que exige ser escuchada a base de talento y potencia.

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