Una de las mayores virtudes del stop motion radica en la amplia gama de posibilidades que se abren desde el material. No es sólo una decisión más, sino la elección de un personaje. Así lo han asegurado numerosos maestros de la técnica a través del tiempo, pero sus aseveraciones casi siempre terminan perdiéndose en un imaginario que rememora a las más elaboradas marionetas. Esto no impide que cada determinado tiempo surjan obras que demuestran lo mucho que se puede hacer con las opciones más improbables. Tal es el caso de Cadê Heleny?

La de Esther Vital es una de las producciones animadas más poderosas de las que tengamos memoria. No sólo por lo complejo de su temática: un corto documental que nos introduce con Heleny Guariba, profesora, directora de teatro y activista desaparecida en 1971 durante la dictadura brasileña. También por las arriesgadísimas decisiones que toma en el camino, muchas de las cuales se remontan, adivinaron, a la elección del material.

Como muchos otros documentales animados, la cineasta española radicada por casi quince años en Brasil aprovecha las propiedades de este arte para presentar una dramatización de los hechos. En su caso, con el uso de tela como base para el diseño de las marionetas y los escenarios, algunos de los cuales rompen sin miramientos con cualquier indicio de perspectiva al ser completamente planos. Atención aquí, ya que no es una decisión económica, sino una netamente política.

La producción se apoya de lleno en el trabajo de las arpilleras, una artesanía hecha a pase de bordados de cortes de tela sobre sacos de papa creada por grupos de mujeres chilenas para denunciar la desaparición de familiares durante la dictadura de Augusto Pinochet. La elección da visibilidad a una labor que se sustenta en lo tradicional para impactar de lleno en lo social, al tiempo que resulta en un hermanamiento simbólico de tantos países latinoamericanos que han atravesado por dictaduras oficiales o extraoficiales.

Que la estética no los engañe. Los primeros minutos pueden parecer amables desde lo visual, con figuras que parecen simples muñecas artesanales y con el uso de escenarios coloridos. No transcurre mucho para que estas sensaciones desaparezcan en una atmósfera que se torna cada vez más hostil, atinada representación de una vida ordinaria, incluso tranquila que se difumina ante nuestros ojos. Un paso brutal, casi escalofriante, de lo ideal a lo pesadillesco, que es brillantemente acompañado por testimonios de algunas de las personas más cercanas a la víctima.

Si todo esto se logra, es porque Cadê Heleny? también es sumamente cinematográfica. Esther Vital se desprende de los incontables estigmas que rodean al documental y no vacila en capturar las estéticas del noir, el suspenso e incluso el terror cuando la situación así lo requiere. Una decisión arriesgada, ya que algunos puristas podrían alegar que atenta contra la objetividad que debe caracterizar al género, pero necesaria para que la realizadora concrete sus intenciones: hacer énfasis en la incertidumbre y el miedo de los personajes que protagonizan esta historia, así como de tantas otras voces silenciadas en el mundo a través del tiempo. Hay que decirlo: misión cumplida.

Porque Cadê Heleny? es un estupendo cortometraje, una buena prueba de la importancia del material en el stop motion y una clara manifestación del enorme poder del documental animado. Hablamos de una obra redonda cuya deliberada crudeza raya en lo imborrable, siendo ésta una de sus mayores victorias. Después de todo, aunque algunas de las peores dictaduras de Iberoamérica y el mundo han terminado, sus sombras siguen acechando con fuerza en el panorama contemporáneo. Nunca olvidemos, este es el único modo de evitar que estas pesadillas se repitan.