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Críticas

Crítica: Maya and the Three

Jorge Gutiérrez alcanza el estatus de autor con la obra más ambiciosa de toda su carrera.

22 de octubre de 2021
Por Luis Miguel Cruz
Crítica: Maya and the Three
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Ya sea por sus avances, sus conocimientos o sus mitos, las culturas prehispánicas siempre han sido y seguirán siendo el eterno orgullo de Latinoamérica. Quizá por esto mismo resulta tan sorpresivo que las distintas industrias animadas de la región nunca las aprovecharan del todo como base para sus historias. Esto ha cambiado en los últimos siendo Maya and the Three un pico decisivo en la tendencia.

El mexicano Jorge Gutiérrez vuelve a hacer gala de la creatividad que siempre le ha caracterizado y la combina con una franca madurez para abordar un proyecto de carácter épico que inmediatamente se posiciona entre los mayores retos creativos de su carrera. Esto a partir de Maya, una princesa teca cuyo pueblo atraviesa un grave peligro ante el inminente cumplimiento de una profecía que la involucra directamente a ella, lo que la obliga a partir en busca de una solución. La misión no será nada sencilla, ya que requerirá la unión de otros reinos que se muestran renuentes ante las posibles consecuencias.

Esta premisa deja claro que las bases narrativas se asientan de lleno en el monomito con una heroína improbable que tiene en sus manos el destino del mundo, pero es insuficiente para comprender la complejidad de esta miniserie segmentada nueve episodios. El mensaje simbólico de unión es evidente, con pueblos representativos de las distintas culturas latinoamericanas y que llevan a reflexionar sobre la necesidad de estrechar lazos para fortalecer al bloque. Una invitación a futuro desde un replanteamiento fantástico del pasado que invariablemente nos hace preguntarnos qué tan distinta sería nuestra historia si todos estos grupos hubieran unidos sus fuerzas y talentos.

Es también una hermosa exploración de distintos aspectos de la región como la geografía, la cultura y la gente. Lo primero con acciones que se desarrollan en distintos escenarios y magnifican la experiencia al adentrarnos en un auténtico mundo habitado por humanos y dioses. Lo segundo se logra con la presentación de estas mismas deidades, pero también de elementos arquitectónicos, religiosos y simbólicos, siendo el águila que viste a Maya el mejor ejemplo. Finalmente, los personajes que presumen los rasgos más característicos del área. Esto último fortalecido por aspectos socioculturales como sería la culpa y los complejos que atormentan al fascinante cuarteto central.

Como toda buena épica, el recorrido de nuestra protagonista no estaría completo sin el invaluable apoyo de sus compañeros de batalla. No esperen grandes héroes, al menos no en un inicio, pues se trata más bien de sujetos quebrados que se unen a la lucha con franca renuencia, ignorantes de que las adversidades sellarán las heridas que les han carcomido por años y más importante aún, que les darán una auténtica familia. Una exquisita reinvención del Espantapájaros, el León y el Hombre de hojalata de El mago de Oz, que además se ve favorecida por brillantes dosis de excentricidad.

Resulta virtualmente imposible no enamorarse de ellos, empezando por la propia Maya: de la ilusa jovialidad inicial con la que enfrenta el reto, de la tristeza que rodea sus primeros desencantos y del crecimiento que va experimentado a lo largo de su misión. Una madurez que se torna más palpable con el devenir de la historia y que conduce a un cierre tan emotivo como gratificante y hay que decirlo, virtualmente perfecto. Una de las historias animadas más redondas de los últimos años, lo que en buena parte puede atribuirse al respeto que Gutiérrez manifiesta por su historia y su público. Una historia familiar, pero no por ello exenta de dolores y sacrificios. Como la vida misma.

El plano artístico y técnico también es sobresaliente. Los diseños de personajes no sólo confirman el comprobado talento de Sandra Equihua, sino que demuestran que se encuentra en estado de gracia. Hablamos de un amplísimo catálogo de héroes y villanos que transmiten perfectamente la forma de ser de cada uno de ellos. Ni qué decir de la estética que fusiona elementos de lucha libre con animé para dar combates tan únicos como hipnóticos. Y claro, la incontables calaveras y referencias que no sólo magnifican la diversión, sino que abren la puerta a cameos tan importantes que nos hacen soñar con un auténtico universo audiovisual. ¿Lo vamos bautizando como Gutiérrezverse? Más importante aún es que todo esto hace que la obra del cineasta sea fácilmente identificable mediante elementos estéticos y narrativos, ascendiendo así al creativo a la condición de un auténtico autor.

Existen obras que de un modo u otro disparan el amor que sentimos por la animación. Ya sea por sus tramas, personajes o técnicas.  Maya and the Three es, desde ahora, una de ellas.