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Crítica: Apollo 10 ½: A Space Age Childhood

Richard Linklater recurre a la animación para rememorar sus sueños de juventud.

1 de abril de 2022
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Apollo 10 ½: A Space Age Childhood
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Muchos directores han recurrido al cine para rememorar personajes o momentos de su pasado. Alfonso Cuarón lo hizo con Roma (2018), Kenneth Branagh con Belfast (2021) y Steven Spielberg con su próxima The Fabelmans (2022). Ahora es Richard Linklater quien hace lo propio, pero manteniéndose fiel a su creatividad y su peculiar estilo. El resultado es Apollo 10 ½: A Space Age Childhood.

La película marca la tercera inmersión del director en la animación, concretamente en la técnica de la rotoscopia interpolada, luego de Waking Life (2001) y A Scanner Darkly (2006). En esta ocasión, para rememorar sus vivencias de juventud, concretamente en el año de 1969 que pasó a la historia por la conquista espacial tras la llegada de humano a la Luna. Este suceso sirve como base de un film dispar que técnicamente es impecable, pero narrativamente deja mucho que desear.

En el primer apartado, la madurez de Linklater se manifiesta con una cinta que en primera instancia no parece ofrecer tantos desafíos como sus animaciones previas. Aun así, la evolución queda clara con diseños mejor definidos que los vistos en sus anteriores proyectos, contornos y movimientos más suaves, además de colores más llamativos aun cuando no usa la paleta más atractiva. Saltos sutiles pero importantes que serán decisivos para la evolución de este arte.

El segundo punto deja sensaciones menos positivas. Apollo 10 ½ tiene una trama débil, por no decir inexistente. Su premisa se apoya sobre dos puntos: el crecer en la era espacial y muy concretamente en un área geográfica clave en la exploración cósmica; y la fantasía de un niño que se imagina reclutado por la NASA para un viaje secreto que será fundamental para el éxito del Apollo 11. 

Para el tramo realista, queda claro que Richard Linklater intenta apelar al intimismo que ha reinado en buena parte de su obra y que es especialmente latente en su trilogía Before y Boyhood (2014). Esto con una inmersión profunda en los recuerdos de su personaje central, él mismo, pero que lejos de concentrarse en un punto, termina desviándose continuamente para dar una película de corte anecdótico en la que el director se limita a compartir una serie de vivencias aisladas que no conducen a nada. En medio de esta sobresaturación, algunas ayudan al desarrollo de las acciones, pero muchas otras aportan poco o nada y no son sino curiosidades de la época que cuando mucho arrancan una sonrisa en el momento para luego tornarse olvidables.

Este error sería perdonable con un mejor tratamiento de la aventura imaginaria del protagonista, pero el viaje es tratado con tal indiferencia que por momentos pareciera que el director se ha olvidado de él. Su tratamiento comienza en los primeros minutos y no sabemos nada al respecto sino hasta el tercer acto. Una ilusión que pudo dar más de sí de haberse entrecruzado con fragmentos de la realidad, valiéndose además de la infinidad de posibilidades ofrecidas por la animación, pero que de este modo no aporta nada más que la noción de una oportunidad perdida.

Es precisamente así como Apollo 10 ½ merece ser descrita. Un director consolidado, de vuelta en una técnica animada a la que ha sacado máximo provecho, un contexto fascinante y una tendencia narrativa sumamente atractiva. La mesa estaba servida para una de las grandes obras maestras de Richard Linklater y en su lugar nos una cinta que deambula entre lo cumplidor y lo olvidable.