Radix

Críticas

Crítica: Belle

El cuento de hadas perfecto para el mundo en que vivimos.

25 de marzo de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Belle
Compartir

Una de las características más reconocibles en la obra de Mamoru Hosoda es la doble exploración de mundos reales y fantásticos para exaltar las problemáticas que aquejan a sus protagonistas. Belle es una clara evolución de esta tendencia con un territorio alterno sustentado sobre las bases del metaverso, no el que da sus primeros pasos sino uno tan avanzado que invariablemente nos adentra en el territorio sci-fi, pero habitado por personajes centrales con una naturaleza mágica propia de los cuentos de hadas. Es, en otras palabras, un paso adelante que afianza al director entre los grandes maestros del animé contemporáneo.

La destreza del cineasta se evidencia todavía más porque la mezcla de elementos nunca se obstaculiza a sí misma, sino que fluye de manera profundamente orgánica. Esto gracias a la honestidad en la construcción de Suzu, una joven cualquiera en un remoto pueblo nipón que padece los miedos e inseguridades propios de cualquier adolescente, aunque magnificados por la muerte de su madre cuando no era más que una niña. Sus dilemas incluyen un claro distanciamiento de su padre, problemas para entablar amistad, imposibilidad para cantar al ser la música una pasión que compartía con su progenitora y un eterno cuestionamiento sobre las razones por las que alguien sacrificaría su integridad por ayudar a alguien más. 

Todos estos pesares se diluyen cuando ingresa en U, una comunidad virtual cuya tecnología es capaz de plasmar la esencia de cada persona en un avatar, siendo el de ella tan hermoso que no tarda en ser conocido como Belle y dotado de una voz tan exquisita que termina convirtiéndole en la persona más popular del tecnológico universo. Todo parece perfecto hasta que la joven cruza caminos con su franca contraparte, la Bestia, un usuario desconocido cuya tormentosa existencia se ha reflejado en una identidad tan salvaje y escalofriante que es temida por todos. Por todos menos por Belle, cuya naturaleza la obliga a partir en su búsqueda para ayudarle y sin importar los riesgos que esto pudiera representar para su persona virtual… o real. 

Si hay una cualidad que sobresale en la película es la manera en que se aferra a creer en la bondad innata del ser humano. Esto ya resulta complejo en el mundo real de nuestra protagonista, quien se muestra sorprendida al descubrir que muchas de sus dudas en torno a la gente que le rodea no son mas que provocadas por los estereotipos. Más desafiante aún resulta en el mundo digital. Numerosos analistas culturales, sociales y tecnológicos nos han advertido de su peligrosidad hasta el cansancio y aunque Hosoda plasma esta toxicidad en pantalla, también muestra una contracara menos explorada, pero igual de importante: la posibilidad de un renacimiento simbólico a partir de un avatar. Tal es el caso de Suzu, quien no sólo es capaz de reencontrarse a sí misma para así sanar sus heridas, sino que sus acciones tan nobles como desinteresadas terminan contagiando a toda la comunidad que le rodea y se tornan vitales para salvar a una persona aquejada por un mal en estado puro.

No es casualidad que el creativo se decantara por La bella y la bestia para reforzar este mensaje. La narrativa del cuento es bien conocida por todos y sus valores simbólicos sobre la belleza interior están más que afianzados en el imaginario colectivo. Es además su oportunidad de rendir homenaje a uno de los grandes clásicos de la animación con elementos netamente inspirados en la cinta de Walt Disney, lo que va del diseño de la Bestia inspirado en los bosquejos iniciales del estudio norteamericano a la mítica secuencia de baile.

Toda esta hibridación tecnofantástica es complementada por un soundtrack de primer nivel. En él sobresale A Million Voices Away, un tema tan hipnótico como conmovedor que resulta clave para la construcción de una de las secuencias animadas más brillantes de los últimos años.

Dotada de una mezcla exacta de tradicionalismo y digitalización, así como de horrores que son contrastados con una profunda esperanza, Belle sólo puede ser descrita como el cuento de hadas más perfecto para el mundo en que vivimos. Tanto el real como el virtual, pues si hay algo que nos demuestra Hosoda es que poco importa la composición de sus respectivos habitantes siempre que ambos casos se preserve nuestra humanidad.