Todos conocemos las sensaciones cuando estamos cerca de esa primera persona especial. Nerviosismo, sudoración, palpitaciones tan aceleradas que por momentos pareciera como si el corazón fuera a salirse del pecho. In a Heartbeat no deja esto último en la metáfora, sino que lo lleva a la práctica con la historia de un chico visiblemente enamorado –y es aquí donde radica su gran diferenciación– de otro chico.

La historia es sencilla pero la premisa es compleja. No realmente en lo narrativo, con un niño cuyo corazón hace lo imposible por estar cerca de otro, sino en lo social por todo lo que representa. Un paso decisivo para un colectivo que empieza a encontrar la representación en el terreno audiovisual y sobre todo en el animado donde ha enfrentado tantísimos estigmas.

Para lograrlo, el cortometraje dirigido por la estadounidense Beth David y el mexicano Esteban Bravo aborda el romance de un modo sobresaliente. Con la inocencia propia de un pequeño que no sabe cómo lidiar ante sus emociones; también con alegría ante el pequeño corazón que no hace sino seguir sus sentimientos; sobre todo con franca naturalidad para dejar muy en claro que todo amor es amor.

A pesar de la franca jovialidad que caracteriza al film, los realizadores no dejan pasar la oportunidad de abordar muchos de los dilemas enfrentados diariamente por esta comunidad. Esto sucede cuando el protagonista se muestra intimidado ante la inminente revelación de sus afectos. El momento no es trabajado con ningún tipo de hostilidad, sino con tal sutileza que invariablemente invita a reflexionar sobre la naturaleza de los sentimientos y que estos van más allá de cualquier género.

Su técnica es buena sin ser sobresaliente, pero definitivamente está por encima de la media de muchos proyectos animados de naturaleza independiente. Esto puede apreciarse sobre todo en la expresividad del personaje central que en poco más de cuatro minutos atraviesa toda clase de emociones como son la alegría, el nerviosismo, el desencanto y finalmente el amor. Esto mismo permite que los diálogos se vean reemplazados por una banda sonora que complementa perfectamente el recorrido de nuestro protagonista.

Es común leer que el único error de In a Heartbeat es que no sella la historia con un beso final. Una aseveración debatible pues, aunque es comprensible que algunos lo vean como una muestra de timidez por parte de los realizadores, es más una decisión clave para reflejar un primer amor infantil. Uno tan puro que no entiende de estigmas ni prejuicios y que sólo se deja llevar por la fuerza de los sentimientos.

Con estas cualidades, es comprensible que el corto se haya convertido en un referente para la comunidad LGBTQ+, y no menos importante, en un proyecto que ha abierto los ojos de tantas personas que así lo han manifestado en distintos espacios. No es el paso definitivo hacia la representación, pero sí que es uno decisivo para alcanzar la codiciada meta.