En una vereda olvidada por los mapas, Martha camina sola. Su casa de madera, los ruidos del campo y los ecos del pasado son su única compañía. Su hijo desapareció hace años, y su esposo murió en medio del conflicto. Pero en su mente, todavía están ahí.

Esta es la premisa de Desaparecido, un proyecto destinado a hacer historia como el primer cortometraje animado desarrollado en Arauca, una región colombiana profundamente marcada por la violencia, pero aún poco explorada desde el cine de animación.

Detrás de este proyecto están Lenyn Gabriel Salas Ramírez, animador araucano y director del título en cuestión; Adrián Cáceres, productor; y Tatiana Ariza, diseñadora gráfica y directora de arte. Juntos conforman un equipo comprometido con contar historias íntimas desde lo rural, lejos de los centros de producción habituales.

El pasado mes de abril, Desaparecido fue premiado por el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) con la residencia de la Universidad de los Andes. Para poder asistir, ha lanzado una campaña independiente de crowdfunding con una meta de $5.000.000 COP (unos $1.220 USD) y cuyas aportaciones se destinarán a cubrir los gastos de viáticos, hospedaje y alimentación durante el mes de julio en Bogotá, Colombia.

¿Por qué apoyar?

“El cine se hace en comunidad”, asegura Lenyn Salas. Bajo esta misma premisa, el director “invita a ser parte de este proyecto dando un aporte económico que se usara para poder asistir a la residencia, construyamos juntos las historias que nacen del territorio”.

A diferencia de muchas otras campañas, la de Desaparecido se basa en la confianza directa, sin una plataforma formal de fondo. Las donaciones se reciben por medio de Nequi y Daviplata (para Colombia) y PayPal (para aportes internacionales). Estas últimas pueden realizarse al correo lenynsalas30@gmail.com; los datos de las primeras pueden encontrarse en el post que te dejamos a continuación.

 

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Apostar por Desaparecido es también apostar por una forma de hacer animación desde las orillas, con pocos recursos, pero con mucha identidad. El proyecto mezcla técnicas tradicionales para lograr una estética que acompaña el relato de una mujer que ha sobrevivido a la guerra, al silencio y al abandono institucional.

Finalmente, la producción enfatiza que el proyecto marca un precedente para la animación en una región históricamente excluida del mapa creativo. “Arauca es una región de Colombia donde la animación no ha sido explorada como lenguaje cinematográfico, hacer parte de este proyecto es hacer parte del primer cortometraje de animación en Arauca. Es ayudar a que las historias que nacen de este territorio se puedan contar al mundo. Y ayudar a visibilizar a las madres víctimas del conflicto”.