A nadie debería sorprender que la homogeneización sea una de las grandes preocupaciones de las sociedades actuales. No es para menos, pues se trata de un fenómeno alienante y que atenta de lleno contra la identidad propia de cada persona. Cada vez son más los cineastas que intentan plasmar esta inquietud, pero irónicamente muchos terminan cayendo en lo que tanto critican al hacerlo con fórmulas preestablecidas. Por eso se agradece cuando un realizador, como es el caso de Pablo Polledri con Loop, descifra la clave para lograrlo de un modo tan original que por momentos se torna adictivo.

El realizador argentino necesita poco menos de ocho minutos para construir una divertida crítica social que deambula entre el thriller y la sátira. Para ello nos introduce en un mundo habitado por personas enajenadas con una única tarea. Algo que de inicio ya es más que suficiente para capturar nuestra atención, pues mientras que grueso de los proyectos de este tipo de centran en el trabajo o los móviles, el argentino invita a cuestionar nuestra propia existencia con actividades que nadie se atrevería a criticar, pero que quizá nos obsesionan tanto que nos impiden mirar más allá.

En un mundo en el que todos lucen virtualmente idénticos, salvo por el hecho de que cada uno está concentrado en lo suyo, nos topamos con una mujer y un hombre que rompen con la monotonía de la forma más sencilla: volteando a ver al otro. Algo que no es bien visto por las autoridades del lugar que inician una feroz cacería para volverlo todo a la normalidad.

Loop es un cortometraje que en primera instancia puede parecer sencillo, especialmente por el modesto diseño de sus personajes. Pero si, tal y como nos invita su director, nos detenemos a mirar con un poco más de atención, nos percataremos que está plagado de detalles que vale la pena analizar empezando por los propios habitantes de este mundo cuyas similitudes no hacen sino representar el fin del individuo. Más evidente aún es la urbe dominada por lemniscatas (∞) de todo tipo, algunas evidentes y otras más sutiles, lo que por momentos hace que todo parezca un juego.

En esta misma línea va la persecución mencionada hace un momento, la cual deambula entre lo emocionante y lo absurdo con elementos que parecen extraídos de James Bond; los protagonistas tratando de escapar y rompiendo uno que otro ciclo en el camino; y muy finalmente los perseguidores haciendo todo lo posible por evitar que se rompa el orden. Las sonrisas están garantizadas, pero también las reflexiones, como los guardias cuyas voces son ladridos de perros que defienden ferozmente al sistema.

Tampoco nos olvidemos de la música a cargo de Joseba Beristain, integrada por ritmos exquisitamente repetitivos y que son complementados por los distintos sonidos de la gran ciudad. Una mezcla que se va tornando paulatinamente más elaborada ante la continua adición de elementos, algo que es determinante para elevar las emociones y potenciar los temas expuestos. Como si del canto de una urbe dormida y ansiosa por despertar se tratara.

Y una vez que esto sucede, ¿realmente es posible volver a caer en el enajenante sueño? Pablo Polledri no duda en dar su respuesta con un Loop que invariablemente invita a levantar la cara para de una vez por todas empezar a disfrutar del mundo y las personas que tenemos frente a nosotros.