Crítica: O Homem do Lixo
Un homenaje a un ser querido, un canto a la vida y un corto que deja la sensación de que todos somos extraordinarios.
10 de octubre de 2022Por Luis Miguel Cruz
Si de clasificar se trata, la norma diría que O Homem do Lixo es un documental. Pero las etiquetas son frías y el cine es cálido, y más cuando se trata de una obra de este tipo. Un corto que reúne meticulosamente todos los requisitos del género investigativo, pero que desecha el distanciamiento y los convencionalismos para hacerlo desde la familiaridad y la camaradería, como si de una plática de sobremesa se tratara. Una de esas en las que se recuerda a un ser querido cuyo nombre no está destinado a brillar entre los anales de la historia y que aun así marcó la vida de muchos.
Para lograrlo, Laura Gonçalves nos abre las puertas de su hogar y nos sienta a su mesa, literalmente, para introducirnos con el recuerdo de su tío Botão. No desde la documentación y la entrevista clásica, sino desde la memoria de sus seres más cercanos. Bastan sólo unos instantes para comprender el interés de la realizadora en el personaje, pues más allá de los lazos sanguíneos, se deja claro que fue un hombre cuyo carácter ordinario no le impidió tener una vida extraordinaria. Sus andares incluyeron guerras, migración y un trabajo simple que él hizo fascinante. Tanto, que es precisamente el que da título a la obra: el hombre de la basura.
Esta última decisión no es casualidad, pues más allá de su carácter descriptivo, la basura es un símbolo perfecto para plasmar la naturaleza del individuo en cuestión. El corto enfatiza en que el personaje no se limita a la recolección y el desecho, sino que siempre se interesó en el rescate de objetos que aún tienen mucho por dar. Un reflejo de él mismo, cuyas tragedias personales pudieron tirarlo en la papelera, por así decirlo, al condenar su existencia a la tristeza, pero cuyo carácter jovial y optimista le permitió esquivar los tragos amargos para abrazar la vida con una eterna ilusión.
Es por esto que, aunque la obra cuenta con elementos profundamente dramáticos, se torna profundamente esperanzadora. Tanto, que es imposible no verla con una sonrisa. No hay regodeos en la tragedia, sino cantos a la vida e incluso la sensación de que todos conocemos al menos un poco a Botão.
Quizás así sea, pues a pesar del carácter personal e intimista del proyecto, resulta difícil verlo sin experimentar algún tipo de identificación. En algunos casos por el enfrentamiento directo del personaje con distintos tipos de crisis sociopolíticas; en otros por la sensación de que todos conocemos a alguien cuya alegría siempre logra arrancar una sonrisa; finalmente, por la sensación de que todos somos extraordinarios a nuestra forma de ser, lo que hace que cada una de nuestras acciones trascienda en incontables vidas.
Para lograr su cometido, Laura Gonçalves se decanta por la técnica empleada en anteriores proyectos: 2D, sutileza en el uso del color y pocos cortes en beneficio de largos travellings. La madurez de la cineasta, por su parte, puede apreciarse en las continuas conversiones del mundo actual al del recuerdo, tratadas de tal modo que realmente parecen pasos de la realidad a la fantasía. Hablamos de fotografías que rompen los límites de los marcos, de mesas que terminan convirtiéndose en escenarios y de sujetos tan enormes en valía que son plasmados como auténticos gigantes. Todo esto, además, sin descuidar el valor de los objetos rescatados que fungen como una especie de museo de la memoria, pero también como un hilo conductor de las acciones: desde la vajilla que arranca la charla hasta la guitarra que simboliza la unión de la familia.
La etiqueta nos dice que O Homem do Lixo es un documental, pero la grandiosidad del personaje titular hace que la etiqueta le quede francamente pequeña. Si de nosotros dependiera, preferimos clasificarlo como la memoria colectiva de una familia o incluso como uno de esos cuentos que dejan importantes lecciones de vida. ¿Pues qué puede ser más significativo que una historia que nos invita a mirar nuestros desechos para buscar su belleza y su valía para moldear a las personas que somos hoy en día? Seguro que el tío Botão estaría orgulloso.