Crítica: Lulina e a Lua
Un cortometraje que permite recordar lo que es ser niño y que deja claro que nunca es tarde para retomar el lienzo cuando de trazar ilusiones se trata.
2 de mayo de 2024Por Viridiana Torres
Antoine de Saint-Exupéry dice en el prólogo de El principito que “todas las personas mayores fueron primero niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”. Una aseveración dura, pero certera que puede apreciarse en muchos audiovisuales que cuentan con pequeños protagonistas en el rol principal y en que los cineastas parecen incapaces de rememorar lo compleja que puede ser la más tierna infancia. Una edad que suele ser relacionada con la felicidad, la seguridad y la imaginación, cuando también está marcada por las dudas surgidas de un mundo que no termina de entenderse del todo, lo que puede resultar en una existencia solitaria. Pero a veces, y sólo a veces, surgen creadores que parecen, no sólo comprender, sino rememorar las altas y bajas de esta etapa. Como Marcus Vinicius Vasconcelos y Alois Di Leo, cuyo cortometraje Lulina e a Lua refleja la infancia con tal destreza que haría sentir orgulloso al mítico escritor francés.
La obra nos introduce con una pequeña que en espera de un cambio decisivo en su vida. Incapaz de comprender del todo lo que ocurre a su alrededor, pero sobre todo en su interior, la niña hace lo que mejor sabe: tomar sus crayones para plasmar sus emociones en dibujos, ¿y qué mejor lienzo que una enorme, reluciente y blanca luna? Es aquí cuando la magia verdaderamente comienza.
Los cineastas brasileños encabezan una producción que se gana el derecho a ser etiqueta como una historia de vida, aunque no en la vieja usanza de la expresión. No abordan un largo periodo en la existencia de su protagonista, sino que nos ubican en la víspera de un suceso que alterará su realidad para siempre. La diferenciación es que no plasman el conflicto desde una perspectiva adulta, donde algunas transiciones serían motivo de gran felicidad, sino desde la infantil cuya inmadurez natural impide digerir lo que algunos cambios repentinos representan. El reto narrativo es todavía mayor porque, en este caso en particular, se trata de un proceso que debe enfrentarse mayoritariamente en soledad, no por falta de apoyo de los padres, sino por ser caminos que deben recorrerse de manera individual.
Es difícil no sorprenderse ante una obra que refleja un acontecimiento tan natural, pero a su vez tan complejo, de un modo tan hermoso y humano. Hay tanta maestría en el tratamiento narrativo que la labor casi parece sencilla, pues el corto nos adentra en la piel de la joven protagonista desde los primeros instantes, concretamente desde unos impactantes créditos iniciales que permiten ver un muro decorado con dibujos en los que la pequeña rememora sus viejas vivencias. Memorias que son abruptamente recubiertas por pintura blanca que enfatizan la inminente llegada de una nueva etapa, un hecho que llena a la niña de incertidumbre y la motiva a emprender un viaje por lo más profundo de sus emociones.
Esta secuencia es sólo un primer acercamiento a la honestidad que caracteriza a Lulina e a Lua. Un corto que continuamente invita a recordar –o en el caso de las audiencias infantiles, a descubrir– que la existencia está plagada de cambios, muchos de los cuales pueden resultar violentos, pero que todo es parte de un incesante camino de la vida, que sin importar la edad, nos hace crecer con todo tipo de experiencias. Muchas de ellas, como es el caso de nuestra tierna protagonista, conducen a un final feliz.
La cátedra no sólo es narrativa, sino también estética, pues goza de un diseño impecable que emula el uso de pizarras, tizas y crayones. Una decisión altamente metanarrativa que invita a verlo todo desde la perspectiva de una chica que visualiza al mundo como un gran lienzo en el que liberar su creatividad y sus emociones. También es importante destacar que para lograr esto, la dupla realizadora no se decanta por dibujos de corte infantil, sino por líneas que denotan una profunda carga artística y que permiten unificar realidad e imaginación en un mismo universo. Esto último, tal y como lo haría un pequeño.
Lulina e a Lua es una obra que invita a soñar. No con distantes mundos de fantasía, sino con territorios de ensueño por los que todos hemos pasado. Un cortometraje que permite recordar, aunque sea por unos minutos, lo que es ser niño y que deja claro que nunca es tarde para retomar el lienzo cuando de trazar ilusiones se trata.
Ficha técnica
- Título Lulina e a Lua
- Dirección Marcus Vinicius Vasconcelos, Alois Di Leo
- Año 2023
- País Brasil
- Técnica 2D
- Voces N/A